El disco 11 del compositor es genial
Por Francisco Valenzuela
Josh Rouse es de esos cantantes que parecen tener una fórmula secreta y bien guardada para que la mayoría de temas nos gusten mucho. Si ya antes lo había logrado con álbumes como El Turista (2010) y The Happiness Waltz (2013), hoy lo vuelve a hacer con la publicación de The Embers of time, en el cual suelta verdades completas acompañadas de ese estilo folk-pop que siempre lo ha distinguido.
En estos tiempos todos tenemos algo de ansiedad y damos click al siguiente tema en nuestros reproductores virtuales, pero con éste pasa lo contrario: uno deja correr canción tras canción y cuando estamos enganchados llegamos al último track.
Las letras del álbum pasan por las calles y ambientes recorridos por un compositor en plena madurez de vida: “Algunos días soy un oro, otros días soy malo, todo depende del clima y de cuánto beba”, nos dice en Somedays I´m Golden all night, a lo que sucede otra composición con toques de exquisitez: Too many things in my mind, para que después aparezca la infaltable armónica con New Young.
Si eres fan de la música sencilla que dice mucho más que cualquier composición barroca, este disco es para que lo pongas mientras trabajas o manejas. Hay destellos de cuerdas, de uno y otro adorno que acompañan a la omnipresente guitarra y a las confesiones de un tipo unido con el idioma español gracias a su relación amorosa que lo hizo emigrar a la llamada madre patria hace algunos ayeres.
Es también un disco de vaivenes, que va de lo retrospectivo y clavado a lo explícito y alegre; distintos estados de ánimo, como sucede con todos en nuestra rutina de vivir la vida.
La influencia de Leonard Cohen, de Bob Dylan, de Lou Reed, todo condensado en un muy tranquilo disco que no te puede disgustar.