Cuando Luiz Inácio Lula da Silva ganó la presidencia de Brasil, en 2002, me encontraba en São Paulo. Vivía, en aquel entonces, justo a un costado de una pequeña favela que partía simbólicamente en dos la avenida Berrini, una de las rúas con mayor desarrollo (entre comillas) debido a las empresas que se ubicaban en la zona, como O Globo, Standard & Poor’s, entre otras. Recuerdo un boteco que frecuentaba y a la gente que bebía y comía con júbilo. El obrero bebía cachaça y el ejecutivo, a su lado, también: Brasil, como en México y Latinoamérica en general, soporta una desigualdad infernal; sin embargo, la convivencia nunca fue marcada por el odio.
En el 2003 todos hablaban de Lula, del metalúrgico, del obrero sindicalista que puso en jaque a la dictadura durante los años ochenta con una huelga mayúscula que sumó a la caída del régimen militar, aquella dictadura que había sembrado el miedo en todo Brasil. Lula, después de tres intentos fallidos como candidato presidencial, fue investido como jefe de Estado el primero de enero de 2003, y Brasil, simplemente cambió. Quince años después de aquella transformación, Lula está preso y la ultraderecha volvió con más fuerza a la escena política, de la mano de un mesiánico Jair Bolsonaro, hoy presidente electo de uno de los países más importantes del mundo, por su geografía, sus recursos naturales, su cultura y desarrollo económico.
El avance de la ultraderecha y el fascismo es evidente en el mundo. Europa vive un retroceso vergonzoso y América tiene líderes que hacen pensar en tiempos oscuros. La izquierda está debilitada y la sociedad cansada, y, en consecuencia, la violencia, la religión y guerra mediática de noticias falsas a través de las redes sociales y el watsapp han hecho que la población, dudosa, apoye políticos conservadores, xenófobos y machistas: personas intolerantes, ignorantes y cargadas de odio hacia lo diferente, al pensamiento libre, a la crítica, a la educación. ¿Pero qué sucedió el pasado 28 de octubre en Brasil? ¿Cómo se alzó con el triunfo un político ruin, cuyas ideas retrogradas incitan al odio? Mucho se habla del triunfo de la ultraderecha y de cómo será el gobierno de un hombre que desdeña a las mujeres, al medio ambiente y a los pueblos originarios. ¿Bolsonaro será la consecuencia de falta de educación de una sociedad buena pero marginada? ¿Será Brasil un espejo del mundo entero?
Alex Gennari es escritor, periodista y un destacado guionista brasileño. Es autor de libros como Nossa Senhora dos Fracassados e Descaminho, traducido al español, entre otros. Escribió los guiones para los filmes Roupa de Baixo, mejor cortometraje en el Festival MixBrasil 2016, y Ojos Infinitos, premiado en Chamizal Independent Film Festival en México 2004. Tras lo sucedido en Brasil, Revés Online y Deshuesadero charlaron con Gennari.
Desde tu punto de vista, ¿qué sucedió el 28 de octubre?
Es como si hubiéramos entrado en una especie de túnel del tiempo y volviéramos a 1964, cuando el presidente socialista João Goulart fue derrocado por los militares. Las razones principales del revés son algunas equivocaciones cometidas por el Partido de los Trabajadores (PT) en sus 13 años en el poder y, sobre todo, una campaña cuidadosamente orquestada por la oposición para desmoralizar a los gobiernos de los petistas, al socialismo en la historia y en el mundo, a la izquierda en Brasil y en el mundo, a los movimientos sociales, la clase artística. Con este fin, se utilizaron en Brasil los mismos mecanismos usados recientemente en la elección de Donald Trump en los Estados Unidos. Creación y distribución masiva de fakenews, no sólo durante la campaña electoral, sino durante, al menos, una década.
Hay un documental producido por GloboNews llamado “Noticias falsas” –basado en hechos reales–, que trata de la creación de noticias falsas en las últimas elecciones estadounidenses para presidente. En Macedonia, el equipo de producción logró filmar a un joven de 19 años de edad, miembro de los Veles Boys, especialistas en la creación y distribución de noticias falsas en todo el mundo. En un pasaje de la entrevista, al hablar de las elecciones estadounidenses, el joven decreta: “el pueblo estadounidense es muy ingenuo. Cree en todo”, y sonríe.
