Por Raúl Mejía
Antes del partido crucial para México, me fui a echar unas tostadas de ceviche y un par de chelas al reputado local Mariscos sin Nombre. Ahí me chuté los primeros quince minutos del partido contra los árabes, luego me fui a mi casa y sintonicé con el otro partido crucial: Argentina contra Polonia.
Los narradores eran argentinos, estaban absolutamente enloquecidos y sobraban los motivos. El equipo estaba jugando como si hubiesen sido tocados por los dioses. De esos encuentros en donde uno “sabe” que es cosa de minutos para iniciar la goliza porque Polonia no tiene nada. Como equipo están p´al perro.
Hasta antes del segundo gol por cuenta de MacAllister, Argentina bien pudo golear a los polacos pero ya estaba claro para todos (incluso para los chicos de Lewandowsky) que Polonia no tenía cómo anotar un miserable gol. Aquello fue puro pragmatismo pampero. No había motivos como para lanzarse a fondo.
Y dejaron de jugar. Empezaron a pasear el balón.
El entrenador de Polonia sacó del campo a los amonestados y el juego pasó del campo de batalla al Departamento de Quejas, Honor y Justica y, en esa área, México llegó con muy mala reputación.
Argentina recobró lo que le hizo ganar una treintena de juegos (hasta antes del descalabro con Arabia): sobar el balón, pasearlo, desesperar al rival y le salió bien, aunque eso de “desesperar al rival” en el caso de Polonia es un exceso porque la estadística, los algoritmos y el sentido común prescribían dos cosas: Argentina no les enchufaría otro gol (no era necesario) y México no anotaría tres.
Ambas escuadras jugaron con la probabilidad y la estadística. Nada de favores a los hijos del Chapulín Colorado y menos cuando el Canelo le cantó la bronca a Messi. El Canelo está perfecto como chivo expiatorio: si no hubiese amenazado con madrearse a Messi, tal vez los hermanos argentinos se hubieran alivianado.
Muera el Canelo, pus qué.
Así se juegan los partidos. Con realismo. ¿Se necesitaba un 70 por ciento de letalidad en el ataque? Pues Argentina jugo a un 71 por ciento porque enfrente no tenía rival. Con 25 minutos de futbol de alto voltaje fue suficiente
Me gustó el equipo de Messi. Nos mostró lo evidente: si se requiere restregar contundencia, la ponen en práctica… pero nunca un ápice más allá de lo necesario.
¿Y Polonia? Pus la verdad nunca me pareció ni me parece un equipo de calidad. Pasó a la siguiente ronda porque México renunció a atacar en los dos juegos previos. Cuando escuchaba a los sabios futboleros y sus explicaciones para justificar la infame forma de accionar mexicana me quedaba claro lo alejado que estoy de las partes finas y científicas de este juego. Si la frustración y el coraje no me hubieran tomado como su presa, hubiera coincidido con el Tata Martino para quien México jugó excelente contra Argentina y contra Polonia.
La combinatoria más socorrida fue acertada: empatar con los polacos, perder con Argentina y ganarle a Arabia. Perfecto, pero insuficiente por cuestiones burocráticas.
Sigue buscar otro entrenador y aquí parafraseo lo que apuntó Joserra Junior en su entrega en Milenio de hoy. José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo (así se llama pues) nos informa que, para el Tata Martino, España es la quintaesencia del futbol actual. Profundo conocedor del futbol actual, Martino sabe que primero se define un estilo y luego a los jugadores capaces de interpretarlo. Ok.
La tarea para los próximos cuatro años será definir con precisión cuál es el estilo de jugador que florece en esta tierra del faisán y del venado. Una vez logrado lo anterior, buscar al entrenador capaz de dirigirlos con solvencia al éxito.
Martino llegó al Barsa cuando ese equipo era algo sobrenatural y (obvio) tenía un estilo. ¿Martino, con todo y su capacidad, era el entrenador ideal para ese Barsa? No.
En México, según Joserra Junior, no elegimos o definimos un estilo, sino un entrenador.
En el rubro de la contratación de entrenadores se han cometido errores garrafales pero la lección no se aprende. Recordemos a Sven Göran Eriksson, otro exitoso entrenador acostumbrado a estilos europeos ajenos al trópico.
Las mejores versiones de México se han dado con entrenadores que conocen el tipo de jugador que florece en México (no son de riego, sino de temporal, pero los hay) o cuando el entrenador es tan inteligente que detecta los valores ocultos de cierto tipo de futbol regional (Menotti).
Mejía Barón, Lapuente, Lavolpe y el Piojo Herrera sabían de qué lado mascaba la iguana y lo demostraron.
Pero bueno, en una de esas los directivos se traen a Guardiola creyendo que logrará lo mismo que en el Barsa.
En fin. México regresa a casa y eso estaba presupuestado.
Ya en serio: aprendamos la lección y dejemos atrás los milagros.
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