Por Verónica Calderón
(3 de 5)
El día del funeral de mi hermano, mi padre dijo una frase que no se me olvidará mientras esté viva.
“A partir de este momento, todos seremos auténticos”.
Tiene toda la razón. El dolor te transforma. Las tragedias revelan quién eres realmente. Y si lo haces, lo abrazas, esto no es necesariamente malo.
Esa frase la recordé cuando me tocó vivir una de las épocas más difíciles de mi vida laboral, los recortes en el periódico en que trabajaba en Madrid. Esa época de crisis me demostró que, en efecto, las crisis nos vuelven auténticos.
El malo es más malo; el bueno, más bueno; el cobarde es más cobarde y el valiente, más valiente.
Cada generación lo ha de averiguar a su manera. Ahora no me queda duda que la ocasión para la nuestra es todo-esto.
Esa es la única certeza que tengo por ahora. Que pase lo que pase (porque también sé que esto apenas comienza), nos dejará la lección de saber cómo somos realmente y cómo son quienes nos rodean.
Veremos que nuestras corazonadas no iban del todo desencaminadas. Habrá quien nos sorprenda por gestos de dignidad y valentía que no esperábamos. Y habrá gente que se quitará máscaras y nos demostrarán que nunca fueron buenas personas.
Uno de mis libros favoritos (y película también) es El Mago de Oz. La gran lección de El Mago de Oz es descubrir que la aventura solo descubre cualidades que todos tenían. Son sus actos para lograr el supuesto objetivo (llegar con un mago que les concederá todo lo que piden) los que demuestran que esas cualidades siempre las tuvieron.
La propia Dorothy tiene los zapatos rojos desde el inicio, los que le permitían regresar al hogar.
Pero el viaje, un tema constante en la literatura (desde Ulises), es lo que cambia. Como dice el poema de Kavafis. En el caso de El Mago de Oz, me gusta por la narrativa simple y quizá porque me recuerda a mi infancia.
Y hay un detalle muy importante, que me encanta cómo reflejan en la película. Dorothy regresa. Y su mundo ya es a colores, no a blanco y negro. Lo que estamos viviendo nos cambiará.
Las crisis nos vuelven auténticos, sí, y eso no es sencillo. Vamos a llorar mucho. Vamos a desvelarnos mucho. Vamos a sufrir mucho.
Pero vamos también a ver el mundo diferente. Será difícil que un político nos vuelva a convencer de que es la solución a todos los males después de esto.
Desde luego no pienso que esto será tarea sencilla. Cuando me refiero a que esto apenas comienza, no solo me refiero a la ya monumental catástrofe sanitaria. Me refiero a la crisis económica. A la hambruna que la FAO ha calificado como “apocalíptica” (ese día decidí, literalmente, cerrar la computadora unas cuantas horas). A la nueva manera de viajar. A los amigos que vamos a perder y también a los que vamos a ganar.
Estoy segura incluso que ustedes lo han empezado a notar. Amistades que se creían rotas ahora han renacido y otras personas que parecía eran incondicionales, ahora están desaparecidas.
Sobre todo ahora que todo-esto ya es real. Las pérdidas, la tormenta. Las semanas que ahora sabemos que serán meses de encierro.
Hasta ahora que escribo esto veo que, de nuevo, vuelvo a la analogía de la lluvia. En este caso, por el arcoíris. “Somewhere over the rainbow”.
Siempre he pensado que el arcoíris es una mezcla de lluvia y sol. Tristeza y alegría. Así estamos. Al menos por ahora.
Ciudad de México, abril de 2020
Imagen de Angel de los Rios/ Flickr
MÁS TEXTOS AISLADOS: