Por Alejandra Quintero
Se trata de una ficción basada en un hecho real ocurrido en Rumania en 2002; sin embargo, la cinta está ambientada en los 90, por un capricho del director, Tudor Giurgiu, de sentir más empatía con esta década. Esta coproducción Rumania- Francia salió a la luz en el 2012 y obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Varsovia en el mismo año.
Relata la historia de un grupo de obreros que se quedan sin trabajo cuando su jefe vende la fábrica de automóviles donde laboran, a unos franceses que pretenden desaparecer todo, pero que disfrazan haciéndoles creer que solo cambiará el giro al convertirse en una enlatadora de caracoles. Desarrollada en una población pequeña de Rumania, vemos cómo los trabajadores en su afán por no quedar desprotegidos y a la vez a sus familias, deciden por iniciativa de su líder sindical vender su esperma a una clínica estadounidense, que además en palabras del director, fue catalogada dentro de las peores ideas del mundo para salvar negocios.
Este segundo largometraje de Giurgiu tiene una extraña mezcla de cultura popular universal como la música de Julio Iglesias y la referencia, en cuanto al contexto histórico de la ficción, de la visita de Michael Jackson a ese país. El resultado de esta cinta es una comedia mezclada con momentos entrañables de historias personales: la secretaria enamorada del hijo del nuevo dueño de la fábrica, las familias quebradas por la situación económica, la desfachatez de un viejo ambicioso y la unión de un grupo de amigos en los peores momentos, que se entrelazan y arrancan las risas del público por ese humor ligero que permite sobrellevar el tema de un pueblo post comunista en crisis. Una comedia agridulce bien lograda del también director del Festival Internacional de Cine de Transilvania.