CARTELERA RETROSPECTIVA
Por Armando Casimiro Guzmán
Zack Snyder es considerado por muchos como una especie de cineasta de culto, gracias en buena medida a su histérico estilo visual, mostrado hasta el cansancio en películas como 300 (2006), Watchmen (2009) y La leyenda de los guardianes (Ga’ Hoole, 2010), todas ellas banales y verdaderamente aburridas. En su defensa debemos decir que aunque su más reciente producción Sucker Punch (Sucker Punch, 2011) sigue siendo totalmente inofensiva, al menos resulta muy entretenida.
No es tan difícil describir una cinta como Sucker Punch: tomas el barroquismo musical de Moulin Rouge! (2001), el desparpajo visual de Alicia en el país de las maravillas (2010), le añades armas y un montón de secuencias de acción. La historia transcurre en los Estados Unidos de los años cincuenta, en donde una joven enfrenta a su padrastro y al hacerlo, mata accidentalmente a su hermana, en lo que pudiera ser la secuencia más interesante. A punto de ser sometida a una lobotomía, la chica intenta escapar del hospital psiquiátrico a donde ha sido confinada y es aquí donde en verdad empieza la película.
El filme opera en tres niveles: la realidad en el hospital, un burdel que hace las veces de prisión y un tercer nivel en donde se desarrollan las secuencias de acción. Sigue el estilo simple de los videojuegos (aunque, hay que aclararlo, no está basado en ninguno) y con una serie de objetivos y objetos que se deben conseguir para seguir avanzando. En ese sentido, nos recordaría mucho a Scott Pilgrim… (Scott Pilgrim vs. the world, 2010), si el filme de Snyder no se tomara tan en serio.
Gracias al relativo éxito comercial de sus trabajos anteriores, Snyder tuvo cierta libertad para utilizar los más de 80 millones de dólares que componían el presupuesto, la verdad es que su meta no era algo muy original, en sus propias palabras: “quería realizar una película en donde las escenas de acción no estuvieran limitadas por la realidad física”. Fuera de lo dudoso de su objetivo, lo cierto es que a Sucker Punch le fue muy mal en taquilla y las críticas en los diferentes medios han sido mayormente negativas.
Sin embargo, dejarse llevar por el torbellino de soldados, dragones, todo tipo de máquinas y criaturas fantásticas a los que hará frente un quinteto de lolitas de cabaret (aunque eso sí, ya muy crecidas) en una serie de escenarios apocalípticos, tiene su atractivo. Y si a eso le sumamos el sugestivo reparto femenino: Emily Browning (como Baby Doll), Jena Malone (luce bien de cabello corto) y sobre todo Abbie Cornish en el papel de Sweet Pea, tenemos ya los ingredientes necesarios para sobrellevar la hora y media que dura la película.
También debemos mencionar la música, a pesar de que por momentos peca de ruidosa, la banda sonora de la película tiene buen nivel: canciones de Eurythmics, Pixies, Björk y hasta Alison Mosshart (The Kills), se dejan escuchar durante las secuencias de acción.
Hubiera sido interesante ver en pantalla todas las escenas que fueron eliminadas, esto para evitar que la película alcanzara la clasificación C. Seguramente las veremos en video. Pero el principal problema de Sucker Punch es que no es ni una cinta adolescente ni tampoco algo que pueda tomarse demasiado en serio. Es un espectáculo de principio a fin y entretiene. No lo sabemos, el tiempo dirá si llega a ser una cinta de culto o será una de las tantas que cada año pasan sin pena ni gloria por las carteleras.
La ciencia ficción ha sido uno de los géneros que ha contado con pocos trabajos serios en los últimos años. La excepción fue obra de Duncan Jones (como dato de trivia, hijo de David Bowie) con la extraordinaria La luna (Moon, 2009), ciencia ficción del más alto nivel y que fue apenas su primera producción. Ahora con 8 minutos antes de morir (Source code, 2011), Jones hace un acercamiento al cine comercial, aunque en palabras del propio director, “mas bien es una mezcla entre película de Hollywood y cinta independiente”.
En 8 minutos antes de morir encontramos al sargento Colter Stevens, piloto de helicóptero en Afganistán que de pronto despierta a bordo de un tren. No sabe que hace ahí ni quien es la chica que charla con él. Pronto descubre que forma parte de una misión especial y que fue enviado a través del tiempo para evitar que estalle una bomba en un tren con dirección a Chicago. A partir de ahí la película vuelve una y otra vez al mismo lugar, hasta que el personaje principal logra su cometido.
