Este texto no pretende ser una reseña (aunque termine siéndolo contra mi voluntad). Es un paseo sobre un libro que me parece interesante, recomendable. Es, si ello es posible, una charla con quienes gustan de leer mis textos.
Va en cuatro breves apartados para facilitar la lectura.
Primera parte
Muchos de quienes leen estas entregas saben de un tal Javier Cercas. Es español y bien famoso. Un superstar de la literatura en castellano. Ha escrito un chorro de libros. De ese chorro sólo he leído cuatro: Anatomía de un instante (sobre el intento de golpe de Estado en España en 1981); Soldados de Salamina (la búsqueda -por parte del mismo Cercas- de un soldado que salvó la vida a un miembro del gobierno franquista cuando estaban por fusilarlo); El impostor (sobre un sindicalista que por años se hizo pasar como sobreviviente de un campo de concentración) y, hace un par de semanas, terminé de leer la más reciente de sus historias: El loco de Dios en el fin del mundo.
El primero de los títulos mencionado es, para decirlo de manera educada pero contundente, una absoluta chingonería. Con Cercas uno no sabe si sus libros -al menos con los cuatro que he leído- son novelas en formato de testimonios, reportajes, periodismo literario, ensayos, crónicas… o todo junto.
Una cosa sí les digo sinceramente: la historia contenida en El loco de Dios en el fin del mundo fue un encuentro feliz (Gabriel Zaid dixit). ¿Cómo les diré? De alguna manera necesitaba leer algo como lo expuesto en el libro de Cercas.
La cosa fue así: un día de junio andaba leyendo periódicos en la compu y me metí a la sección de novedades literarias -de vez en vez salen cosas notables. Ahí estaba Javier Cercas y su nuevo producto. En alguna parte aparecieron unas palabras del autor muy taquilleras. Se las dejo aquí abajo, con comillas y en cursivas para que amarre:
“Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz, un impío riguroso. Pero aquí me tienen, volando en dirección a Mongolia con el anciano vicario de Cristo en la Tierra, dispuesto a interrogarle sobre la resurrección de la carne y la vida eterna. Para eso me he embarcado en este avión: para preguntarle al papa Francisco si mi madre verá a mi padre más allá de la muerte, y para llevarle a mi madre su respuesta. He aquí un loco sin Dios persiguiendo al loco de Dios hasta el fin del mundo”.
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El marketing, en feliz conjunción con los algoritmos y la inteligencia artificial, me impulsaron a tenerlo a la mayor brevedad y en cosa de segundos lo tuve en mi Kindle, en mi compu, en mi Tablet y en mi teléfono.
Demasiadas veces, a lo largo del libro, Cercas se encargará de recordarnos su condición de ateo, descreído, anticlerical y laico. Cuando lo leí por cuarta vez me dije: “Pero qué mamón es Javier Cercas, me cae. ¿Acaso nos cree idiotas o con poca capacidad de retención?”
El asunto me interesó de inmediato porque el tema de la vida después de la muerte, Dios, la fe y cosas de ese talante me traen de lo más entretenido desde hace muchos años. Sobre todo en los últimos dos, cuando ya no puedo apostar a que viviré una o dos décadas más. Chance una, pero dos, lo veo cañón.
Aunque no me lo preguntaron se los digo para los deslindes tan de moda: me declaro agnóstico con inocultables tendencias a la religiosidad sin instituciones. ¿Por qué no me defino de una vez por todas como creyente? Facil: por la volatilidad de los mercados celestiales, las dudas ontológicas más allá de la cúpula del trueno y por la consciente determinación de no caer en la sobadísima costumbre de acogerme “al Dios de Spinoza”.
En materia celestial y para abreviar, les espeto sin rodeos lo siguiente: hace poco más de treinta años y para no sufrir demasiado con esas incertidumbres divinas, decidí refugiarme en la convenenciera conclusión de Blas Pascal (siglo XVII) respecto a la existencia de Dios. Quienes me conocen lo saben: nunca he sido un tipo valiente, osado, temerario o con carácter. Al contrario, soy un miserable Godínez. Esa condición clasemediera me faculta para optar por Pascal cuando de la vida eterna se trata aunque sus ideas atenten contra mi agnosticismo bajo en calorías.
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Les dejo una sucinta versión del argumento pascaliano y si les corroe la curiosidad (pero les da hueva leer los escritos del buen Blas Pascal) métanse a Google y atásquense. Va en cursivas: “Si apuestas que existe Dios y Dios existe, lo ganas todo; si apuestas a que no existe Dios y Dios existe, lo pierdes todo”.
No pretendo convencer a nadie con mis ideas. Me parece perfecto si algunos de los lectores que me hacen feliz con su lectura son budistas, marxistas, guadalupanos, neoliberales, musulmanes o católicos. Para mis cimientos sentimentales y las políticas instrumentadas al respecto, no hay postura religiosa o política capaz de atentar contra mis afectos, pero reconozco las señales en la volubilidad de estos asuntos y me alejo prudentemente y sin alardes de quienes, simplemente, no me soportan o me consideran una infección. Esa política la mantengo vigente desde el segundo semestre del 2018.
