“Díganos dónde tienen a la muchacha o se los va a cargar la chingada”. No eran ni las 10 de la noche cuando tres jóvenes fueron detenidos en la vía pública por elementos policiacos, al poniente de Morelia. Uno de esos muchachos es Erik Moya, quien narra a Revés cómo fue que recibió una golpiza brutal, además de robo de pertenencias, amenazas y vejaciones por parte de quienes se supone cuidan a la ciudadanía.
Todo ocurrió la noche del domingo 26 de noviembre, cuando Erik regresaba de entregar un material producto de su trabajo como artista independiente. Egresado de la facultad de Letras de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Moya se dedica a actividades como la realización audiovisual y la escritura. Recientemente terminó un poemario (aún inédito) que aborda un fenómeno social conocido como “cruising”, una práctica gay que consiste en buscar parejas sexuales en la vía pública.
Y es que, al parecer, el pecado de Erik es su orientación sexual, razón suficiente para que policías con el rostro cubierto lo vejaran, lo abrieran de piernas para patear en tres ocasiones sus genitales, para que aprendiera “a no ser puto, a cogerse solo a las viejas”.
A casi 24 horas de ocurridos los hechos, y luego de hacerlo público en su muro de Facebook, Erik da un contexto de cómo es que se encontraba en la colonia Tres Puentes cuando fue asaltado por la policía.
“Llegué a Morelia hace siete años a estudiar la preparatoria. Era muy deportista, nadador, vivía por el zoológico y mi entrenamiento complementario consistía en correr por las llamadas escaleras de Santa María. En uno de esos días descubrí actividades extrañas entre algunos de los chicos que asistían; se perdían entre los arbustos, algo ocultaban. Luego supe qué era: sexo casual, y me interesó como material para llevarlo a la literatura. Así que en vez de seguir corriendo, asistía al lugar para platicar con los chicos, para que me contaran sus historias”.
En efecto, las escaleras de Santa María y varios sitios en la ciudad están ubicados como lugares públicos donde se ejerce el cruising. La página web gaymorelia.com describe entre sus recomendaciones:
“Uno de los lugares de cruising al aire libre en Morelia es sin duda las escaleras de Santa María, tiene años que ahí se practica el cruising, antes de llegar al primer descanso hay un caminito que si lo ves prácticamente no te lleva a ningún lado, puesto que se pierde entre los arbustos, si te quedas un rato en las bancas, podrás observar cómo deportistas van hacia ese camino y se desaparecen, ya de rato regresan, o ingresan más.
“Por lo general la acción empieza por ahí en el ocaso, aunque debes ser precavido, ya que en ese espacio no hay luz y por lo tanto no es muy seguro, además de que se ha dicho que van policías a hacer sus rondines y hay algunos que lo hacen en plan homofóbico, sin embargo, ese lugar sigue entre las rutas del cruising en Morelia”.
Esas entrevistas le hicieron saber a Erik sobre la existencia de más lugares para el cruising, tales como un terreno a la altura de Tres Puentes, baños públicos e incluso las casetas sexuales, cuyo hallazgo en la zona centro de la ciudad tuvo una amplia cobertura en medios locales el año pasado. Basado en todos esos testimonios, Erik escribió un poemario, conservando el anonimato de sus confidentes. En él se describen los lugares donde se practica el cruising, apartado al que identifica como Cantos Generales: “La voz lírica se hace presente en primera persona para describir qué vi en esos sitios; después sigue otro apartado al que llamo Cantos de personas invisibles, donde ya se da cuenta de los testimonios recopilados”. El libro entremezcla la ficción y centra la historia en una pareja gay que tocará fondo al existir un contagio de VIH. La obra concursa ahora mismo en una convocatoria nacional y espera resultados en enero de 2018.
“Todo el proceso de esta obra me llevó a interesarme en ciertos fenómenos alrededor de la cultura gay, no solo en actos públicos visibilizados como son las marchas, sino en las actividades clandestinas, pues Morelia es una de las principales ciudades con prácticas de este tipo. No es casualidad el cierre de las casetas sexuales, pero creo que en vez de regularizar, todo se opera desde la doble moral”, señala Erik, al tiempo que cuestiona el porqué las autoridades condenan con tanto rigor a los lugares de encuentros homosexuales, a diferencia de los heterosexuales, donde existe la trata de blancas, la explotación sexual y la prostitución infantil.
La plaza de Armas, en el Centro de Morelia, es otro lugar donde se ejerce el cruising. De ahí, Erik descubrió un fenómeno adicional: niños de la calle que piden favores sexuales a cambio de dinero, desde una simple caricia hasta algo más. “De todas esas experiencias va mi libro, un libro que no juzga, que no dice qué está bien o mal, solo muestra una subcultura en Morelia, algo que existe aunque muchos no lo quieran ver. Es un escape sexual, una concepción de vida”.
