Azúcar y estrellas (À la belle étoile, 2023), largometraje debut del especialista en efectos especiales y asistente de dirección Sébastien Tulard, se inscribe en la serie de películas sobre la superación profesional y personal. Contra lo que pudiera pensarse, no hay muchos de estos ejemplos en la extensa lista de títulos que ha traído a lo largo de su existencia el Tour de Cine Francés, después de todo es un subgénero típico del cine estadounidense.
El protagonista de esta historia es Yazid, un joven de origen árabe, que en su infancia sufrió la tutela de una madre negligente y abusiva. Evidenciando un profundo contraste, recibió el cariño y las enseñanzas de su familia adoptiva, quienes lo introdujeron en el quisquilloso arte culinario, particularmente en el área de la repostería. Adolescente problemático pero tenaz, Yazid logró abrirse paso, no sin pasar grandes apuros, en ese ambiente elitista, en el que no se permiten errores de ninguna clase.
La película está basada en la vida de Yazid Ichemrahen, chef de repostería, que a sus 32 años es toda una celebridad en los círculos culinarios franceses. Ichemrahen publicó en 2016 el libro Un rêve d’enfant étoilé (todavía sin editarse en español), en donde cuenta su difícil y violenta historia personal, la complicada relación con su madre y la manera en cómo la repostería lo ayudó a darle un sentido a su existencia. De hecho, el libreto del filme está firmado por el chef en conjunto con el guionista profesional Cédric Ido.
Te puede interesar
Tour de Cine Francés: Mi crimen
La historia comienza en 2006, con Yazid sobreviviendo a las difíciles condiciones de un albergue juvenil mientras recorre diariamente decenas de kilómetros para asimilar las enseñanzas de uno de sus ídolos culinarios. Dotado de un talento natural, es capaz de elaborar los postres más complicados, sin embargo a cada pequeño éxito sigue un retroceso derivado de las condiciones de su entorno.
El principal obstáculo es su madre. Desobligada, inestable emocionalmente y mentirosa compulsiva. Por momentos se llega a insinuar una posible adicción o incluso prostitución ocasional. La progenitora rechaza las muestras de cariño de su hijo despreciando los postres improvisados que amorosamente le prepara. A la larga, madre e hijo dejan de verse, el único intento de reconciliación es un postre cuidadosamente empaquetado, que la madre prueba en su cama de hospital poco antes de fallecer. Aunque con algunas dificultades, la forma en que Tulard desarrolla esta relación conflictiva es en uno de los aspectos más logrados del filme.
Ahora bien, entendiendo que el tono general de la cinta es optimista y agradable, lo cierto es que el guion evita profundizar en temas que afectan directamente al protagonista, como las condiciones de los hijos de inmigrantes africanos en Francia o el elitismo de la industria repostera. En términos visuales las escenas del campeonato culinario son probablemente las peores del filme.
También lee:
Viggo Mortensen es el invitado del FICM
Al más puro estilo de cualquier reality show, apoyados por un público extrañamente entusiasta, los concursantes preparan platillos maravillosos en un espacio pobremente iluminado. Por si fuera poco, a lo largo del metraje el director francés abusa de los acercamientos a los alimentos, que en nada superan a los de un comercial de televisión promedio.
Hace apenas unos meses ardían los suburbios de París, en un claro contraste con el optimismo de Azúcar y estrellas. Tal vez Sébastien Tulard tenía el encargo de presentar una película entretenida, sin aspirar a nada más (no es casualidad que el protagonista sea interpretado por el influencer Riad Belaïche, mejor conocido como Just Riadh), en cierta forma lo logra, aunque queda claro que esta no será una de las memorables del 27 Tour de Cine Francés.