Después de dos días de estar desaparecido y tras una frenética búsqueda por toda la ciudad, la mañana del domingo 21 de septiembre fue encontrado sin vida Raúl López Mendoza, reportero gráfico de Cambio de Michoacán. Por causas naturales, según las autoridades; la indiferencia de la sociedad, el motivo de su muerte, sostenemos sus amigos y compañeros de trabajo.
Por Jorge A. Amaral
Estaba comiendo con mi familia cuando escuché un obituario en la radio, el cual hablaba del “sensible fallecimiento del reportero gráfico Raúl López”. Al escuchar eso tuve una sensación de vacío en el pecho. “¿Lo conoces?”, me preguntó mi esposa, “espero que no”, contesté y empecé a comer más aprisa para irme lo antes posible al periódico. De ida al trabajo no tuve humor ni para poner música en el coche, sólo conduje tan rápido como pude pero con ganas de no llegar, “como quien no quiere la cosa”, dicen por ahí.
En fin, llegué al periódico, me estacioné enfrente y mientras recogía mi portafolio y demás triques, vi al editor gráfico del periódico, un fotógrafo y a una de las editoras del sitio web, todos parados afuera del edificio y vestidos de negro. Los saludé con amabilidad pero sin efusividad, nada más por si las moscas, y en efecto, las pinches moscas.
–¿Ya sabes? –Me preguntó el editor gráfico–, ¿ya te enteraste?
–Espero que no sea lo que creo que sé.
–Sí, es lo que crees que sabes.
–Chale.
Silencio de unos segundos que parecieron horas, hasta que vino la explicación de lo sucedido.
Dos días perdido, encontrado muerto, a bordo de su carro, en una colonia de las más populosas de Morelia; bronco aspiración, la aparente causa, aunque ha sido bastante raro todo esto por todo el rompecabezas que se ha ido armando al transcurso de los días.
Pero como sea, Raúl ya no está, ya no lo veremos entrar a la Redacción con la sonrisa que apenas esboza quien ha andado en chinga todo el día, como suele ser la rutina de reporteros y fotoperiodistas, con su paso apresurado para descargar las fotografías del día.
Rulas, El Gringou, Raúl López Mendoza. Deja una esposa, hijos, nietos y hermanos, pero también compañeros de trabajo, amigos, unos más cercanos que otros por la naturaleza del trabajo, unos con más antigüedad que otros por la movilidad que suele haber en el gremio. Pero una cosa sí es cierta: todos quienes lo conocimos, quienes charlamos con él, quienes compartimos el chiste, el comentario mordaz, el albur, la carcajada, la consternación por alguna nota o el comentario ante algún chisme interno de la empresa, todos nos quedamos con el recuerdo de un hombre de trato cordial, sonrisa franca y saludo amable.
Alguna vez, Omar Arriaga me comentaba que con el paso del tiempo, en el oficio de corrector, los reporteros, corresponsales y fotógrafos se vuelven entrañables, y es que a diario se trabaja con sus notas, a diario se revisan planas con sus fotografías, y aunque uno no quiera, hasta establece el perfil de cada uno pues a veces las notas y las fotografías dicen más de la información que contienen pues son el reflejo de quien las hace.
Traigo esto a cuento porque las fotografías de Raúl López siempre reflejaron la necesidad de mostrar a los invisibles, como ese anciano que pide limosna o el niño que vende chicles en un crucero, o bien a los que sólo vemos como una masa amorfa y sin sentido, como los normalistas que, con rostro cubierto, bloquean vialidades y retienen vehículos, y los vemos como una abominable horda producto de la flojera de las autoridades y la laxitud del sistema, pero que en realidad no son más que estudiantes cuyas edades oscilan entre los 18 y los 23 o 24 años (recordemos que en las Normales no hay fósiles porque sí tienen una edad máxima para ingresar).
En fin, Raúl mostró a esos que nadie ve o nadie quiere ver, a esos que parecen esfumarse en cuanto cambiamos de banqueta para no verlos, y a través de esas imágenes podemos apreciar a Raúl aunque ya no esté con nosotros, aunque se nos haya adelantado en el camino que todos hemos de seguir. Salud, compañero, hasta siempre.