Silencio (Silence, 2016), es el largometraje de ficción número veinticuatro en la prolífica carrera de Martin Scorsese, el proyecto venía gestándose desde el 2009, pero por distintas razones se fue posponiendo (inicialmente Benicio del Toro y Gael García serían los protagonistas de este drama histórico, pero ante tanto retraso decidieron dedicarse a otros proyectos). La película, que dura dos horas y cuarenta minutos, se encuentra nominada a los premios de la Academia en la categoría de mejor cinematografía (para el mexicano Rodrigo Prieto), además ha recibido buenos comentarios, aunque éstos no se han traducido en una mayor audiencia, ya que su paso por la cartelera estadounidense ha sido decepcionante desde su estreno en diciembre del año pasado.
La cinta está ambientada en el Japón del siglo XVII, dos frailes católicos portugueses parten en busca de su mentor, el padre Ferreira, de quien corren rumores que ha renunciado a la fe católica para adaptarse a la vida de aquel país. Enfrentados a una feroz persecución religiosa, los misioneros deberán propagar la fe cristiana en la clandestinidad y emprenderán la búsqueda del cura apóstata al tiempo que intentan conciliar sus creencias con las particularidades del país asiático.
La película está basada en la novela homónima del escritor de origen japonés Shusaku Endo, publicada por primera vez en el año 1966 (en español está editada por EDHASA), la cual se considera la obra más importante de Endo. El guion fue coescrito por Jay Cocks y el propio Martin Scorsese, un detalle que llama la atención, ya que desde Casino (1995), el director neoyorquino no realizaba esa labor.
Entre los temas que se plantean en Silencio se encuentra una reflexión sobre la fe, además de un cuestionamiento sobre las creencias en un entorno intolerante, así como la resistencia para abandonar el orgullo propio en beneficio de quienes nos rodean. La obra es un de alguna manera un reflejo de aspectos importantes tanto en la vida de Endo como en la de Scorsese: el autor japonés quien profesaba la religión católica, vivió en carne propia las penalidades de formar parte de una minoría religiosa en su propio país y la discriminación racial cuando estudiaba en Europa. Mientras que el cineasta fue criado en una familia profundamente católica, hizo estudios en el seminario aunque al final decidió abandonarlo por su falta de vocación.
El conflicto interno y la frustración que experimentan los misioneros requerían una interpretación vigorosa, con énfasis en los matices. En ese sentido, Andrew Garfield parece quedarse corto en su papel del padre Rodrigues, quien se lamenta del silencio de su deidad ante el sufrimiento de sus fieles. Aunque aparecen menos en pantalla, Adam Driver y Liam Neeson, cumplen mejor en representar las dudas y contradicciones que aquejan a los misioneros. Mención aparte merece el personaje de Kichijiro, el guía japonés: indeciso, temeroso y fiel a su manera, cual Judas con todo y el triple canto del gallo antes del alba.
Silencio es una obra solemne, quizás demasiado, aborda con mesura un tema que requería más intensidad y vigor. Es una película demasiado larga, pero solo por momentos resulta aburrida y habría sido interesante que fuera representada por actores de habla portuguesa. Pero a pesar de todo, cierra con decoro la involuntaria trilogía mística de Scorsese iniciada con La última tentación de Cristo (The last temptation of Christ, 1988) y Kundun (1997), pero parece ser que lo mejor del cineasta neoyorquino se sitúa justo en el extremo opuesto de lo espiritual: en su apasionante mirada al mundo de las organizaciones criminales.