ALGÚN DÍA MI GATO COMERÁ SANDÍA
Omar Arriaga
Decíamos ayer que la geoficción es una ciencia que elabora cartografías de determinadas culturas a partir de sus basas mentales, sin excluir, por supuesto, la franja del mito.
En el caso de Cataluña y Castilla, tanto el capital histórico como el cultural fueron forjándose desde la Edad Media.
Pero no fue hasta el Renacimiento, con los árabes expulsados, que el reino español cobraría solidez en la Península: ya en 1475 Castilla y Aragón se unirían por la boda entre Isabel y Fernando.
Si en la actualidad no es tanto el poder de la monarquía, Cataluña habría quedado de todas formas relegada a un segundo plano desde entonces.
Que la división política de España persista como un vestigio de aquella época (pues entre la Corona de Aragón y el Principado de Cataluña, que ésta gobernaba como provincia suya, hubo continuos enfrentamientos en los que Castilla tenía que intervenir), así lo demuestra.
Los catalanes parecen preguntar por qué un pueblo con lengua y cultura propias, como Portugal o Andorra debería pertenecer a otra nación. ¿Por qué Andorra y Portugal son autónomos, en tanto Cataluña integra los mapas de España?
Si la lógica impasible del racionalismo rigiera, éstos fueran motivos suficientes; mas como explican los historiadores Arsenio e Ignacio Escolar: “toda nación es una mezcla de realidad y ficción… una ilusión compartida… como el fútbol (risas), no tiene porque ser completamente real… Tienes el derecho a inventarte mitos”.
Se trata del mito del poder al que los catalanes contraponen otros mitos, como el del futbol: fábrica de héroes por los que Cataluña brega en pos de su independencia, al punto de prohibir la tauromaquia, considerándola una fiesta española, intrusa.
Con ese sentir de subordinación y no pertenencia, no es de extrañar que uno de los personajes centrales de la historia reciente de Cataluña, el general Miguel Primo de Rivera (aunque disfrazadas las intenciones por los conflictos políticos que atravesaba a la sazón España) decidiera dar un golpe de estado en 1923 con el visto bueno del rey Alfonso XIII.
Curiosamente, uno de los problemas más álgidos era el de la burguesía catalana que, como en el siglo XV, pugnaba por su independencia.
Mas pese a su común origen, el equipo de futbol más representativo de Cataluña, el FC Barcelona, mantuvo una postura a favor del republicanismo bajo el que en 1899 había nacido, tal vez por los trances experimentados por la región en tan largo intervalo de tiempo.
Sea como fuere, desde sus primeros años el Barça no fue bien visto por ni por el rey Alfonso XIII ni por las burguesías ni por los dictadores: acabando Primo de Rivera su dictadura en 1930, tras un período de seis años de paz republicana, el ejército da un nuevo golpe de Estado que culmina en la Guerra Civil Española y, posteriormente, en la dictadura de Francisco Franco durante más de treinta y seis años…
Ahora bien, ¿por qué fue el futbol el hilo conductor mediante el que todo un pueblo sublimó sentires y pasiones a un grado tan antitético? Pues así como el FC Barcelona no apoyaba a la burguesía, aunque fuese la de su misma región, de modo análogo, al inicio de la Guerra Civil Española, el Real Madrid CF, si bien, equipo de la realeza, tomó partido por la República y aun ayudó en la lucha contra el ejército de Franco.
Finalmente, es un mito el que enfrenta a Madrid y Barcelona en tan encarnizada y singular batalla entre el bien y el mal, y miente quien diga que las heridas están cerradas por completo; pero, de inicio, tenemos aquí el fondo sobre el que se desplegará esta malquerencia deportiva.