Como ya es tradición en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), se presentó la película ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake, 2016), largometraje número veinticuatro en la cuenta del prolífico Ken Loach, un habitual del certamen francés en donde ha sido nominado trece veces al premio más importante y ha resultado ganador en dos ocasiones, la anterior fue en la década pasada con del drama sobre la independencia irlandesa El viento que agita la cebada (The wind that shakes the barley, 2006). De hecho se cuenta que tras su exhibición en Cannes, el director inglés y su equipo recibieron una ovación de más de quince minutos por parte de la audiencia.
Como es habitual en la filmografía del realizador, el guion fue escrito por su amigo Paul Laverty. Involucra a un hombre de mediana edad que busca mantener una pensión gubernamental debido a una delicada enfermedad del corazón. En su periplo se cruza con Katie, una joven madre soltera de dos pequeños que lucha para recibir el apoyo de desempleo mientras sufre por encontrar un trabajo. Blake le ofrece ayuda a Katie al tiempo que busca recuperar los beneficios que le corresponden.
El cineasta de ochenta años había anunciado que su anterior película Jimmy’s Hall (2014), sería la última de su extensa filmografía, pero cuenta que decidió volver a rodar después de revisar el guion que le llevó su camarada Paul Laverty. En menos de una semana decidió que quería volver a estar tras la cámara. Y ahora, a pesar de su avanzada edad y el cansancio que representan los rodajes no se atreve a decir si ésta sería la conclusión de su carrera como director de cine.
Podría decirse que el tema de la cinta gira en torno a la escasa funcionalidad del sistema de servicios sociales de Inglaterra. Aunque Loach siempre ha hecho hincapié en que a él no le corresponde hacer denuncias, únicamente contar historias. La frustración de las personas que viven al día le hace sentir empatía con ellos, por eso gran parte de su obra tiene como protagonistas a personajes de la clase trabajadora.
La increíble cantidad de trámites que deben realizarse para acceder a los servicios sociales termina por desanimar a quienes los requieren, es tan largo y lento el proceso que muchos terminan tirando la toalla. Daniel Blake decide pelear, pero en el camino deberá pasar hambre y sufrir las consecuencias de su enfermedad. Katie, con dos hijos a cuestas, debe recurrir a los bancos de alimentos primero, a robar después y por último aceptar un oficio vergonzoso.
La cinta plantea un cuestionamiento al deber del Estado cuando vemos a un hombre enfermo dar vueltas por horas buscando un empleo que sabe que no podrá tomar, cuando se esfuerza por llenar una solicitud por Internet y de una madre que se ve obligada a cambiar su lugar de residencia para tener acceso a un departamento y se le niega la atención por llegar unos minutos tarde. En vez de respuestas Daniel Blake recibe un curso de elaboración de currículum.
Definitivamente no es la mejor película de Ken Loach, no tiene la suficiente profundidad de Swet sixteen (2002), ni es tan divertida como Buscando a Eric (Looking for Eric, 2009). El cineasta británico sigue explorando esta vertiente del deber social y la solidaridad pero lo hace de una manera convencional, sin sorpresas. En todo caso es un filme lo suficientemente bien logrado como para cerrar de manera digna una carrera de esa envergadura.