La primera vez que escuché hablar de Al Gore fue durante la campaña presidencial de 1992: un sketch en Saturday Night Live contrastaba el carácter dicharachero de Bill Clinton con la mesura e inexpresividad de quien luego sería vicepresidente de los Estados Unidos. Años más tarde vendría la polémica elección presidencial del año 2000. George W. Bush, los atentados del 11 de septiembre del 2001 y su famosa “guerra contra el terrorismo”, borraron momentáneamente el recuerdo del ex aspirante presidencial.
Pero la aparición del documental La verdad incómoda (An inconvenient truth, 2006), dirigido por Davis Guggenheim, puso nuevamente en circulación al vicepresidente Gore, quien ahora se define como “un político en recuperación”. Pero lo más importante es que puso sobre la mesa un tema que lo medios venían eludiendo desde tiempo atrás: el cambio climático provocado por la actividad de los seres humanos sobre la Tierra. La película ganó dos premios Oscar, Al Gore fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz y hasta tuvo constantes apariciones en la serie animada Futurama. A pesar de las críticas de los grupos de extrema derecha el mensaje era tan claro y directo que nadie pudo refutarlo.
Han pasado más de diez años desde entonces y las catastróficas consecuencias del cambio climático se muestran en el derretimiento de los casquetes polares, las sequías, inundaciones y huracanes que golpean con fuerza inusual las costas. Era necesaria una actualización y esta vez, el propio Al Gore, invitado de honor del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), acudió a la capital michoacana para presentar La verdad incómoda 2 (An inconvenient sequel: Truth to power, 2017), dirigida en conjunto por los documentalistas Bonni Cohen y John Shenk.
El filme viaja desde el centro de Groenlandia, en donde el hielo se derrite a una velocidad alarmante, hasta Florida, en donde las inundaciones parecen incontrolables. Desde Filipinas, en donde uno de los tifones más devastadores de la historia causó la muerte de miles de personas en noviembre de 2013, hasta la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en la capital francesa en 2015, cuyo acuerdo para reducir las emisiones de dióxido de carbono parecía prometedor hasta que hace apenas unos meses, Donald Trump anunció el retiro de los Estados Unidos del Acuerdo de París.
Pero no todo está perdido, a pesar de las campañas de desinformación promovidas por grandes conglomerados empresariales, el uso de energías renovables parece estar sentando las bases de una nueva manera de interactuar con los recursos naturales, como lo demuestra el caso de Chile, con la adopción de la energía solar para producir electricidad.
En la plática con los medios, Al Gore, siempre correcto y mesurado, se dio tiempo para hablar de los terremotos en México y de cómo el cambio climático afecta en mayor medida a los países más pobres. Por supuesto el tema de Trump era obligado. Gore afirma que dejó de intentar convencer al actual presidente estadounidense en cambiar su postura sobre cuestiones ambientales. También espera que para el 2020, después de las elecciones presidenciales, Estados Unidos pueda adherirse nuevamente al Acuerdo de París.
Puede ser que para algunos resulte molesto el evidente afán protagónico de Gore, también se extraña el talento de Guggenheim en la dirección de La verdad incómoda 2, pero el mensaje permanece intacto. Es posible que debamos replantear la manera en que realizamos casi cada una de nuestras actividades cotidianas y al margen de la acción personal, es necesario preguntarnos ahora que son tiempos electorales en México ¿qué están haciendo nuestros gobiernos para frenar la catástrofe?