Por Armando Casimiro Guzmán
Unos días antes de su estreno en cartelera se presentó en el Festival de Cine de Morelia Espectro (2013), tercer largometraje del director mexicano Alfonso Pineda Ulloa, cinta de terror que intenta revivir un género que anda de capa caída en la cinematografía nacional. Poncho Pineda debutó en las pantallas con el desafortunado thriller romántico Amor, dolor y viceversa (2008), además compitió el año pasado en la selección oficial del FICM con Restos (2012), una segunda obra que aún lucha por tener estreno comercial.
Espectro está basada en Al final del espectro (2006), filme colombiano dirigido por Juan Felipe Orozco que el propio Pineda Ulloa reescribió (él mismo firma el guion), para intentar repetir el éxito que tuvo la versión colombiana en su país natal. Marta es una vidente española radicada en la ciudad de México, tras sufrir una experiencia traumática vive recluida en un viejo departamento que le facilita una amiga para tratar de reconstruir su vida. En ese lugar la acosarán extraños ruidos y sangrientas visiones que sugieren que ahí se ha cometido un terrible crimen ¿será?
La película incluye todos los clichés del género: el fantasma que se arrastra por el piso, el lúgubre pasillo, la bañera repleta de sangre y hasta el infaltable cuchillo cebollero. El director agrega el recurso de las imágenes tomadas con cámara de vigilancia, algo muy socorrido en años recientes y que han probado sin fortuna toda clase de cintas del tipo de Actividad paranormal (Paranormal activity, 2007), y que en cambio, el buen Alex de la Iglesia le supo sacar provecho con su característico humor negro en la TV movie, La habitación del niño (2006).
Cuando menos el reparto está acorde con la calidad del producto, encontramos al ex Rebelde Alfonso Herrera, como el inefable violador psicópata y Maya Zapata como la vecina inexplicablemente furiosa (y cuyas acciones nunca embonan con la historia principal), cierra el elenco la ex Soy tu fan, Johana Murillo en su pequeño papel de amiga incondicional (otro más que no se integra por completo al relato). No faltará quien crea que el protagónico de Paz Vega levante un poco el pobre nivel de la película, pero la verdad es que no hay mucho que pudiera hacerse con un personaje tan poco interesante. Pero eso no parece importarle, la española participa en el nuevo proyecto del director mexicano, su primer largo en inglés: The Jesuit, que planea estrenarse en el 2014.
¿Qué pasa con el cine de terror mexicano? Es imperdonable que la película utilice de manera tan ineficaz los lugares comunes del género, en conjunto destila pobreza (creativa ante todo) y humor involuntario. Apenas veinte minutos de metraje son suficientes para darse cuenta de que ya tuvimos suficiente y hay que armarse con una buena dosis de disciplina para no abandonar la sala de cine (muchos lo hicieron en la sala donde la vi). En resumen, Espectro es lo que resulta cuando una mala idea se ejecuta de la peor manera posible.
Una de las películas que cuyo estreno en cartelera coincidió con su presentación en el Festival de Cine de Morelia fue La piel del deseo (Adore, 2013), decimosegundo largometraje en la ya larga carrera de la directora, actriz y guionista Anne Fontaine, nacida en Luxemburgo pero que ha desarrollado su carrera principalmente en Francia. Este trabajo es la primera incursión de Fontaine en el idioma de Shakespeare y parece ser que uno de los principales problemas de la producción fue otorgarle un nombre fijo para su comercialización, a la sazón ya van dos nombres con las que ha sido exhibida anteriormente: Two mothers (como se le conoció en Australia) y Dos madres perfectas (nombre con el que se exhibirá en el resto de los países hispanoamericanos).
La piel del deseo (un desatino más de los distribuidores mexicanos), está basada en uno de los cuatro cuentos que componen Las abuelas de la escritora británica Doris Lessing (disponible en español por Ediciones B), publicado por primera vez en el año 2003; apenas cuatro años después, la autora se hizo acreedora al Premio Nobel de Literatura, hecho que como suele suceder, levantó un buen número de críticas. La historia se desarrolla en una pequeña ciudad de la costa australiana, ahí dos jóvenes crecen bajo la tutela de sus respectivas madres. La soledad, el hastío y la lujuria van trazando el camino para lo prohibido, cuando las dos amigas de la infancia se enamoran perdidamente una del hijo de la otra.