Imaginen para el pueblo brasileño, víctima de problemas crónicos en la educación, que ni la derecha ni la izquierda fueron capaces de resolver. Hay quienes defienden con uñas y dientes que el nazismo era un movimiento de izquierda, que Brasil se convertiría en una nueva Venezuela, que aquí no existió la dictadura militar, que ciertos programas sociales transformaban a los brasileños en vagabundos, así como las leyes de incentivos para los artistas formaban vagos por igual, que bandido bueno es bandido muerto (sea lo que signifique “bandido”), etcétera.
El candidato electo como presidente el pasado 28 de octubre responde a graves acusaciones de mal uso de las redes sociales para propagar noticias falsas contra sus oponentes directos. (Leer más en: https://goo.gl/Rn9Equ)
Otro expediente usado y abusado por la derecha fue construir un discurso para aflorar en la población el miedo a un pseudocomunismo, la estrategia tan a menudo repetida en la historia, en el propio Brasil en los años 60 y 70, en los Estados Unidos durante los años 50 por encima del mercantilismo.
Desde Henrique Cardoso, Brasil había cambiado su rumbo, con altibajos; sin embargo, se vislumbraba esperanza. Al parecer en estos años se cimentaron las bases para el regreso de un gobierno militar con pinceladas fascistas. ¿Qué ocurrió?
Entiendo que Fernando Henrique Cardoso fue un buen presidente. Igual que Lula. Sin embargo, el inconformismo de sus correligionarios con las sucesivas elecciones perdidas del Partido de los Trabajadores detonó una reacción en cadena para derribar del poder al PT, una misión facilitada por los descalabros encontrados en Petrobrás (empresa petrolera brasileña). Sin querer, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), partido de Fernando Henrique, ayudó a inflar al monstruo del autoritarismo que terminaría ahora por derrotarlo de una manera humillante. Irónicamente, el PSDB de Fernando Henrique y el PT de Lula, que lucharon por más de 20 años por el poder, salieron de esta elección derrotados, sin identidad, naufragando, unidos, en un dramático abrazo de amor y odio, víctimas de sí mismos.
Organizaciones de todo el mundo temen lo que Bolsonaro representa; sin embargo, pese a la oposición mundial, los brasileños votaron por la mano dura y el odio. ¿Qué piensas al respecto?
Como México, Brasil es un país de dimensiones continentales. Hay varios brasiles dentro de Brasil, como varios méxicos conforman México. Voy a tomar como ejemplo, una vez más, las elecciones que eligieron a Donald Trump en Estados Unidos, un país continental como el nuestro. Hilary Clinton recibió más votos que Trump, pero fue el candidato republicano quien ascendió al poder. Así que no estoy de acuerdo cuando oigo que los estadounidenses tienen al presidente que se merecen. Lo mismo se aplica a Brasil. Si sumamos los votos del candidato derrotado Fernando Hadadd y las abstenciones, veremos que la mayoría de los brasileños no votaron por el presidente electo. Obviamente esto no ilegitima su victoria, así como la victoria de Trump en Estados Unidos es legítima dentro de las reglas establecidas, pero no es correcto asociar al pueblo brasileño con el autoritarismo y la postura reaccionaria de Bolsonaro.
¿Cuál es la atmósfera que se vive en estos momentos en Brasil con el triunfo de la ultraderecha?
En muchos casos, los miembros de la familia ya no se sientan en la misma mesa en la cena. Los amigos ya no beben cachaça juntos en nuestros tradicionales botecos. Es el peor ambiente que he vivido.
Entre los opositores al presidente electo hay inseguridad e incredulidad. Para ilustrar la inseguridad, en uno de sus últimos discursos antes de la elección, Bolsonaro dijo tener la intención de hacer una “limpieza amplia y desterrar a los marginales rojos de la patria”. ¿Qué hacer? Creyendo que, como Trump, ¿él es un perro que más ladra de lo que muerde y prepararse a resistir en todas las formas posibles?
Sobre la incredulidad, la alta tasa de rechazo al candidato ganador en la primera vuelta de la elección hizo creer que en la segunda, cualquier oponente podría vencerlo. Pero desde el comienzo de la segunda vuelta quedó claro que su ascenso era consistente e irreversible. Hasta el final, se creía que un giro era numéricamente improbable.
