Por Sebastián Rangel Rodríguez
Escuchamos el término migración muchas veces en nuestra vida, manoseamos el término como si fuera cualquier cosa. Lo tenemos increíblemente arraigado en nuestro vocabulario, pero nada pensado, nada reflexionado y, mucho menos, nada criticado. Este concepto no se piensa desde sus orígenes, desde la epistemología ni se reflexiona desde la filosofía. Falta profundidad en el pensamiento. Las interrogantes de la temática son de corte ontológico, genético. La migración existe desde antes de que los países se llamaran países. Es inherente a la condición humana.
El principal problema es que ahora se estudia meramente como hecho político, por sus alcances en esta materia. Lo cuestionable es que tampoco se entiende la política desde un punto de vista epistemológico. Esto deriva en hebras de conocimientos perdidas desde los orígenes de los conceptos, no se entiende un concepto que, a su vez, deriva en otro, y, por ende, resulta tergiversado, incomprendido desde su conformación, lo que produce desentendimiento generalizado. Además, actualmente lo político es lo económico, no debería de ser de esa forma, pero las estructuras sociales que hemos fabricado como seres humanos desenvueltos en sociedad, han confundido muchos conceptos inherentes a la convivencia humana civilizada con el aspecto económico, con el fetiche del dinero.
También se tiene que entender que existen identidades alrededor del mundo, dadas principalmente por aspectos geográficos e históricos. Existen “otredades” consolidadas por el tiempo y la interacción entre culturas, positivas o negativas, pero resultantes en identidades tanto puras como mezcladas. Es natural. El hecho es que cuando se aborda el concepto migratorio, no se analiza desde un punto de vista profundo, se toca “por encimita” nada más.
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En todo fenómeno migratorio, existe una lucha por acceder a un espacio cultural, social, político, geográfico, económico o religioso distinto del origen, por razones voluntarias o forzadas, pero existe, se da. Esta lucha se ve obstaculizada por dinámicas políticas que impiden el acceso de personas no originarias de un territorio a este mismo. He aquí una gran contradicción. Una aporía atractiva para aquellos críticos del sistema neoliberal, basado en las supuestas libertades. Esto es cuestionable por la tergiversación del término libertad en la actualidad, que tampoco se entiende pero se usa, se confunde con el concepto de libre albedrío.
Dicho sistema está basado en una libre circulación de bienes, de servicios, de dinero, etc., pero propone limitaciones graves a la libre circulación de personas. Y, si lo pensamos más profundamente, muchos de los flujos migratorios actuales son ocasionados por las desigualdades que justamente este sistema origina, desigualdades sociales, polarizaciones graves en cuestiones económicas. Esto provoca que en ciertos territorios la famosa mano de obra sea más barata que en otros, añadiendo más razones para migrar. Asimismo, el sistema que hipócritamente desea la unificación global y la cooperación internacional, el comercio, la amistad entre países, la llamada globalización, es el origen mismo de la fragmentación del mundo, de su segmentación.
No nos sentimos identificados con nuestros hermanos centroamericanos (siendo mexicanos), ni los estadounidenses se sienten identificados con los mexicanos, esto se replica en cada continente del mundo. Se cierran fronteras, se niegan trabajos, se niega el paso, se imponen barreras, el humano no se siente identificado con el ser humano. El mundo está fragmentado. Aporías sobre aporías.
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¿Aldea global? El término es la cúspide de la hipocresía humana que impera en nuestros tiempos. No hay ejercicio de los famosos derechos fundamentales. Y, lo que es peor, repetimos los prejuicios y enseñanzas del sistema mediante frases como “nos van a quitar nuestros trabajos”. Existe este miedo infundado, no reflexionado, más bien impuesto por el sistema imperante. Es el sistema defendiéndose a sí mismo. Mediante sus ovejas, las masas, el vulgo.
Todas estas cuestiones y discursos que encierra el fenómeno migratorio son poco abordados porque se analiza desde un punto de vista muy económico. El humano ya no es humano, se transforma en números y estadísticas. En empleos, desempleos, raciones de comida, indicadores macroeconómicos, incluso se han inventado números que intentan medir el bienestar de una persona, su felicidad. ¿Cuál felicidad se les permite a los humanos que ya no se reconocen entre sí? Estamos desconectados.
El sistema está basado en odios, persecuciones de minorías, violaciones de derechos, opresiones políticas, hambre, desigualdades sociales, racismos, discriminaciones, clasismos. Falta de empatía. Falta de análisis de este ser, de este otro, del extraño y el extranjero. A fin de cuentas somos humanos, somos la humanidad, somos hermanos. Porque no debe importar de dónde vengamos, más bien hacia dónde nos dirigimos, como individuos, como sociedad, como humanidad.
Imagen: Nelio Felipe/Flickr