La golpiza
Como escribíamos al inicio de este texto, Erik acudió la noche del domingo a dejar un material de su trabajo profesional. De regreso pasó por la zona de Tres Puentes y reconoció a uno de los chicos que entrevistó para su libro. “No sabía si estaba por entrar a la zona del cruising o venía de ahí, simplemente lo vi al lado de la bodega Aurrerá. Eran como las 10 de la noche, aún había servicio de combis e incluso la bodega permanecía abierta. Llegó otro chico y nos pusimos a platicar, cuando de pronto un policía nos echó las luces con su lámpara. Tratamos de alejarnos pero segundos después ya había otros cinco o seis policías corriendo detrás de nosotros, pidiéndonos que no escapáramos. Como no estábamos haciendo nada ilegal, nos detuvimos, dispuestos a que nos revisaran o interrogaran”, relata Erik.
Lo que sucedió después fue una muestra de cómo opera la policía en Morelia, de cómo sus elementos actúan con traje de delincuentes a prueba de impunidad. “Nos preguntaron dónde teníamos a la muchacha, y yo les pregunté que cuál muchacha. Su respuesta fue un hijos de su puta madre y otros insultos para después subirnos a la patrulla. A mí y al chavo que no conocía nos llevaron en la misma unidad, así que no supe qué hicieron con mi antiguo amigo”.
Enseguida la patrulla giró y los llevó a las espaldas de la bodega Aurrerá, pararon y comenzaron las agresiones tanto verbales como físicas. Uno de los informados espetó: “Si no nos dicen dónde está la muchacha que violaron, no la van a librar, nos los vamos a llevar al Ministerio Público”. Con la seguridad de su inocencia, Erik insistió en no saber del asunto y se dijo dispuesto a comparecer ante cualquier autoridad, pero además agregó: “Miren, los tres chicos somos homosexuales, si nos están acusando de violar a una mujer, creo que no cabe”.
Fue un error: en cuanto lo dijo, los policías se olvidaron de la muchacha supuestamente violada para atormentarlos por sus preferencias. “Hijo de tu puta madre, te gusta que te den por atrás”; “hijo de tu puta madre, eres un jotito, eres un enfermo”. La cadena de intimidaciones verbales se convirtió en un método de tortura psicológica, pero Erik lo quiso contrarrestar al decirles que todas esas palabras no lo ofendían. Segundo error, porque entonces los uniformados le recriminaron su orgullo gay. A ambos los sacaron de la patrulla, los arrodillaron y los golpearon con toda la brutalidad posible.
“El primer golpe (una patada) no lo vi venir, me sofocaron y me dijeron que tenía tres segundos para incorporarme y responder a sus preguntas. Por obvias razones no podía ni hablar, así que me siguieron golpeando. Todos los policías tenían las caras cubiertas con una especie de pasamontañas y en un momento que quise observar el número de la patrulla, se dieron cuenta y continuó la golpiza”.
La pesadilla no tenía para cuándo terminar. Ya con heridas en su cuerpo, Erik fue sometido una vez más por un policía iracundo. “¿Te crees tan putito?, bájate los pantalones, te vamos a cortar el pito”, le dijo, y ordenó a uno de sus compañeros pasarle una navaja. Por un instante Erik creyó que efectivamente lo harían, pero era parte del ritual, del divertimento con que los policías intimidan a los ciudadanos que se atreven a estar en un sitio público.
Lo golpearon más, lo escupieron; otro uniformado le dijo “pinche joto” y luego un “por eso los odio, por orgullosos”. Otra vez los subieron a la patrulla, les volvieron a preguntar por la muchacha violada y después les preguntaron “¿entonces cómo nos vamos a arreglar?”, sin dejar de insultarlos y amenazarlos. La unidad arrancó y los llevó a la altura de la avenida Michoacán, ahí los asaltaron. A Erik le quitaron su celular y una tarjeta de débito. Él insistía en decirles que eso era un abuso de autoridad, así que decidieron darle un escarmiento extra: al otro muchacho lo dejaron ir y a él lo pusieron contra la patrulla: “Abre las piernas, te vamos a revisar”, para enseguida asestarle tres patadas en sus genitales. Con ese dolor, escuchó a un policía decir: “Hijos de la chingada, corran”. El otro chico no se había ido, lo ayudó a incorporarse y como pudieron huyeron del lugar.
La pesadilla, al menos la de esa noche, había terminado.
Denuncia
Erik denunció la tortura policial en su muro de Facebook y recibió la solidaridad de decenas de amigos, quienes lo animaron a demandar por la vía legal. Al mediodía de este martes será recibido en la Comisión Estatal de Derechos Humanos para implementar las acciones correspondientes y dar a conocer los hechos ante la prensa local. Está lleno de temor, pero al mismo tiempo sabe que no puede quedarse callado, y espera que otras personas a quienes les ha pasado lo mismo se animen a denunciar sus propias experiencias.
Ríe cuando dice no saber si con la denuncia se va a meter en más problemas, pero es una risa nerviosa, la risa de un ciudadano indefenso, la de un muchacho a quien los policías torturaron porque “odian a los homosexuales”.
El poemario
Erik Moya nos comparte uno de los textos que integran su libro inédito, le agradecemos este gesto para nuestros lectores.
http://revesonline.com/2017/11/28/rodolfo-se-anuncia-un-texto-de-erik-moya/