Presentó un libro a las cuatro en el salón 3. La fila para entrar se enroscaba en el centro de la estancia. En el salón 4 ni cola ni gente. Unos 35 reporteros para la rueda de prensa de Paul Auster, donde el narrador respondería preguntas del tipo “¿escribes para los dementes?” o “en una de tus novelas de la Trilogía de Nueva York dices que es difícil soportar a Paul Auster, ¿cómo es ahora la relación con él?”. En 50 minutos, tras hablar del capítulo del “rayo” cuando era joven y corregir a la traductora porque no había pronunciado bien ese término en inglés, Auster contestó a cuanta cuestión le fue planteada, desde su opinión sobre el presidente 45 de los Estados Unidos hasta cuál era el papel del escritor. “Escribir bien”, dijo el autor de 4321, obra que presenta este lunes en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. Se escuchaban, mientras tanto, los vítores y aplausos desde el salón 3, en el que Margarita Zavala hacía la presentación de su propio volumen.
A las siete de la noche, uno de los ex conductores de ese programa llamado la Dichosa Palabra, ése a quien años después la UNAM le encargaría su canal de televisión, tuvo esta vez el encargo de recibir a Eufrosina Cruz Mendoza, Rob Riemen y Gilles Lipovetsky. En primera fila, cuando alguien intentaba sentarse, las edecanes de la FIL indicaban que los lugares ya estaban apartados. Deben ser para Margarita, comentó alguien con sorna, en tanto el salón 4 iba llenándose de curiosos que -auriculares en mano- escucharían las traducciones del inglés y del francés. Chistoso fue observar la llegada de Margarita Zavala a los asientos de adelante. Una persona entre la concurrencia decía: “Echaste la sal”. Algunas muchachas y señoras felicitaban ya a la esposa de Felipe Calderón y le pedían hacerse selfies con ella. Dos de esas señoras, aunque molestas cinco minutos antes cuando las habían quitado de la fila de enfrente, sonreían con toda la boca: “Me gustó mucho tu libro”, espetó una de ellas, con rostro de gato en película de Disney de Alicia en el país de las maravillas.
Ni siquiera fue a tomar el traductor Margarita. Mientras el director del Instituto Nexus departía sobre la solidaridad y hablaba de que las universidades se han convertido en empresas que obedecen a rankings que nada tienen que ver con la educación, la candidata a la Presidencia de México platicaba con una chica de unos 20 años sentada a su lado y le mostraba algo en el celular. Lipovetsky, segundo en la noche, expresó que puede haber individualismo y ser al mismo tiempo solidario, pero señaló -a diferencia de Riemen- que no se trata de un problema ético el que se vive hoy día en el mundo, sino de los medios de producción y la hegemonía del capitalismo. Cuando Zavala oía palabras como “solidarité” o “politique”, levantaba la cabeza e interrumpía su coloquio para señalárselas a la joven de al lado. No puso atención sino hasta que tocó el turno a Eufrosina Cruz, que se refirió a los muros que había tenido que derribar, al ser mujer e indígena, tanto para poder estudiar como en la lucha que entabló por el caso de Santa María Quiegolani en 2007, cuando no se le dejó ejercer como alcaldesa pese a haber ganado las elecciones, ya que los usos y costumbres consignaban que las mujeres no podían ser votadas.
La oaxaqueña, panista desde 2010, agradeció a la ex primera dama, con lo que ésta se volvía hacia las filas de atrás como para expresar: Ésa soy yo, yo la ayude. Muchos aplausos se llevó Cruz Mendoza y muchas firmas debe haber recabado en la FIL Margarita Zavala en su búsqueda de una candidatura independiente. El ex conductor de la Dichosa Palabra cedió el micrófono a Riemen, que clarificó algunos de sus argumentos, cuando una mujer inmediatamente sentada detrás de Zavala se levantó, enojada: “Pinche vieja”, masculló. Se había salido porque la esposa de Felipe Calderón no se callaba. Un hombre se paraba también e iba detrás de ella: “Espérate”. Apenas finalizar la nueva intervención del director del Nexus Institute una edecan le daba un papelito al ex director de TV UNAM. Se habían acabado los 50 minutos y, como un año antes con Roberto Calasso, los invitados debían despejar el salón para el siguiente evento. “¡Qué mala planeación!”, gritó una mujer entre el público, condensando el sentir general. Lipovetsky tenía ya una fila enorme con libros para autografiar, Riemen una menor y Eufrosina daba una entrevista. Una anciana, como de 85 años, con huanengo bordado de flores me preguntó: “¿Sabe dónde está Margarita Zavala?”. Y era cierto, al volver la vista a donde la candidata había estado no quedaba ni su compañera de juegos. Se habían eclipsado. Las edecanes pedían dejar el área libre. Y a las afueras del salón la gente se arremolinaba para entrar.