Una de las gratas sorpresas de la sección de Estrenos Internacionales del FICM, fue Whiplash (2014), segundo largometraje del joven director y percusionista estadounidense Damien Chazelle. Hoy la tenemos en cartelera.
Por Armando Casimiro Guzmán
La cinta tuvo un gran recibimiento cuando fue presentada en la edición 2014 del Festival de Sundance, en donde obtuvo no solo el Premio del Jurado sino también el Premio del Público. La película se presentó también con gran éxito en la Quinzaine des Réalisateurs del año pasado, una sección paralela del Festival de Cannes, que busca nuevos talentos además de reconocer el trabajo de cineastas ya establecidos.
El guion, obra del propio Chazelle, está basado en un cortometraje que él mismo dirigió un par de años atrás y relata la experiencia de Andrew, un joven baterista de diecinueve años que se identifica con los grandes clásicos del jazz. Mientras estudia en el conservatorio de una prestigiosa escuela de música, Andrew conoce a Fletcher, un instructor verdaderamente cruel, que no se detendrá ante nada para explotar el máximo potencial de sus estudiantes.
Aunque por la premisa inicial uno podría suponer que no es más que una película de superación, de esas que tanto ama el público estadounidense, pronto nos damos cuenta de que en realidad la trama se transforma casi inmediatamente en un agresivo y emocionante juego de egos y competencia entre maestro y alumno, ambos inadaptados sociales que comparten el mismo grado de obsesión por la música.
Pero la intensidad de una cinta como Whiplash no sería posible sin la gran pareja de actores que dan vida a los protagonistas, es el caso del joven Miles Teller, conocido por el drama independiente The spectacular now (2013) de gran desempeño en Sundance, pero sobre todo resulta inolvidable J.K. Simmons como el exigente y temerario mentor, cuyo método de trabajo bien podría compararse con el del malencarado sargento Hartman del clásico de Kubrick, Full metal jacket (1987).
A pesar de que el jazz pueda no ser uno de los géneros musicales favoritos del espectador, resulta imposible resistirse a la energía que despliegan los ejecutantes, sobre todo por un par de temas clásicos que se repiten constantemente (uno de ellos el que da título al filme). De cualquier forma, la estructura de la historia funciona de manera tan impecable que es difícil distraerse con la abundancia de música en el filme.
Whiplash es indudablemente uno de los grandes trabajos del año, pero su carácter de obra independiente, así como el género musical que aborda, no han resultado lo suficientemente atractivos para un público acostumbrado a productos de alto presupuesto, con actores conocidos y grandes dosis de publicidad (lleva recaudados poco menos de diez millones de dólares en Estados Unidos desde su estreno en octubre). Pero al margen de lo anterior, lo de Chazelle es un trabajo intenso y brillante, una de esas películas que arrollan al espectador con lo electrizante de su propuesta. Imperdible.