Por Raúl Mejía
Cuando Alemania nos goleó hace un año en la Copa Confederaciones, recuerdo el ahínco, la vehemencia, el placer con que José Ramón Fernández y su fiel escudero David Faitelson hicieron garras a Osorio, a la selección nacional, al futbol mexicano y a cuanto se les ponía enfrente. Alemania, señoras y señores, nos había puesto una madriza con una selección de suplentes (digamos le versión “C” de la Verdadera Mainnschaft). ¡Hasta con un equipo de segundo o tercer nivel, los teutones nos mostraban su superioridad! Fuimos víctimas de la más alta escuela futbolera y su mezcla de juventud y experiencia. Si esto mostraban a un año del mundial de Rusia, los germanos arrollarían cuanto se pusiera en su camino.
Cuando nos enteramos del grupo en que nos tocó, tragamos saliva: era “el grupo de la muerte” y nadie (salvo a quienes aman el cricket o el macramé) daba un pinche centavo por el equipo azteca y, además, el cierre de la preparación de la escuadra totonaca puras vergüenzas nos entregó. Eran partidos de preparación, sí, pero ¡qué forma de mostrar las miserias, por Dios!
Cuando México le ganó a Alemania en “el grupo de la muerte” pusimos al Tri en un altar: la mejor selección de todos los tiempos porque ¿saben? México ganó el partido que tenía obligación de ganar y los hijos de Goethe -una bella pieza de ingeniería futbolera esa escuadra- sucumbieron pasmados ante esforzados hijos del “sí se puede”, del “vamos a echarle ganas” y del “no fue penal”.
Cuando México perdió con Suecia (luego de ganar seis puntos inimaginables en los pronósticos de todas las encuestas del mundo), México mostró la mediocridad que nos ha caracterizado.
Cuando Alemania fue eliminada por unos chaparritos orientales, se nos olvidó toda la ingeniería germánica mostrada un año antes y -obvio- a ese representativo europeo cualquier equipo pelagatos le hubiese ganado y, claro, pinche México, no logramos dar ese “salto de calidad”, no avanzamos, carajo. Suecia nos mostró el real nivel (rastrero) padecido en materia balompédica, cultural y política.
Cuando la suerte nos colocó en segundo lugar para enfrentar a Brasil lo supimos (otra vez): “es remota la posibilidad de ganarle a la banda de Neymar”, una goliza nos espera porque no terminamos de creernos la grandeza implícita en la raza de bronce y lo nuestro es el montón, pura comparsa.
Así las cosas.
Este lunes, quizás México pierda el partido y regresaremos a casa imaginando puras chingaderas… pero quizás gane y eche del mundial ni más ni menos que a Brasil con todo y su pinche mercenario Neymar. Si esto último ocurre ¿seremos grandes por fin? ¿Alemania, en un año, pasó de ser la maravilla que nos “humilló” y ahora resulta que es peor que México y Corea? ¿No será (también) que se juntaron dos semanas infames para los dirigidos por Joaquín Löw y un mal día mexicano (con Suecia)? Lo ocurrido no le resta nada a una liga de primer nivel, una selección cansada de tanto partido y edad avanzada entre sus jugadores. ¿Dónde quedó el relevo generacional alemán pues?
México ganó (por fin) los partidos que tenía que ganar porque, para lo que realmente importa, era francamente irrelevante si en los partidos de preparación nos ganaba Libia, Guatemala o Haiti. Lo trascendente era ganar los de la primera fase de grupos en el Campeonato Mundial de Futbol, pasar a la siguiente ronda y se logró. ¿Suecia nos pasó por encima? Sí. A Brasil le pasó lo mismo en el mundial pasado (en casa propia) y Corea –“pinche equipillo rascuache”- humilló a los alemanes… pero reitero ¿quién no le gana a Alemania ahora mismo?
Cuando México empató con Brasil en el mundial pasado casi accedimos al olimpo, pero como “la verdeamarelha” llegó a la final y fue goleada inmisericordemente, entonces el mérito de empatar nosotros con los anfitriones no tuvo ninguna importancia. “Cualquiera le ganaba a ese Brasil”.
Como dijo un inminente expresidente: “ningún chile nos embona”.
En unas horas México cambiará (y no es broma) pero algunas cosas seguirán igual: si le ganamos a Brasil ya podemos beatificar a Osorio y hacer estampitas de esos cracks que pasaron al quinto partido… si perdemos será “normal”.
Una cosa me queda clara: el lunes será uno de esos días aciagos, dramáticos, climáticos, agobiantes que cada copa mundial de futbol tiene por norma regalarnos. El señor Valenzuela me pidió enviar ya un pronóstico y recuerdo el que hice previo al choque con Alemania. Por supuesto, no daba un centavo por México y nos ganarían por tres goles a cero.
Me tragué con gusto mis palabras.
El lunes nos echaremos un tirito con Brasil… ojalá dejemos fuera al scratch du oro. Nomás para ver cómo se ningunea a esos dioses verdes y amarillos que juegan como clasemedieros y cobran como estetas del balompié; porque eso serán si México los derrota: unos mediocres. En ese escenario la culpa será de los brasileños porque México, “obviamente”, no tiene méritos.
No pronosticaré nada. Espero un triunfo de México nomás porque se siente bien bonito eso de ganar… pero también espero una derrota.
A ver, hállenle.
Foto superior: Armando Lobos/Flickr