Cuando voy al cine experimento cuatro posibilidades: 1) Sentir que la película duró muy poco porque es buena; 2) Me quedo dormido porque ya no entendí nada; 3) Me salgo porque eso está terrible, y 4) Me quedo nada más porque nadie me espera afuera.
Estas semanas he ido mucho al cine y procedo a contarles lo que he visto.
Muscle Shoals: la cuna del rock
Es un paraíso donde los girasoles crecen por cientos, donde el agua sí es transparente y los árboles se multiplican. Se llama Muscle Shoals, una pequeña comunidad enclavada en Alabama y donde un tipo llamado Rick Hall se empeñó en construir los Fame Studios, hoy, célebres por grabar a bandas como The Rolling Stones y solistas como Aretha Franklin.
El documental dirigido por Geg Freddy Camalier viene en el paquete de Ambulante 2014 y no puede decepcionar a nadie, pues cuenta una historia donde el racismo es vencido por el espíritu de la música.
Se significa también como un tributo a esos artistas anónimos que graban con los famosos pero que apenas aparecen en los créditos, y desde luego, es el homenaje a quien empeña la vida y no sede ni siquiera ante las amenazas de un capitalismo voraz. “Quiero a esas negras que cantan en I´ll take you there”, exigió Paul Simon a Stax Records, pero no había ninguna negra, sino tres hombres blancos que lo mismo hacían coros que tocaban instrumentos en las sesiones. En ese pequeño estudio se cocinaron centenas de discos, algunos con ventas millonarias y otros con los que no pasó gran cosa en el terreno comercial, pero todos caracterizados por una inspiración inusual sumada al grado de perfeccionismo de Hall, quien a veces era una pesadilla para los artistas. Casi dos horas de grandes recuerdos y un soundtrack que por razones obvias resulta exquisito.
Talking Heads: stop making sense
Se dice que el concierto que ofrecieron los Talking Heads en el Teatro Pentages de Hollywood, en 1983, es uno de los más grandes y gloriosos directos de la historia. Sí, se trata de una presentación inolvidable que afortunadamente ha sido restaurada y remasterizada con la famosa tecnología Dolby, así que a tres décadas de distancia, vemos a un enloquecido David Byrne retorciéndose en el escenario, con un traje gigante y una elegancia poco común. El new wave y el post punk en su máxima expresión, con rolas que aún suenan a nuevas, tal como sucede con Pscycho Killer, a la que bandas dosmileras como Hercules and Love Affair, Franz Ferdinand y tantas otras, le deben mucho.
Crecieron influenciados por Los Ramones, pero pronto se despegaron y construyeron una serie de sonidos que más bien los volvieron inclasificables. Nunca fueron la banda más popular, pero sí muy respetada y seguida por quienes desechan las tendencias y navegan en la experimentación. El geniecillo de Byrne sigue vivo, lo mismo impulsando a bandas latinas que haciendo bisnes con Bill Gates. Pero si lo quieren ver en su mejor época, no dejen de ver este concierto, también disponible en Internet.
El crimen del Cácaro Gumaro
Andrés Bustamante es uno de los pocos comediantes respetados en México. Bueno, no se necesita ser muy bueno para tal distinción, pues desde que yo recuerdo la televisión mexicana ha estado llena de cómicos insulsos y tarados. El famoso Ponchito tuvo su época de gloria en los 90 y principios de los dosmiles, sobre todo teniendo como patiño al cascarrabias de José Ramón Fernández, vejado por el Hooligan y otros personajes que aparecían cada dos años en los mundiales y los juegos olímpicos. Cuando supe que Bustamante debutaba en el cine, no solo como actor sino como guionista, entré en conflicto, pues ya lo ubicaba como un tipo desgastado que repetía los mismos chistes en sus últimas apariciones, algunas de ellas en los infames espacios deportivos de Televisa. Pero cabía también la posibilidad de que tomara un segundo aire y se reinventara, que renaciera sobre las cenizas de Ponchivisión, su proyecto fallido de tele.
Pues no pasó. El Crimen del Cácaro Gumaro (Emilio Portes, 2014) es una comedia a la que solo le puedo dar un calificativo: boba. Coescrita por Armando Vega-Gil, narra la historia de dos hermanos que heredan la casa y el viejo cine de su padre. Gumaro, el soñador, querrá revivir esa vieja tradición de ver películas en la pantalla grande, pero Archimboldo lo combatirá con la piratería y los sabotajes. En medio estará el presidente municipal corrupto de Güepez: Don Cuino, a quien solo le importa cobrar más impuestos y construir una estatua en su propio honor. El argumento no suena tan mal, tampoco que se hagan múltiples referencias al cine mexicano, desde la época de oro hasta la contemplación de Reygadas. De hecho, la cinta se anuncia como eso: una parodia y recuento de la historia del cine en México, con todo y su época de ficheras, de monstruos, de presencia internacional, de caricaturas y de esos festivales pretensiosos y de celebridades. La intención es buena, pero el resultado es desastroso, con imitaciones ñoñas de Paulina Rubio o chistes tan malos como ese de jugar con las palabras Cannes y canes. La historia es un espagueti de gags muy tontos, de lugares comunes y situaciones previsibles, de referencias sobradas y de un Bustamante al que se le acaba la gracia en las primeras escenas.
Lo que sorprende, o no, es la buena prensa de la película; y es que desde que un “crítico” (en realidad una diva que se pasea por todos los festivales de México) aparece en la cinta, uno ya sabe que este proyecto se cocinó entre amigos del medio y por lo tanto recibirá buenos tratos por parte de los que saben del asunto.
Erick Estrada, célebre por una penosa entrevista con Carlos Reygadas, afirma en Cine Garage que El Crimen del Cácaro muestra referencias que nunca son obvias… carajo, ¿más obvio que disfrazar al protagonista de Pedro Infante? ¿Más obvio que decir Amores Pelos o llamar al cine Linterna Mújica? ?Más obvio que el mismo título de la obra?
Pero la joya de la crítica amiga la encontramos en La Jornada, donde Aurelio Fernández se deshace en halagos hacia la película, como imitando a Jaime Avilés cuando escribe sobre su santo patrón Andrés Manuel. Vean si no: “Uno se engancha a la película irremediablemente, no hay tiempo para la distracción. La risa se mezcla con el deleite de la crítica social que allí se lleva a cabo, del finísimo y hasta imperceptible, para muchos, albur de los guionistas”. Y hay más: “Destacan las actuaciones de Ana de la Reguera, que a su muy destacada figura agrega un talento que no se le había visto antes”. Uhhh, ¿acaso Fernández no vio esa otra joya de la parodia a las luchas llamada Nacho Libre?
Emilio Portes tuvo un agradable debut con Conozca la cabeza de Juan Pérez (2008); ahora ha hecho una cinta por encargo repleta de chistes tan viejos como algunos de los que se colaron en El Santos vs La Tetona Mendoza (Alejandro Lozano, 2012). Creo que, justamente, lo más rescatable de la cinta es la aparición de Jis y Trino diciendo que eso está peor que su película.
Y sin embargo a este crimen no le ha ido mal en taquilla. Claro, con miles de espectadores que ríen con Derbez, los Mascabrothers o Las Lavanderas, el éxito ya estaba garantizado.