Entre sus seguidores hay un clima de euforia, creen que será capaz de resolver todos los problemas de la nación, especialmente la economía y la seguridad pública, incluyendo el narcotráfico. También hay un clima de revancha, debido a lo que la gente, en los últimos años, ha sido instigada para odiar, en particular al comunismo, al socialismo, teniendo a Cuba y Venezuela como modelos únicos de tales regímenes. No hay suficiente conocimiento para considerar nuevas formas de socialismo (o lo que algunos llaman nuevo capitalismo) como en los países nórdicos, por ejemplo, donde el enfoque está en el ciudadano, la distribución de los ingresos y, consecuentemente, la reducción de las diferencias. Los más radicales ya intimidan a quienes votaron por el Partido del Trabajo, especialmente en las redes sociales, pero también en las calles, como si la victoria validara sus acciones, alineadas con el discurso utilizado por Bolsonaro para llevarlo a la presidencia. Los más moderados prefieren sugerir que el país se una alrededor del candidato electo y dejar a un lado la revancha. No entienden lo obvio: es imposible tener paz con un candidato que llegó al poder por medio del discurso del odio.
La amistad ya no es una cuestión de empatía, de historia de vida. Se ha convertido en una cuestión de principios. Y no es que los principios de un lado sean correctos y los demás estén equivocados. Pero los principios que guían a ambas partes son incompatibles e irreconciliables en este momento.
¿Qué es lo que más preocupa con las políticas xenófobas, militares, neoliberales y de desdén al medio ambiente con Bolsonaro?
Imagínese a un enfermo que muere y en su certificado de defunción el médico determina que la causa mortis fue la “falla múltiple de órganos”. Con el futuro presidente de Brasil es más o menos la misma cosa: ¿de qué vamos a morir? ¿Homofobia? ¿Xenofobia? ¿Machismo? ¿Racismo? ¿Autoritarismo? ¿Fanatismo religioso? ¿Nacionalismo exacerbado? ¿Como consecuencia de elegir la violencia, la tortura, la dictadura militar? ¿De la militarización de la policía? ¿De la poca importancia que le atribuye a la cultura, las artes y la educación? ¿De la falta de un plan de gobierno? Probablemente nos matará el conjunto de esa obra bizarra. Bolsonaro combina todo lo que es más retrógrado y conservador en el pensamiento contemporáneo.
Hay un desequilibrio mundial. En Norteamérica está Trump. Ahora en el Sur Bolsonaro. Sebastián Piñera en Chile. En Europa el fascismo está latente en España, Alemania. Hay una arremetida contra los migrantes que huyen de la guerra, el hambre. Brasil representa una de las economías más importantes del mundo y parece ser que su rumbo apunta a una realidad que violentará los derechos humanos y privilegiará los intereses de las élites. ¿Cómo ves a Brasil en ese contexto y hacia dónde se dirige?
Si observáramos a la naturaleza con la atención que lo hicieron nuestros ancestros nativos –aztecas y mayas en México; guaranís, tupis y muchos otros en Brasil–, tal vez aprendamos dos cosas importantes: salvarnos de los tsunamis y entender la cuestión de los ciclos en la naturaleza. Tal vez la respuesta a esa pregunta es que todo se resume a los ciclos, a las olas.
Cuando observamos la historia, percibimos que las oscilaciones entre tendencias progresistas y conservadoras, derecha e izquierda, capitalismo y socialismo, se alternan en ciclos. Tal vez los historiadores pueden hablar al respecto y más propiedad si la historia se resiste a la verdad post. Inmediatamente me vienen a la mente la edad media y el renacimiento, el absolutismo y la revolución francesa, el colonialismo y la independencia, la esclavitud y la abolición, la Guerra Civil estadounidense y la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos, el Imperio y la República, las dictaduras en Centroamérica y del sur y de los gobiernos predominante socialistas, los gobiernos fascistas que condujeron a Europa a la Segunda Guerra Mundial y a los gobiernos liberales de la posguerra. Otro factor sería el sinsentido que hacen los radicales de derecha y de izquierda cuando llegan al poder, reformando a sus oponentes y proporcionando, más o menos, la recuperación y la revitalización del lado opuesto.
