Para los escritores mexicanos hoy, la máxima de Carlos Fuentes de que todo está ya escrito parece no existir, claro, no en el sentido estricto, como Tolstoi afirmaba.
Los cuatro grandes temas de la literatura (el amor y el odio, la guerra y la paz) se han venido abordando una y otra vez pero desde un sinfín de perspectivas, donde los libros más connotados han tenido la suerte de ser únicos e irrepetibles, y es a ello a lo que me refiero, no es que los escritores a partir del siglo pasado hayan comenzado una vanguardia (aunque algunos así lo afirman), sino que la época que les ha tocado vivir, el talento y la ruptura con la sacralización de los clásicos les ha servido para postular nuevos conceptos literarios.
Los ejemplos son muchos, pero en esta ocasión basta uno para ilustrar la premisa. Los predilectos, del escritor mexicano Jaime Mesa, publicado el año pasado por Alfaguara, es una novela que, a pesar de no pertenecer el autor a la generación del Crack, se puede partir de la misma para explicar su estilo. La historia no tiene prácticamente ningún lazo emocional con México (como muchos de los autores se empeñan en tener sea cual sea el tema), y su cosmopolitismo como base presenta la interesante historia de Scarlet Kunzen y un grupo de jóvenes pertenecientes a una banda de rock, que a su corta edad han logrado todo a lo que cualquiera pudiera aspirar. Para ellos los excesos son cosa de todos los días y algo por lo cual vale la pena estar vivo, llegando al punto del cuestionamiento filosófico: ¿Qué hacemos ahora con nuestra existencia?, ¿Si no tenemos esto, entonces qué tenemos? La perspectiva que tienen de sus vidas y de los otros deviene en una serie de acontecimientos compartidos que los llevarán al límite, el cual el lector tendrá que recorrer junto con ellos con el mismo vértigo y emoción, hasta juntos reflexionar sobre aquellas preguntas que por momentos deseamos descubrir de inmediato para evitar la catástrofe de estos sujetos tan reales, mientras que en otros instantes preferimos sucumbir a la duda, ya que como ellos, nadie queda ajeno a esas inquietudes de carácter ontológico.
Los predilectos como novela es un éxito, no se puede leer sin sentir que el texto tiene un gran valor narrativo, la perfección de los personajes y la adecuada construcción de escenarios no son nuevos en Jaime, de quien podemos decir lo mismo de su primer trabajo Rabia, y no es gratuito señalar que fue discípulo del gran Daniel Sada, pues la sombra del autor de Casi nunca se postra sobre el estilo de Mesa como un fantasma que le susurra al oído las fortunas de la literatura. Y si como novela es un éxito, Los predilectos como obra literaria tiene mucho que ofrecer, la manera en que el escritor logra extrapolar las situaciones y vicisitudes de los personajes y sus contextos a las preguntas primordiales de la esencia humana: “¿Qué hacer con los años que te quedan cuando has llegado muy joven a la cima? ¿Qué podría emocionarte, si todo te ha sido dado y nunca has tomado en serio ninguna responsabilidad?” colocan a este libro como pieza clave para entender la nueva literatura, la que ya se escribió desde hace siglos, pero cuya voz suena en un tono distinto, tan distinto que parece otra.