Dramaturgo, Enrique:
¿Qué cuenta la vieja Europa, sigues en España? ¿Viste algún Real Madrid-Barcelona?
¿En qué estación andan por allá? Recuerdo tus amargas quejas del año pasado por la nieve y las cuentas de la calefacción.
Aquí hay demasiada luz, tanta que aturde. Aun así las avenidas vallisoletanas siguen concurridas. Y eso que los medios no dejan títere con cabeza en aquello del crimen: el premio Aguascalientes marcha por lo de su hijo muerto en las calles del DF y durante las transmisiones de los partidos del Morelia los comentaristas se burlan de las cosas por acá:” todavía no explotan… las pasiones”, dicen, y se empiezan a cagar de la risa.
No sé si sea ése el tan mentado espíritu mexicano que hace de cualquier cosa asunto de risa; hasta de la muerte, insisten. Tú que estás allá en España quizá notes alguna diferencia sustancial que desde aquí, simplemente, no veo. Cuando vengas, si es que vienes como comentabas en enero pasado, podemos dirimir el tema con los tragos de rigor.
Por cierto, la revista todavía no sale. Hay elecciones en Michoacán y no tienen para cuándo con lo del recurso. Estamos jodidos por no organizarnos entre nosotros, veremos si la Universidad Michoacana nos apoya. De todos modos, tiene que salir porque tiene que salir. Igual hay un plan por si no hay mucha pasta. El 18 de junio la tenemos que presentar, estaría chido que estuvieras por acá en esas fechas.
Hoy vi a Hasam Díaz. Lo saludé antes de Badana, de la que este viernes y domingo su compañía, Pólux Teatro, hizo cuatro presentaciones en la Casa de la Cultura (con dos actrices, por cierto). No hablamos mucho, pero mientras veía la obra pensé en eso que decías de que la segunda década del siglo XXI iba a ser por completo teatral: la del teatro mexicano. Como gloriosa, creo que la calificabas en tu misiva.
Ahora que presencié Badana, tríptico de santidad, y discúlpame que lo comente, no pude dejar de hacer una cierta conexión con otra trilogía que vi el año pasado en el teatro Juan Ruiz de Alarcón (el que queda cerca del Auditorio Nacional). Ciertamente, hiciste hincapié en que Badana era uno de tus primeros trabajos, incluso, más viejo que el cambio climático, si no mal recuerdo.
Aun así, la atmósfera de Trilogía mexicana, de Juliana Faesler (Nezahualcóyotl, la Malinche y Moctezuma), aunque mucho más prolongada y con más actores en escena, se me hizo por momentos semejante a la que Hasam alcanzó con el texto de Badana: las dos obras exploran mediante un lenguaje similar el problema del sacrilegio; pero en tanto Juliana lo hace de un modo dolorido por la pérdida de lo sagrado, las blasfemias de María Magdalena y Ágatha hacen reír por espacio de una hora a los espectadores.
Pequeños puntos de concordancia que no se encuentran leyendo el texto nada más; por supuesto, uno repara en ellos al ver la representación: suponía que el diálogo de la juez en María Magdalena no resultaba tan impúdico por escrito cuando, de pronto, de los labios de una chica linda se escucha aquel “me cago en Alá y otros dioses menores”.
Acudió entonces a mi mente una frase de la Segunda parte de Don Quijote de la Mancha, cuando Cide Hamete alaba al “poderoso Alá” (cap. VIII). “El mal gusto, es pecado y es delito”. Todos volvieron a reír. Y eso que la ciudad de Morelia es tan católica y apostólica como imagino que debe ser la Valladolid de allende el mar.
De eso quería hablarte. De las blasfemias del día de ayer. En este punto es más que admirable que los caracteres femeninos tengan una voz tan propia, conquistada a fuego mismo a través de estas realidades: diálogos de mujeres para mujeres, entre mujeres que acusan a mujeres y reconvienen y son reconvenidas por otras mujeres. El sentido del humor es exquisito. Porque el poder tan perfecto, da miedo. Mas cuando el horror exalta el absurdo y uno se ríe de ese absurdo, entonces lo risible puede ser una salida. Pero, ¿adónde?
Te lo explico pronto: ayer el Morelia perdió la final del futbol, a pesar de las burlas de los comentaristas y, al menos en ciertas cabezas medias tapadas como la mía, estaba el presupuesto de que los Monarcas iban a campeonar por eso de los tiempos y las exigencias políticas.
¿Y si las exigencias son religiosas, mejor dicho, sagradas, y no obedecen sólo al presente? ¿No hay cierta vibración un tanto maligna que nos llega como un airecillo helado, quién sabe de dónde, como de los sueños, podríamos decir? El tablado es como un sueño prolongado, y en el tiempo de Cervantes Góngora escribía que el sueño era autor de representaciones que en un teatro armado sobre el viento, sombras solía vestir de bulto bello.
Una última cosa: en Netzahualcóyotl, Juliana utiliza unos muñecos de acción para que los actores se representen a sí mismos. Mientras los mueven, ellos hacen las veces de dioses, lo que causa un desconcierto terrible en el espectador. Cuando en Ágatha, la mujer que es guía de museo se dirige a los espectadores, ¿no es una suerte de muñeco el espectador que tratara de contestarle? ¿Tendría algo que ver con la obra el teatro vanguardista de, por ejemplo, ¿Quiere usted concursar?, de Antonio González Caballero?
En fin, espero no haberte aburrido sobremanera.
Tu amigo, el editor frustrado. Un abrazo. Por aquí seguimos.
Omar Arriaga Garcés