Bien podría haberse llamado “Cuando los hijos se van”. Sin embargo, el joven realizador francés Nathan Ambrosioni eligió un título menos evidente para su más reciente trabajo: Toni y su familia (Toni, en famille, 2023). Tal es el cuarto largometraje que escribe y dirige, nada mal para sus apenas 25 años de edad.
Antonia, Toni para los amigos, es madre de cinco adolescentes que anda en sus cuarenta y tantos. Es una cantante de un solo éxito hace ya más de 20 años y con un presupuesto cada vez más ajustado. Pero se plantea darle un giro a su vida ante la inminente partida de los dos mayores, uno se va a la universidad, la otra a una compañía de danza en Hungría.
Para interpretar a este personaje, Ambrosioni eligió a Camille Cottin. Se trata de una de las actrices francesas más conocidas en este momento y una de las más presentes en las últimas ediciones del Tour de Cine Francés. Es evidente que con sus antecedentes en la comedia y su facilidad para el canto, Cottin resultó ideal para el papel.
La película inicia con una escena donde la madre recoge a los chicos en la escuela. Parece algo de rutina, pero con cinco adolescentes trepados en un auto el asunto puede convertirse rápidamente en una pesadilla. Conforme avanza el metraje nos enteramos que la protagonista es viuda y que obtiene sus modestos ingresos de las regalías que todavía le proporciona su efímera carrera como cantante pop.
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Entre las mejores secuencias está esa cuando uno de los chicos insiste en visitar a su padre. Uno pensaría que tal vez es una pareja divorciada, pero en la escena siguiente, vemos cómo madre e hijo depositan flores en una tumba, algo que hasta entonces había ocultado hábilmente la narración.
En un taller de reorientación vocacional, y sin venir mucho a cuento, Toni hace un balance de su entrada al mundo de la música. Impulsada por su madre, quien era una entusiasta de los programas de televisión del tipo La Voz, Toni hizo una audición. Lo que sigue es una llamarada que se extinguió muy rápido. La joven cantante decidió convertirse en madre, tantas veces como le fuera posible, para escapar de una carrera que se le estaba yendo de las manos.
Con mayor o menor fortuna, el guion de Ambrosioni intenta dotar de una personalidad propia a cada uno de los adolescentes. Está la de carácter fuerte que cuestiona sin pelos en la lengua las decisiones de su madre. También los que salen del clóset, además de la chica que no rompe un plato y el problemático que se orina en la cama. La interacción entre los personajes es fluida y equilibrada, aunque nos tiene reservadas muy pocas sorpresas.
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Vale la pena detenerse un poco en los antecedentes del director, quien rodó su primer largometraje cuando era un adolescente. Después de dos filmes independientes de terror, Ambrosioni asaltó las carteleras a los 17 años con un giro temático. Banderas de papel (Les drapeaux de papier, 2019), cuenta la historia de dos hermanos (hermano y hermana para ser más precisos), el mayor de los cuales acaba de salir de prisión. Cabe aclarar que además de dirigirla, Ambrosioni escribió el guion e hizo la edición.
Toni y su familia es una cumplidora aproximación a la necesidad de cambio de una protagonista que ha dado todo para los demás y ahora busca su espacio. El detonante es la partida de los hijos, evento que resulta traumático, pero que también es una oportunidad para replantearse el futuro. Con algunos destellos interesantes y signos de prematura madurez, la cuarta entrega de Ambrosioni lo confirma como una de las promesas del cine comercial francés.