El pasado 13 de septiembre se anunció el fallecimiento de Jean-Luc Godard, referente obligado de la cinematografía mundial. El dato viene a cuento por el método que eligió para morir: a los 91 años de edad, el director franco-suizo recurrió al suicidio asistido en su natal Suiza, país en donde es legal esta práctica. “No estaba enfermo, pero estaba agotado”, a decir de algunos de sus allegados.
En Todo saldrá bien (Tout s’est bien passé, 2021), largometraje número veinte de François Ozon, un hombre de 85 años decide que ha tenido suficiente después de sufrir un derrame cerebral que lo ha dejado en una silla de ruedas con la mitad de su cuerpo inmovilizado. Ante la ilegalidad del suicidio asistido en Francia, el anciano pide ayuda a una de sus hijas para llevar a cabo su propósito fuera del país.
Y aquí viene un dato interesante, la historia está basada en una novela autobiográfica de la escritora y guionista francesa Emmanuèle Bernheim. El libro no está editado en español, pero dos títulos de ella, Una pareja y Arma blanca, se consiguen en Anagrama.
El hombre que quiere terminar con su vida no es otro que su padre André, también aparecen representados en la película su hermana Pascale, su pareja Serge Toubiana, director de la Cinemateca Francesa y su madre, la escultora Claude de Soria, con quien la escritora tuvo una relación más bien distante. La propia Emmanuèle Bernheim es interpretada por Sophie Marceau.
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Bernheim era amiga personal de François Ozon, dos de sus guiones fueron llevados a la pantalla por el director francés, 5×2 (2004) y Swimming pool (2003). Tras el fallecimiento de la guionista en 2017, Ozon dejó madurar la idea algunos años antes de acometer la adaptación de la novela, la cual toca fibras muy sensibles en la familia Bernheim (tanto en el libro como en la película se utilizan los nombres reales de los involucrados).
Dicho lo anterior, se podría pensar que esta es una película que se enfoca en temas como la eutanasia y el suicidio asistido, que siguen siendo sujetos de controversia en muchas partes del mundo. Esta idea se refuerza con el hecho de que en la última parte del metraje (y también la más cuestionable porque rompe con el tono de la película) se narran las últimas horas de André Bernheim antes de su viaje a Suiza. En ese punto, la historia se vuelve una especie de cinta de suspenso en donde se involucra hasta la policía francesa.
Sin embargo Ozon no se considera un cineasta político y siempre ha manifestado desinterés por ofrecer cualquier clase de mensaje en sus películas. Por eso decide enfocarse en la determinación de un hombre que ha vivido plenamente, pero que sabe que ya no tiene los medios para llevar una vida satisfactoria. Si bien se toca el tema del suicidio asistido y sus implicaciones legales, la narrativa se centra en la forma en como esta decisión, tomada con mesura y determinación, impacta en la familia.
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Si bien no quedará entre lo mejor de la filmografía de Ozon, al menos tiene el mérito de evitar el patetismo que imprimió Alejandro Amenábar en Mar adentro (2004), en donde el español Ramón Sampedro lucha por su derecho a morir. Con sentimentalismo contenido los personajes del francés no hacen declaraciones grandilocuentes ni lloran a la menor provocación. En cambio, nos invitan a reflexionar sin tabúes sobre la situación particular de una familia que debe enfrentar el final de un ciclo.