Por Ivan Madrigal
En el marco del Festival Internacional de Cine de Morelia, se proyectó Niñxs, la ópera prima de Kani Lapuerta. La cinta, un documental de 88 minutos, sigue a Karla, una joven de quince años que transita los senderos de la adolescencia en un México rural donde la tradición y los prejuicios se entrelazan con su búsqueda de identidad. La proyección culminó con una emotiva sesión de preguntas y respuestas con Lapuerta y parte de su equipo, quienes compartieron los entresijos de un proyecto que, más que una película, es un diálogo vivo sobre la dignidad, la empatía y el poder de la voz propia.
Niñxs no es solo la historia de Karla, una adolescente trans que enfrenta los retos de crecer en un entorno conservador, sino un retrato universal de la juventud. Lapuerta, con una sensibilidad que trasciende la pantalla, logra capturar la esencia de esos momentos comunes que definen la adolescencia: el deseo de libertad, los roces con la familia, las fiestas con amigos y el anhelo de ser visto y escuchado.
“Lo que siempre estuvo claro fue entender que era una historia de la dignidad y no centrarnos en que Karla es una persona trans, que sí lo es, pero además de ser un adolescente trans puede ser muchas cosas más”, afirmó el director durante la sesión, enfatizando que la identidad trans de Karla, aunque relevante, no es el único eje de la narrativa. “Ella es mucho más que eso: es una adolescente que odia a su madre a veces, que quiere salir con sus amigas. Son lugares comunes que cualquiera puede entender, sea trans o no”.
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El proceso de creación fue un viaje de ocho años, un desafío que Lapuerta describió como un ejercicio de equilibrio. “Al principio, Karla era muy pequeña, y siempre tuve el dilema de qué tan consciente era de que su vida estaría en una pantalla gigante”, confesó. Este cuestionamiento ético sobre la relación entre el documentalista y su sujeto marcó el proyecto. La solución fue clara: priorizar la voz de Karla. “No me interesaba contar su historia desde mi perspectiva, sino escucharla a ella”, explicó Lapuerta. El resultado es una narrativa construida a partir de un diálogo constante, una relación casi familiar (“me dice tío”, reveló con una sonrisa) que permitió a Karla ser no solo protagonista, sino coautora de su propio relato.
La edición, un proceso que tomó más de un año y medio, fue otro de los grandes retos. Reducir ocho años de material a 88 minutos implicó decisiones dolorosas, pero el enfoque siempre fue claro: contar una historia que resonara universalmente sin reducir a Karla a una sola dimensión. El talento del equipo de postproducción, especialmente del editor Yuri Amaral, fue clave para mantener una mirada fresca tras años de rodaje. “Después de tanto tiempo, uno pierde perspectiva. Confiar en el equipo fue fundamental”, destacó una integrante del equipo.
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Filmada con un humor sutil y una calidez que abraza, la película no busca ser un tratado sobre la experiencia trans, sino una ventana a la humanidad de su protagonista. Lapuerta habló sobre el origen del proyecto, que no nació desde el cine, sino desde el activismo. “No veníamos tanto del cine, sino de la lucha”, afirmó, subrayando cómo la producción se convirtió en una extensión natural de su compromiso con las voces marginadas. Este enfoque se refleja en la honestidad de la cinta, que no pretende ser un manifiesto, sino una conversación.
Niñxs es una joya documental que combina la delicadeza de lo cotidiano con la fuerza de las grandes preguntas. No es una película que busque respuestas definitivas, sino que invita a escuchar, a conectar, a comprender. Es, en esencia, un recordatorio de que las historias más poderosas no siempre necesitan grandilocuencia, sino autenticidad. Para quienes buscan un cine que hable con el corazón y despierte la empatía, esta cinta es una experiencia imprescindible.