Presentándose en el concepto Sala de Arte de Cinépolis llegó a cartelera Gabrielle (2013), segundo largometraje de ficción de la joven cineasta canadiense Louise Archambault.
Por Armando Casimiro Guzmán
El realizador se dio a conocer hace algunos años con el drama Familia (2005), de extenso recorrido festivalero. En el caso de su más reciente obra, podemos decir alcanzó su punto más alto en el certamen de Locarno, en donde se llevó el Premio del público.
Gabrielle es una joven de 22 años que padece el síndrome de Williams-Beuren, una rara enfermedad genética (se calcula un caso entre cada veinte mil nacimientos), que presenta síntomas como retraso en el desarrollo mental y una expresión característica de la cara.
Gabrielle asiste a una asociación para jóvenes que están afectados por la misma enfermedad, lugar donde toma clases de canto (una particularidad común de quienes sufren este padecimiento es que suelen ser muy aficionados a la música). Durante estas sesiones se enamora de otro joven compañero del coro, con quien inicia un romance casi imposible, situación que obliga a la protagonista a iniciar una intensa lucha por su independencia y el ejercicio de su sexualidad.
Archambault, quien también coescribió el guion, decidió incluir en su película a los integrantes de la asociación Las Musas, que atiende a personas con el síndrome de Williams-Beuren, que cuenta con un coro. Pero no sólo eso, sino que eligió como protagonista a Gabrielle Marion-Rivard, una chica que padece el síndrome de Williams pero que se las arregla para llevar el peso principal en un filme que por momentos entra de lleno a los terrenos del documental.
Un grupo de actores profesionales apuntalan el trabajo de los integrantes de la asociación, entre ellos destaca el desempeño de Mélissa Desormeaux-Poulin, haciendo el papel de la hermana mayor de la protagonista, quien ha dejado de lado por muchos años sus intereses personales para hacerse cargo de una responsabilidad que ha estado evitando la madre de ambas. De esta manera se crea un entramado secundario con un conflicto familiar que rodea los anhelos de la entusiasta Gabrielle.
Dado el ánimo musical del filme es normal que buena parte del metraje lo ocupen los ensayos del coro y temas intermedios, para cerrar en una interpretación multitudinaria con el cantautor quebequense Robert Charlebois.
Gabrielle tiene la virtud de tratar con respeto y sin caer en excesos sensibleros temas como la sexualidad y la independencia de personas aquejadas con algún padecimiento que les permita ser completamente aceptados por la sociedad que los rodea.
Si bien se le puede acusar de cierta tibieza, la película cuenta con los elementos suficientes como para destacar en una cartelera que pronto empezará a poblarse con los estrenos hollywoodenses que marchan inexorablemente hacia los premios Oscar acompañados de exageradas dosis de publicidad y exposición mediática.