Segunda parte
El libro de Javier se teje alrededor de la pregunta referida más arriba. Para evitar despistes, se las recuerdo: ¿se va encontrar en el cielo la mamá de Javi Cercas cuando ella se muera? La mamá del autor es (más bien era, porque murió hace pocos meses) una católica aferrada, devota. Su hijo, por si faltara un ingrediente, es bien famoso, está en el lugar adecuado, a la hora precisa y nomás por ese don de la ubicuidad y su talento, unos chamacos picudos del Vaticano le extienden una invitación para acompañar al Santo Padre por Mongolia.
No sé si haya muchos mortales capaces de negarse a una experiencia de ese tipo, pero ya saben cómo se las gasta Javi. Luego de pensarlo cinco minutos acepta con una condición: que el Papa le dé cinco minutos a solas para preguntarle si su mamá se reencontrará con su esposo en el más allá cuando ella entregue los tenis. Si el vicario de Cristo no está interesado en darle cinco minutos, el inefable Cercas no se sube al avión y no habrá libro.
A eso se le llama tener huevos.
“Más sin embargo”, el desplante de machito pedero de Javier no impresiona a los del Vaticano (“pos no vayas, güey” -pensaron). Pero se trata de Javier Cercas, no de Raúl Mejía y prometen hacer lo posible para que Francisco le conceda cinco piteros minutos al apóstata, ateo, racional y anticlerical español. Por allá, alrededor de la página doscientos, nos enteramos de lo obvio: el Papa Francisco, quien primero no mostró interés en darle cinco minutos a solas al inquieto escritor, termina concediéndoselos aunque los datos de ese conciliábulo se revelan allá por la página quinientos.
(NOTA: la paginación es la que aparece en Kindle).
Recononozcámolo: la confesión del ateísmo de Javier es bien vendedora y algunos nos enganchamos de inmediato, pero el libro, en realidad, no va de eso. La pregunta al Papa es un pretexto que se resuelve de manera conmovedora al final, en la mera última página del libro.
Tercera parte
Para mí, la primera parte del texto (las primeras doscientas páginas) es bien interesante. Cercas tiene ocasión de hablar con intelectuales del Vaticano y funcionarios o amigos cercanos al Papa. Va una glosa. De entrada, la charla con Lorenzo Fazzini es un excelente aperitivo para entrar a las conversaciones con Antonio Spadaro, “intelectual de cabecera” de Bergoglio. Hablan sobre la naturaleza y aportes del papado de Francisco y la importancia del pensamiento simbólico en los países asiáticos, por cuya geografía no pasó la Ilustración y por ello la razón y la emoción no están separados.
Con Spadaro se aborda también el tema del “Constantinismo”. En llanas palabras, se puede definir como la unión del poder político y la religión; sobre la fe y la razón -eso de la fe y la razón lo aborda con muchas personas de lo más interesantes y conocedoras.
Sobre el discernimiento, un concepto apreciado por Francisco. Una especie de herramienta de conocimiento que sirve para descubrir la verdad de Dios -así, humildemente.
No quiero dejar de lado la charla con el cardenal José Tolentino, con quien Cercas tiene una conexión afectiva instantánea. Con él se extiende en los temas dejados a medias en la charla con Spadaro -por ejemplo, se amplía el asunto del discernimiento
Con Antonio Torniello se aborda el asunto de la polémica postura inicial del Papa en la invasión rusa a Ucrania y su apoyo a la dictadura argentina entre las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado.
Esos son sólo algunos de los temas y de verdad se los digo: la manera de tratarlos son una cosa muy disfrutable. Para la reflexión.
La tercera parte es la que menos me atrajo. Son otra batería de encuentros con religiosos que viven en Mongolia tratando enraizar la religión católica. La mera verdad, la considero poco necesaria, pero pus cada quien la calificará como la vaya en la lectura. Para mí, con doscientas páginas menos de texto hubieran logrado un libro redondito. Sin desperdicio, pues.
Final
Las últimas setenta páginas, cuando Cercas finalmente se pone a charlar con Víctor Manuel “Tucho” Fernández (amigo cercano del Papa) sobre diferentes temas, y “la angustia que tenemos como lectores sobre la respuesta precisa del pontífice a la pregunta de Cercas”, son conmovedoras.
Nomás por esas páginas vale todo el esfuerzo de leer semejante tabique. Y sí, los de la editorial trabajaron mercadológicamente para entregar este libro a las masas aprovechando comercialmente la muerte del Papa.
Aun así, es un libro bueno. Muy bueno.
Foto superior: Perro En La Plaza De San Pedro. Autor: Rjontou