Supongamos que usted está a cargo de un estudio de grabación y en la cabina están cuatro genios improvisando y chacoteando de lo lindo. Bueno, eso sucedió en los estudios de Sun Records, alguien pulsó el botón de grabación y quedó para la posteridad un documento titulado The Million Dollar Quartet
Por Jorge A. Amaral
Cómo no grabar cuando se es testigo de tanta genialidad reunida en un solo lugar, cuando los grandes entre los grandes se juntan por azares del destino. Eso pasó el 4 de diciembre de 1956 en los estudios de Sun Records, en la mítica Memphis, Tennessee, cuando en una visita informal a su antigua casa disquera, Elvis Presley escuchó lo que estaba grabando en aquel momento Carl Perkins, que ya triunfaba con “Blue suede shoes”.
Para esa sesión había sido invitado el aún desconocido pianista Jerry Lee Lewis y Johnny Cash andaba por ahí por cuestiones de trabajo pues estaba en proceso un nuevo disco, así que al reunirse en el estudio comenzaron una jam session apoyados por W.S. Holand en la batería.
Por fortuna, el productor Cowboy Jack Clement consideró negligente de su parte no grabar ese encuentro y al pulsar el botón dio un salto a la historia del rockabilly con el registro sonoro de lo que al día siguiente, en la prensa local, se llamaría The Million Dollar Quartet.
Estas grabaciones, más que un álbum en forma, constituyen más bien un documento histórico tanto por lo fortuito de la sesión como por la espontaneidad que ahí se respira, pues lo mismo podemos escuchar temas como “Don’t be cruel” o “Paralized” de El Rey, que temas tradicionales y góspel como “When the saints go marchin’ in”, “Jesus walked that lonesome valley” o “Blessed Jesus (hold my hand)” que ponen de manifiesto la enorme carga de negritud en este momento de la historia del rock, y como muestra ello pensemos por ejemplo en Fats Domino, Little Richard o Chuck Berry.
Lo curioso de esta sesión es que sin haber sido la mega producción que pudo haber ameritado un encuentro de esta naturaleza, sí dejó buenos dividendos a quienes se colgaron de esto, tan es así que Million Dollar Quartet, el musical, se ha montado y vuelto a montar en teatros de Chicago y Broadway con gran éxito a fin de recrear ese encuentro, claro, con más producción y mucha música pues había que hacer de una grabación afortunada algo que también fuera agradable en el escenario, sobre todo si ninguno de los involucrados estaba en escena.
Ahora bien, musicalmente hablando, ¿por qué lo tengo?, ¿por qué lo atesoro?, ¿por qué se ha editado y reeditado toda vez que es, como dije más arriba, algo demasiado informal?, precisamente por eso, porque en esos 47 tracks podemos apreciar cómo a partir de la mera improvisación estos padres fundadores de la nación rocanrolera se fusionaron para conformar lo que puede ser considerado el primer súper grupo de la historia sin siquiera haberlo planeado.
Después de un buen rato de diversión en la cabina y al no poder seguirle el ritmo de metralla Jerry Lee Lewis (recordemos que como pianista era extraordinario), ni siquiera Elvis, este último se despidió, tras lo cual termina la grabación.
He de admitir que tenía mis dudas cuando lo conseguí, pues hay una delgada línea entre un artículo que vale la pena atesorar y un fetiche para fanático (me pasó con ciertas grabaciones de The Beatles cuyo mayor encanto es escuchar a Lennon tosiéndole al micrófono, all right!), pero después de escucharlo y ver el contexto es, insisto, no un álbum, sino un documento que vale la pena preservar para que cuando nuestros hijos insinúen que Los Románticos de Zacatecas es un clásico, decirles: mira muchachito come-mocos, sácate la cerilla con esto y me dices cómo te quedó el oído. Salud.