Ahora hay que esperar que este nuevo ciclo de oscuridad complete su vuelta cuanto antes. Resistir y estar atentos al momento oportuno de ese giro. Si por un lado la historia es dinámica, orgánica, por el otro puede ser una ecuación matemática.
La cuestión de los refugiados es más complicada. Uno de los principales ataques de Bolsonaro a los gobiernos petistas era su cercanía a Venezuela, precisamente el país del cual recibimos más refugiados debido a la grave crisis económica que asola a ese país. Este sentimiento ha exacerbado la xenofobia en Brasil. Para mí, descendiente de inmigrantes italianos, es triste ver a personas con apellidos similares al mío elevándose furiosamente contra los refugiados inmigrantes. Olvidan que sólo tres generaciones atrás fueron refugiados también, que nuestros antepasados llegaron a Brasil huyendo de la miseria que predominó en Italia a finales del siglo XIX y en la posguerra. Algunos piensan que nuestros antepasados llegaron a Brasil en primera clase, románticamente en busca de nuevas oportunidades. Vinieron porque se morían de hambre y no tenían perspectivas, porque su propio gobierno los alentó a abandonar el país, vinieron a reemplazar la mano de obra de los esclavos recién liberados.
Hoy, los blancos, altos y con los ojos claros creen que son la élite de la nación. Lo mismo pasa con muchos descendientes de otros pueblos, alemanes, portugueses, españoles, japoneses.
Como escritor, crítico y testigo de los cambios políticos en Brasil a través de los años, ¿qué esperar ahora y qué se puede hacer?
Como escritor, la perspectiva es sombría. Si el presidente electo cumple sus promesas o si sus correligionarios deciden hacerlo por su cuenta, puedo ver mis libros quemados en una plaza pública, censurados tal vez, quién sabe, hasta responder penalmente por lo que escribí. Como guionista corremos el riesgo de quedarnos sin dinero para producir, ya que uno de los principales objetivos son los recortes presupuestarios e incentivos para el cine y el arte en general.
La resistencia no puede darse de forma desorganizada como en las elecciones. Se necesita planear, unión, hacer concesiones. Por mi parte, me uniré a PSOL, un pequeño partido de izquierda surgido recientemente, con cuadros prometedores y programas coherentes, y comenzar todo de nuevo. (Leer artículo de Milton Hatoum, el principal escritor brasileño : https://goo.gl/plXRyX)
Lula en la cárcel, una población dividida, intelectuales y periodistas serios contra la lona, ¿hay posibilidades de resistencia?
Lula es uno de los principales responsables del ascenso del candidato electo en Brasil. A pesar de estar en prisión forzada con el único propósito de alejarlo a la disputa, la pregunta que queda es: Lula, sin saber de la corrupción que sucedió en Petrobrás, ¿fue tan grave como participar de ella?
Además, Lula fue extremadamente egoísta en esta elección, tomó demasiado tiempo para definir al candidato del partido, prefirió cultivar su propia personalidad que compartir el poder y engendrar un frente amplio de la izquierda, que incluso desde la cárcel, era capaz de derrotar a a la ultraderecha. Todos sabían que el alto rechazo al PT sería capaz de llevarnos a este catastrófico resultado.
Además de las élites, ¿quiénes se benefician con Bolsonaro?
Dios. No en el que creemos (o no), sino en el que se vende como producto en el lucrativo mercado de las religiones en Brasil, que cada elección adquiere cada vez más poder político, y que en algunos casos usa la violencia para intimidar a los practicantes de otras religiones.
Todos los medios del mundo hablan de las consecuencias de tener a Bolsonaro en el poder. ¿Qué no se dice, qué se minimiza o a qué no se le da importancia?
En este momento, todo aquí es como un juego entre Barcelona y Real Madrid, Monterrey y Tigres, Corinthians y Santos. Las pasiones sustituyen la sensatez. Los que apoyan al candidato electo promueven el pensamiento de que en la opinión del resto del mundo hay algo de hipocresía, que nadie se preocupó por nuestra crisis económica y que ahora “quieren opinar donde no fueron llamados y en asuntos que no dominan”. Una línea de argumentación nacionalista. La oposición tiende a valorar la alerta que viene del exterior con el argumento de que una mirada sin contaminación puede ver más allá de lo que vemos.
*Agradecemos a Deshuesadero compartir esta entrevista.