El clima soleado y los paisajes paradisíacos de las costas australianas se reflejan cual tarjeta postal en el filme de Fontaine, esto puede ser muy bueno o muy malo según se le vea. Sin lograrlo del todo, la directora intenta adentrarnos en los pensamientos de un par de cuarentonas que se ven inmersas en un extraño y fallidamente provocativo cuadrángulo amoroso. Si bien el filme se beneficia del talento australiano (buena parte del elenco es originario del país-continente), solo una de las historias tiene el nivel de dramatismo suficiente como para seguirla hasta el final, es mucho mejor el desempeño de la pareja conformada por Naomi Watts con el joven James Frecheville.
A pesar de los esfuerzos del reparto la película parece condenada desde el principio por un relato que es tramposo desde su origen. La naturalidad con la que las liberales madres toman el intercambio el intercambio de primogénitos parece forzada y absurda. La directora no logra hacer con el material un melodrama creíble, no ofrece una pizca de la polémica que promete y ni siquiera la exagerada carga sexual que envuelve a las dos parejas se ve reflejada en la pantalla. A esto hay que sumarle un tono solemne y una duración de casi dos horas, lo suficiente para agotar a cualquier espectador poco impaciente.
A pesar de la prolífica carrera de Anne Fontaine, apenas dos de sus trabajos previos se han estrenado comercialmente en nuestro país, Nathalie X (2003) y Coco antes de Chanel (Coco avant Chanel, 2009). La piel del deseo, su primera película en inglés con un presupuesto respetable y un buen plan de distribución parece que supondrá un bache en la carrera de la experimentada directora. ¿A quién va dirigida? ¿Acaso la disfrutarán las mujeres mayores de cincuenta? No lo sé, pero es una obra completamente prescindible.
Con un inexplicable retraso y como función de relleno se exhibe en cartelera Americano (2011), debut en la dirección del también actor francés Mathieu Demy, cinta que desde hace varios meses ya estuvo circulando por nuestro país con solo un puñado de copias. La película fue rodada en locaciones de los Estados Unidos y la frontera mexicana.
El título hace referencia al bar de mala muerte en donde se desnuda por unos pocos dólares Lola, una bailarina de origen mexicano que pasa el día a día tratando de obtener la ciudadanía estadounidense. Por su parte, Martin es un francés que vivió su infancia en las soleadas costas californianas. Tras años de ausencia, Martin decide regresar tras la muerte de su madre para hacerse cargo de sus pertenencias y reencontrarse con la persona que se hizo cargo de ella en los últimos años de su vida.
Demy es muy conocido en Francia aunque muy poco de su trabajo ha podido verse en nuestro país. Pasó años armando este proyecto que él mismo escribe, dirige y actúa, para ello recurrió a viejos conocidos del gremio, como las actrices Geraldine Chaplin y Chiara Mastroiani que tienen pequeñas participaciones, así como la mexicana Salma Hayek, quien coprotagoniza la historia.
El director francés consigue una atmósfera opresiva que acerca al espectador a la confusión que siente el protagonista, que revive los recuerdos de su infancia, que duda sobre romper el compromiso con su prometida, que revalora el papel de un padre distante y el de una madre idealizada aunque le resulte prácticamente una desconocida. Otro logro de la dirección es conformar de buena manera una historia multinacional, que de entrada luce muy complicada por la diversidad de locaciones.
Pero aunque la cinta tiene sus virtudes, lo cierto es que la anécdota no se sostiene por sí misma, la inexplicable fijación del francés por la bailarina mexicana de peluca rojiza, resulta cansado y un tanto absurdo como el protagonista hace de todo para ganar la inútil atención de Lola. Sobre todo parece un tanto desperdiciado el papel de Chiara Mastroiani, quien aparece muy poco en la pantalla a pesar de ser uno de los resortes que empuja la acción del personaje principal, si a esto le sumamos una duración de casi dos horas, nos encontramos con una cinta que resulta cansada cuando apenas va por la mitad.
Aunque tenga su nicho en los circuitos de arte no significa que sea una gran película, lo cierto es que Americano es un buen intento pero en conjunto es una obra fallida. El hecho de que aún ande rodando por la cartelera mexicana es solo por la participación de Salma Hayek en el elenco, como si pensaran que sus compatriotas acudirán en masa a verla, además aparece justo en el momento en que hay opciones mucho más interesantes en cartelera.
Coincidiendo con su exhibición en el Festival de Cine de Morelia, se estrenó en cartelera comercial Somos lo que hay (We are what we are, 2013), tercer largometraje del joven cineasta Jim Mickle, versión estadounidense del estupendo thriller del mismo nombre, que dirigió el mexicano Jorge Michel Grau apenas en el 2010. La película ya fue presentada en el festival de Sundance y formó parte de la Quinzaine des Réalisateurs, sección paralela de Cannes donde se muestran cintas, cortometrajes y documentales de corte independiente.
