La gira de documentales Ambulante se ha distinguido a lo largo de 18 ediciones por integrar películas que reflejan la cruda realidad del país. Casos como Hasta los dientes (2018) demostraron que combinar el periodismo con el ejercicio audiovisual es una fórmula incluso para exigir justicia, lo que se vio cuando el Estado mexicano pidió disculpas por el asesinato extrajudicial de dos estudiantes en Monterrey.
En su paso por Michoacán se ha incluido el documental Una jauría llamada Ernesto, de Everardo González, quien hace un retrato de niños y adolescentes que han sido reclutados por grupos de la delincuencia organizada.
De este director hemos visto películas como La libertad del Diablo (2017) y Los Ladrones Viejos (2007), donde se reflejan momentos históricos del país muy distintos entre sí. En el primero se habla de los clásicos “amantes de lo ajeno” que asaltaban residencias en la Ciudad de México, y en el segundo ya se plasman los horrores del crimen organizado.
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Como una suerte de secuela, Una jauría llamada Ernesto se enfoca en los niños reclutados por el narcotráfico. Mediante una técnica visual que propicia el anonimato, la cinta da vida a testimonios que comparten cómo los criminales engrosan sus filas de sicarios, sin importar que estos sean adolescentes.
En una entrevista de la revista Encuadres, Everardo González señala que el documental encontró un puñado de voces adolescentes que se dedican al sicariato. “Son también las voces de los traficantes de armas que un día pondrán esas armas en las manos de los jóvenes”.
La película tendrá una función especial este sábado a las 18:00 horas en la Casa Natal de Morelos, sin costo, como la mayoría de proyecciones de Ambulante. El director estará presente para responder las inquietudes de los asistentes, así que sería imperdonable perdérsela.