Por Nuria Mendizabal
Querido París, tú que te has colocado como el terreno del amor, que has generado sueños inmutables en quienes te adoran y perfumado al mundo con tus aromas. A ti, querido París, marcado por tu torre y tu lenguaje romántico, se te dio el don de pintar sueños románticos hasta en aquellos que no creen en el sentimiento mismo del amar.
A ti que con un je t’aime has logrado estacionarte en los recuerdos de lo cálido y lo frío de la emoción; a ti, mi amado, te han robado la inocencia, querido París, te han convertido en una ciudad coloquial, común como todas, cambiándote el rojo de tus corazones por charcos de sangre y los aromas de tus fragancias por el picor de la pólvora encendida… qué historia de desamor tan grande, querido París.
Cuando los fuegos pirotécnicos de tus festejos se hicieron tiroteos y la música de tus acordeones se hizo llanto, cuando los celos adquirieron el poder de reclamarte tus errores, París, cómo quisiera abrazarte, hacerte el amor y decirte que todo fue un mal sueño, querido y amado París.
Quiero suponer que te prestaste para una mala broma, mi fiel enamorado, y que de las calles saldrán nuevamente dos amantes en sus bicicletas y gritarán París je t’aime y en la acera de frente se verán las gabardinas de tus hombres y los labios pintados de tus mujeres.
París, mi querido París, no llores, no pienses tampoco si llanto has causado. Devuelve la voz de violín a tu sentimiento y de tu acordeón a tus palabras, que todos nos sentimos lastimados por amor como si nos hubieran roto el corazón más de 130 veces. Pero mi querido París, no te sonrojes con la sangre, ni llores con la muerte, que el viernes 13 terminó y las películas parisinas volverán a ser de amor y no de terror.
Pero sabes, querido París, cuestiónale al mundo entero cuando te vuelvas inquieto quién no ha visto una fotografía coronada con tu bella Eiffel; pregúntale a los ancianos si no han vivido un sueño con una canción en tu idioma; querido París, amoroso París, persigue a la juventud y la verás posarse sobre tus calles en algún momento de su vida.
Y es que todos amamos tu creación, tus calles y tus espacios, querido París, porque para eso fuiste creado de tal manera que aún que no te conozcamos; bien o mal, en nuestros labios se postra un pedazo de ti, o bien un París, un París je t’aime.