Dice una nota periodística que la película Km. 31-2 tiene más de 800 efectos especiales, mismos que, después de ver esta cinta dirigida por Rigoberto Castañeda, no cabe duda que fueron tirados a la basura, no porque estén mal hechos, sino porque el guión de esta secuela es tan lamentable que verla completa es un verdadero acto de sacrificio y voluntad humana.
Fue hace 10 años que la producción de Lemon Films sorprendió a algunos incautos que cayeron rendidos ante una película repleta de efectos al estilo del cine de terror japonés, historia que narra la extraña conexión de las gemelas Ágata y Catalina; la primera causante de un misterioso atropellamiento carretero contra un menor que parece ser un espectro, lo que la llevará a ser una habitante más del mundo de los muertos. Con la ayuda de su novio y cuñado, Catalina trata de descifrar qué ocurre en este oscuro tramo, donde al parecer han ocurrido varios accidentes ocasionados por una suerte de llorona en busca de sus hijos.
Una década después de este taquillero filme está en salas la segunda parte, donde se repite la dupla de Lemon como productora y Castañeda como director y guionista. En la trama, han pasado siete años desde que la hermana quedó en coma, por lo que despierta de forma violenta, asesinando a enfermeros que solo cumplían con su deber. Hasta ahí llega la participación del personaje interpretado por Iliana Fox, pues luego vemos entrar en acción al oficial autoexiliado Martín Ugalde (Carlos Aragón), conocido mediáticamente como el “detective brujo” debido a sus nada ortodoxos métodos para resolver casos enredados. El policía tendrá que dejar su afición por el alcohol para interrumpir una ola de secuestros contra infantes en la zona de Río Mixcoac y Río Churubusco de la Ciudad de México, pues uno de los plagiados es nada menos que el hijo de la candidata a la presidencia del país (Verónica Merchant), y es ahí donde comienzan los problemas de este endeble argumento, pues a lo largo de la trama resulta inútil que la atormentada madre tenga esa responsabilidad, ya que no hay absolutamente ninguna repercusión paralela; es decir, lo mismo pudo ser una comerciante, una agiotista, una maestra o lo que sea.
Al misterio se unirá un hombre y su perturbado hijo, quien aparentemente sabe más cosas que los demás, pues ha nacido con poderes sobrenaturales que lo hacen ver lo que otros no perciben. Entre todos ellos habrán de averiguar quién se está llevando a los niños chilangos, lo cual es reportado en las noticias por reporteros como Joaquín López Dóriga y Carlos Loret de Mola, al igual que un Leo Zuckerman personificándose a sí mismo, es decir, como un periodista acartonado y con nula credibilidad.
Si bien la producción de Lemon Films es extraordinaria, todo se cae al vacío con tantas incongruencias de una historia que se torna aburrida hasta la saciedad, pues no logra ser un buen thriller policiaco y mucho menos una efectiva película de espantos. En vez de ello, observamos giros tan risibles como el de un enfermo psiquiátrico que en cuestión de horas recupera la lucidez para unirse al team de rescatistas, y en el colmo del absurdo, nos enfrentamos a un invento al puro estilo de Santo, el Enmascarado de Plata, cuando a través de una máquina compuesta por cámaras fotográficas se captura la imagen del espectro roba-chicos. La escritura del relato tiene tantas deficiencias que incluso se da el lujo de desperdiciar un bien logrado plano-secuencia al interior de la casa de la candidata, pues cuando éste concluye no pasa nada, absolutamente nada.
Llena de clichés, de pésimas actuaciones y de soluciones absurdas, Km 31.2 se suma a otras producciones mexicanas contemporáneas que le apuestan al terror con lamentables resultados. Solo me queda una duda: ¿La candidata es del Partido Alianza Social? Solo así se explicaría que a nadie le interese su campaña, ni a ella misma.