Con guion del propio Mickle y su colaborador habitual, el guionista Nick Damici (tomando como base el trabajo previo de Michel Grau), Somos lo que hay se traslada de los sórdidos barrios de la periferia de la Ciudad de México a una tranquila comunidad rural de los Estados Unidos. Ahí vive la familia Parker, conformada por los padres, un niño pequeño y un par de adolescentes. Los Parker tienen una peculiaridad: desde hace más de doscientos años, siguiendo un extraño ritual, se alimentan de carne humana. La madre es quien provee de víctimas, pero después de sucumbir ante una extraña enfermedad, otro miembro del clan deberá ocupar su lugar.
Son inevitables las comparaciones con la versión mexicana, a la que le ayuda estar situada en un contexto más pobre y violento, convirtiéndose en una especie de alegoría de los tiempos que vivimos. Por otra parte, su simbolismo es menos claro pero más profundo, además de que la lucha interna por el control de la familia es más intensa lo que la convierte en un componente fundamental de la historia, puntos a favor de la ópera prima de Michel Grau.
En tanto que el ambiente rural, el fugaz romance adolescente, el cambio de poder al personaje masculino, la explicación del origen del ritual (una de las partes más flojas de la trama) y la pertinaz búsqueda que emprende un médico para conocer el paradero de su hija desaparecida… todos ellos son elementos que la vinculan más al entorno estadounidense y que logran darle vida propia a la versión de Mickle.
El director se inclinó por un reparto más bien desconocido por el gran público (aunque este hecho puede deberse más bien al limitado presupuesto del filme), desafortunadamente solo dos de los miembros del elenco lograron crear personajes memorables. Bill Sage como el deschavetado jefe del clan Parker y Michael Parks en su papel del obsesivo médico que busca vengar la desaparición y eventual muerte de su hija adolescente.
Para quienes disfrutamos la obra de Michel Grau, nos resultará muy difícil aceptar esta nueva versión, pero debemos reconocer el esfuerzo de Mickle por intentar ofrecer una visión propia de la familia de caníbales, incluso con una fotografía mucho más elaborada. Hace falta ver más este tipo de películas en la cartelera mexicana, vale la pena darle una oportunidad. Somos lo que hay, se estrenó apenas con 18 copias, aunque también está disponible de manera gratuita en el servicio de Cinépolis Klic.
A la par de su participación en el FICM tenemos el estreno en cartelera de Gravedad (Gravity, 2013), séptimo largometraje del cineasta mexicano Alfonso Cuarón, quien con este filme se consolida en el gusto del público estadounidense al lograr esa rara combinación de un desempeño notable en la taquilla y críticas consistentemente positivas.
Con un guion elaborado por el propio Alfonso y Jonás Cuarón (se menciona también la participación de George Clooney, aunque no aparece en los créditos finales), Gravedad nos muestra el drama espacial que viven la doctora Ryan Stone y el veterano astronauta Matt Kowalsky, compañeros en una misión de rutina, que por una circunstancia inesperada se convierte en una lucha por la supervivencia, al quedar ambos varados en el espacio con pocas probabilidades de regresar con vida a la Tierra.
El éxito de la película ha sido tal que incluso ya se habla de una posible nominación a los premios Oscar el año entrante. La línea narrativa es relativamente sencilla, los astronautas deben hacer todo lo posible para regresar a casa, mientras que a la par corre una línea dramática que se basa en los problemas personales de la protagonista, ambas historias terminarán uniéndose poco antes de la culminación del filme.
Aunque muchos cuestionaron la elección de Sandra Bullock para un papel tan demandante, lo cierto es que sale bien librada y en todo momento se encuentra a tono con la exigencia de la situación. George Clooney, quien completa el reducido elenco, cumple como el experimentado y dicharachero astronauta que servirá de guía y soporte a su compañera para enfrentar los momentos más difíciles.
Esta es una película emocionante y visualmente impactante, pero después de verla con detenimiento queda la impresión de que está muy lejos de ser la “obra de arte”, que muchos afirman que es. La mayor debilidad del filme es el tufillo a “lección de vida” que despide en su parte final, algo que gusta mucho al mercado estadounidense pero que provocará una mueca de disgusto a quienes no disfrutan de los temas de superación personal.
Aún con lo anterior, Gravedad cuenta con los elementos suficientes para mantener en todo momento la atención del espectador con una historia llena de tensión y que está magníficamente presentada en la pantalla. El nuevo trabajo de Cuarón es digno de apreciarse en el cine, sobre todo en el formato 3D que le da un toque extra. Es un producto de entretenimiento de calidad, de esos que no abundan en la industria estadounidense, pero nada más.