Por Josué David Piña
No soy aficionado a ver series. De hecho, ni siquiera tengo una cuenta de Netflix, así que mis intervenciones cuando me encuentro en una conversación de los capítulos de Black Mirror o Stranger Things se limitan a decir: «suena bien, te prometo que lo veré pronto para darte mi opinión». No es que las considere de mala calidad con nula creatividad, pero siempre preferiré una buena película. Sin embargo, en uno de mis días de ocio me encontraba con el objetivo de buscar algún filme interesante en internet y sucedió que por azar di click en la imagen de una serie gringa que ofrecía la página. Su nombre: BrainDead.
Le di una oportunidad porque la reseña del sitio decía que se ambientaba en el mundo de la política de Washington D.C., es decir, sonaba como un drama realista de la vida oficial estadounidense. Mi sorpresa fue que me encontré con todo lo contrario a lo que imaginé: una típica trama de ciencia ficción y conspiración con toques de comedia satírica auspiciado por unos bichos extraterrestres. Como muchas personas de mi edad a la hora de interpretar la realidad, mi mente no tardó en hacer la analogía con el capítulo de Los Simpson en que los alienígenas Kang y Kodos toman las formas humanas del demócrata Bill Clinton y el republicano Bob Dole, respectivamente, a vísperas de las elecciones de 1992 para tratar de dominar el mundo.
¿Por qué decidí entonces terminar los capítulos de una serie con un tema tan sobrevalorado en las pantallas estadounidenses? La verdad, lo que me persuadió de llegar hasta el último capítulo de su única temporada fue que estaba ambientado a partir del segundo sexenio del 2015 —y estrenado en junio del 2016— con el arranque de la campaña presidencial de Donald Trump y Hillary Clinton. La historia era demasiado reciente. Realmente me sorprendió mucho que un creador de obras audiovisuales comerciales pudiera hacer de un acontecimiento político actual un producto rentable para entretener. Es decir, mientras que en los últimos meses previo a la elección de Trump en la vida real se vivían unos comicios que exaltaban todo tipo de pasiones y acciones entre los simpatizantes de ambos partidos, casi simultáneamente ya se podía ver una representación ficticia del presente político de ese país.
No pude evitar ocultar la cruz de mi parroquia y remitirme a mi formación académica, ya que como historiador vi en la trama de la serie un claro ejemplo de «historia del tiempo presente». Esto último no es más que un modelo de análisis de nuestra contemporaneidad y se relaciona íntimamente con los medios de comunicación. Por lo tanto, que los directores de esta obra televisiva, Robert y Michelle King, hayan visto en su acontecer político norteamericano una exhibición teatral digna de interpretarse de manera simbólica o artística, es porque las sociedades modernas exigen respuestas rápidas a sus diversas preocupaciones que se asocian con su presente de manera inmediata. En este caso son personas cercanas a las artes audiovisuales los que nos proponen una expresión de dichas angustias mediáticas.
Hace unos meses leí un artículo de Emilio Lezama que describe muy bien este fenómeno de inmediatez que percibimos con las nuevas tecnologías informativas, ya que sostenía en su texto que «la gran ironía del mundo contemporáneo es que para sabernos parte del mundo físico requerimos observarnos en el mundo digital». BrainDead podría convertirse en precursor de próximas series que vean en los siguientes eventos políticos y sociales —que sean centro de atención de los medios informativos— un eco paralelo a la realidad de manera subjetiva o hiperrealista.
Cabe mencionar, por último, que para nada Donald Trump y Hillary Clinton son los protagonistas de la serie. Los dos personajes solamente son un pretexto de inicio para desarrollar lo que sucede dentro de las sesiones del Capitolio entre sus senadores. La estrella gira en torno Laurel Healy, hermana y asistente personal del senador republicano Luke Healy. Laurel es contactada por un investigador independiente que la pone al tanto de una invasión de bichos extraterrestres. Conforme pasan los capítulos y después de que la mayoría del senado, el FBI y la CIA son poseídos por los invasores, el personaje principal y su equipo logran eliminar —como es de esperarse— la amenaza espacial.