Comenzó la edición XV del Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México, mejor conocido como Macabro, con un filme de ciencia ficción que parece un espantoso mundo post godínez. Eso pienso al ver Daemonium, el soldado del inframundo, la noche del martes 23 de este mes de agosto, en el Teatro de la Ciudad de México Esperanza Iris.
La proyección de ese filme en el que veo a un remedo de Bruce Willis pero obeso, así como un Bruce Lee de ropajes galácticos, algunos humanoides que remiten al Marilyn Mensón, de Eugenio Derbez, y demás individuos encorbatados que habitan paisajes grises y en ruinas —en dónde carajos comprarán esas vestimentas tan extravagantes todos estos seres del inframundo—, muestra más la idea de un videojuego que el de una historia cinematográfica, pues vemos como pasan de una pelea a otra sin mayor sentido. ¿O a caso será el signo de nuestros tiempos: los delirios fílmicos, según Jorge Ayala Blanco, y por ello importantes y necesarios para los más de cien años del cine?
Esta película, por cierto, no es mexicana, pero uno pensaría eso porque está doblada al español de este país, lo que da la sensación de estar frente a un largo extranjero de sí mismo, pues es originario de Argentina. También da la impresión de que nos está tratando de hablar seriamente de un tema —el cual todavía no logro desentrañar cuál es—, pero ya cuando vemos a Munra, ese de los Thundercats, salir a escena diciendo: “Antiguos espíritus del mal…”. No puedo pensar más que es un filme que intenta hacernos reír de manera decadente.
Daemonium, el soldado del inframundo (Argentina, 2015), consta de 120 minutos, en los cuales el director Pablo Parés viaja a la deriva con muchos artilugios y artimañas. La sinopsis del sitio del Festival Macabro advierte que es una historia sobre: “una poderosa familia que contrata a un grupo de mercenarios para forzar al mago Fulcanelli a invocar un demonio, pero algo sale mal y el demonio asesina a los mercenarios exceptuando a Razor, quien hace un pacto para ganar poder. Razor vive en constante amenaza, por lo que busca a Fulcanelli, quien aparente es el único que puede salvarlo”. Amén.
Fulcanelli, un mago flaco y bobo, va lanzando sus barajas del Tarot para aparecer y desaparecer, cuando se encuentra en alguna azarosa situación límite. La historia, en tanto, sigue naufragando en ese mundo post godínez, donde hay burocracia de androides con piel humana, demonios que no debes mirarlos a los ojos y mujeres asesinas con falditas de colegialas RBD que pelean entre sí.
Pero Daemonium viene de una selección del Brussels International Fantastic Film Festival 2016, del Festival Internacional de Mar del Plata 2012 y también del Festival de Web Series de Marsella 2013, así como del Baja Web Fest 2014 y yo sólo pienso que debiera, al menos, hacerle caso a lo que canta el maestro José Alfredo en una de sus canciones más lindas: “Y si quieren saber de mi pasado, es preciso decir otra mentira, les diré que llegué de un mundo raro, que no se del dolor, que triunfé en el amor y que nunca he llorado”.
Después de la película, me entero de la muerte de Evita Muñoz “Chachita”, aquella actriz mexicana que encarnó a la horrible bruja Herlinda Linda y quien falleció la tarde de ese martes. Así que me bebo a su salud, en un lugar cerca del teatro llamado U.T.A. Bar, un par de cervezas mientras muevo las botas con canciones de Alaska y Dinarama.
Antes de ello, el crítico de cine Jorge Grajales, me dice cuando vamos caminando rumbo a ese antro, que el Cine Maratón que él programa y comenta cada fin de mes en el Centro Cultural José Martí, y que será este viernes 26 de agosto, el tema eje será: el cine de terror turco. Luego agrega que salvo La Bruja, recientemente estrenado en cartelera, el cine de este genero está pasando por “un bache muy profundo, porque copia, homenajea y hace remakes, pero se quejan de Peña Nieto por plagiar una tesis”, agrega irónico.
Turquía, leo en su invitación del Facebook para asistir al Maratón de Cine que va de las 9 de la noche del viernes y hasta la mañana del sábado, se ha ido posicionando desde hace unos doce años “como un movimiento digno de seguir, ya que ha tomando elementos del horror cinematográfico gringo y japonés, para mezclarlo con elementos musulmanes”.
“El cine de terror turco”, continúa Grajales, “ha logrado desarrollar una identidad fílmica nacional, destacando la obra del director Hasan Karacadag, el maestro del cine de horror de Turquía”.
Y yo sólo me pregunto: ¿por qué algunos cineastas se esmeran en que todo sea un mundo raro porque sí?
El Festival Macabro continuará en este “agosto forestal” y bélico, como lo definió alguna vez el poeta canario Luis Feria —y que ahora leo: “Soy de bronca batalla, amo el bronce y el sol. Con mi vida te reto; me vences o te puedo: que las graves estrellas te protejan [de este espantoso mundo post godínez]”.