Cesáreo Quezadas Cubillas, mejor conocido como Pulgarcito, sigue penando una condena acusado de violación a menores; ni su fama ni las observaciones de Derechos Humanos le han servido de gran cosa. Aquí la historia.
Por Francisco Valenzuela
La escena no puede ser más morbosa: una mano adulta se acerca al par de piernitas tiernas, no se escucha nada, la imagen es borrosa y tiene cortes duros al estilo Godard. La mano que mece la cuna, Durmiendo con el enemigo, Para o papá dispara; varias películas hollywoodenses podrían dar título a esta historia. Pero no estamos hablando de algún culebrón filmado en California, los hechos se suscitan en el sur de esta patria mexica, en la tierra del maestro Manzanero, gobernada dos sexenios por el hoy fallecido Víctor Cervera Pacheco. Reconstruyamos, comencemos por los personajes: Cesáreo Quezadas Cubillas es un sujeto que como muchos otros pensó encontrar la felicidad plena en los brazos de una mujer: Beatriz Rojas, de quien se divorció para buscar un segundo chance con Claudia Burgos. A las dos les juró fidelidad y amor eterno, pero con ambas perdió. Cesáreo Quezadas: un nombre que no dice nada, pero qué tal si les paso un nuevo dato: se trata nada más y nada menos que de Pulgarcito, ese actor que a finales de los 50 enterneció a toda una generación de mocosos y padres cursis, que emprendió una saga fílmica de bajo presupuesto y harto sentimentalismo con obras como Mi niño, mi caballo y yo (1959), Angelitos del trapecio (1959), El dolor de pagar la renta (1960), Caperucita y Pulgarcito contra los monstruos (1960), Aventuras de Joselito y Pulgarcito (1960), para terminar con relatos más rudos, o al menos así aparentan los títulos: La banda de los ocho (1962), ¿Chico o chica? (1962), Duelo de pistoleros (1966), El falso heredero (1966), La agonía de ser madre (1969) y la nada optimista Nosotros los feos (1973).
Ya no está rodeado de luces, cámaras, maquillistas ni promotores gandallas. Ahora proyecta tristeza tras las rejas, acusado de violar a sus retoños, en la mira de la prensa amarillista, esa que le encanta ver artistas en decadencia para hacerlos pedazos. Lo encerraron por los delitos de violación, violación equiparada, abusos deshonestos, estupro y pornografía infantil en contra de sus cuatro hijas y el vástago. Pero Pulgarcito se defiende, lo niega todo; en la época de los complots y videoescándalos éste es uno más fabricado por sus ex mujeres, afirma. Entrevistado, dice que todo esto tiene su origen en una venganza de Burgos, “quien padece de un fuerte desequilibrio emocional y que desafortunadamente encontró aliados en la procuraduría del estado. El Ministerio Público local fabricó las declaraciones de mi hija, con tal de tener los elementos suficientes para aprehenderme y prueba de ello es que fui detenido ilegalmente y trasladado a Izamal mientras ‘cocinaban’ mi expediente». La película ya es otra, la podemos titular Pulgarcito contra las monstruas, o Nosotros los presos.
Ahí está el video como única e irrefutable prueba, una copia de mala calidad en la que sólo se ven las traviesas manos. “No tenían fuerza legal para llevarme a prisión, tuvieron que hacer declaraciones falsas», agrega el acusado. Según la denuncia, las hijas señalan que vieron el video en el que «nuestro papá nos estaba violando». Pero las niñas no se enteraron, permanecían sedadas por varios días, con drogas que Pulgarcito supuestamente les administraba. El ex actor asegura que los exámenes médicos practicados a las menores en cuestión fue falseado por los empleados del Servicio Médico Forense (Semefo). En su informe, el Semefo detalla cicatrices en la región ano rectal, resultado desvirtuado en estudios practicados posteriormente y a petición de la propia parte acusadora; según los Servicios de Salud de Yucatán no existen tales alteraciones. Crece el sospechosismo del coco wash: el DIF realizó un estudio psicológico a las hijas, en el que se documenta que las presuntas agraviadas nunca supieron de los delitos que supuestamente infligía en su contra Pulgarsote, sino hasta que la segunda “ex” presentó la queja. «…Me enteré que pude haber sido violada por mi papá y que había un video muy fuerte, del cual me platicaron mi mamá y mi prima María…». La menor de 16 años parece no sentir rencor por su padre, al menos no lo recuerda haciendo cochinadas con ella, recuerdos que tampoco tienen sus hermanas. «Soy víctima de una venganza y voy a luchar con todo para no pagar por algo que yo no hice, sé que Dios me ayudará, porque soy inocente y todo parece indicar que podré probarlo». La fe no le alcanzó, los jueces opinaron otra cosa.
Alguien abre el periódico, busca la sección de Justicia y encuentra el escándalo: “Césareo Quezadas Cubillas, ex actor de películas infantiles, permanecerá 20 años en prisión por el delito de violación equiparada en perjuicio de su hija/ Sereno y tranquilo escuchó la sentencia. La fecha no podía ser más irónica, el 30 de abril de este año Pulgarcito vio cómo sus esperanzas de libertad desfallecían en voz del actuario del Juzgado Octavo, Raúl Coronado Cruz. Además, debe pagar una multa de 18 mil 650 pesos y la reparación del daño moral por una cantidad de 20 mil pesos, por el delito de violación equiparada en perjuicio de su hija Mariana Quesadas Rojas. Solo ese caso fue aceptado, descartando daños contra las otras niñas y el varón, de nombre Narciso e hijo de la primera esposa.
¿Otro caso en el que la justicia encarcela a un inocente? ¿O será que Pulgarcito sí le hizo “cariñitos” a sus hijas? “El niño antes querido por todos sólo nos interesa si tiene una buena historia de sexo, drogas y arrestos”. La aportación es de Rodrigo de Alba y no le falta razón. Quezadas se ha unido, es parte de una leyenda que rodea a ex actores infantiles, como Drew Barrymore y su alcoholismo a los ocho años; Edward Furlong, amigo de Terminator II, en líos de alcohol; Macaulay Culkin y sus acercamientos con Michael Jackson; y el caso escalofriante de los protagonistas de Blanco y Negro, serie ochentera que algunos recordarán: la simpática Dana Plato (“Kimberly Drumond” en la serie) no encontró más proyectos y sí mucho alcohol y drogas que la orillaron primero a filmar películas porno y luego al suicidio. Todd Bridges (“Willis Jackson”) ha sido arrestado en innumerables ocasiones por asaltos a mano armada, mientras que Gary Coleman, el más adorable de los personajes, se resignó a ser enano tras padecer nefritis, no obtuvo más protagónicos, se empleó como policía en un supermercado y declaró que a los 30 años seguía siendo virgen. La fama es tentadora, perder así la inocencia debe ser aterrador.
*Texto publicado en el número 28 de Revés, septiembre 2005. Hoy en día, Césareo Quezadas Cubillas continúa preso en el Cereso de Mérida, donde intenta matar el tiempo jugando ajedrez.