Al ver su nueva producción se nota la debilidad de Jones para los escenarios únicos y el interés en un personaje central que está sometido a una fuerte presión psicológica, elementos presentes en su opera prima. Ante una historia que para otros hubiera servido de pretexto para el lucimiento visual y la inclusión de vistosos efectos especiales, esta cinta es toda una lección de eficacia y sobriedad. Su guión defiende una estructura desafiante para el espectador y resulta un modelo de ficción poco usual, sus imágenes reiterativas recuerdan a cintas como Corre Lola Corre (Lola rennt, 1998) y Atrapado en el tiempo (Groundhog day, 1993), haciéndolo un modelo de ciencia ficción poco usual.
El papel protagónico está a cargo de Jake Gyllenhaal, quien se mantiene en su nivel acostumbrado, la que sorprende es la guapa Michelle Monaghan, quien ofrece el elemento romántico a la cinta y aparece muy divertida en su constante extrañeza. Aunque es precisamente esta necesidad de crear un romance un tanto forzado lo que empaña un poco los logros de la película. También hay que decir que por momentos se siente que la historia no sostiene un metraje de noventa minutos, pero aún así 8 minutos antes de morir logra destacar gracias a que no pretende ser más de lo que es.
Podemos decir que Duncan Jones ha pasado la prueba con su segunda producción, la película tiene sus fallas, pero en general funciona. Es un thriller de ciencia ficción ágil e inteligente, es muy difícil encontrarlos, así que tiene su mérito. Hay que verla.
Se tardó en llegar pero por fin se estrenó en Morelia, Los chicos están bien (The kids are all right, 2010), cuarto largometraje de la cineasta independiente Lisa Cholodenko de quien únicamente se había estrenado en nuestro país la anodina La calle de las tentaciones (Laurel Canyon, 2002). Entre otros galardones su nueva película estuvo nominada para los premios Oscar, los Globos de Oro y hasta ganó el Teddybear en el Festival de Berlín (premio que se otorga a las películas de temática homosexual).
En Los chicos están bien, encontramos a la pareja lesbiana formada por Nic y Jules, y sus hijos que son resultado de la inseminación artificial. En lo que parece ser una familia funcional y feliz, los problemas comienzan cuando los adolescentes descubren el nombre de su padre biológico (es decir, el donante), lo contactan y lo involucran en sus vidas. Algo que afectará la estabilidad no solo de la pareja sino de toda la familia.
Más que ser una película de corte homosexual la cinta es el retrato de los dramas y dificultades que vive un matrimonio sin importar la preferencia sexual. Aquí encontramos la vida de una familia filmada con naturalidad, el hecho de que no encontremos reivindicaciones ideológicas para la causa homosexual es el principal logro de este trabajo. La misma directora Lisa Cholodenko se asume como gay y en varias entrevistas afirma que al hacer el guión, evitó caer en situaciones que la pudieran catalogar de cinta militante o defensora de algún principio.
A pesar de ser una película de poco presupuesto, la verdad es que le ha ido muy bien. Ha pasado por varios festivales y ha recaudado en taquilla más de cinco veces su costo. Hay que reconocer que transita de manera fluida y no es para nada aburrida. El reparto es muy bueno: Annette Bening, Julianne Moore y Mark Ruffalo llevan los papeles principales y lo hacen bien.
Por otra parte debemos decir que es una cinta previsible, de repente el argumento peca de liviano y cae en el drama fácil, no hace falta decir que los peores momentos son aquellos en donde el sentimentalismo acapara la pantalla. En cuanto al personaje de Mark Ruffalo (el autosuficiente padre biológico) resulta poco creíble su repentino enamoramiento de una lesbiana y la necesidad de formar una familia.
Los chicos están bien trata de como las familias permanecen unidas, a pesar de tantos cambios en las estructuras familiares. Es una opción aceptable, aunque tiene sus fallas, cualquiera que la quiera ver en formato DVD en casa seguramente pasará un rato agradable al ver a una película que se sobrepone a sus propias adversidades. Después de todo, el hecho de que una película tan pequeña haya logrado captar tanto la atención de los medios ya es un gran logro.
Película ganadora en el Festival de Cannes y traída previamente a nuestra ciudad por cortesía de la Muestra Internacional de Cine, llegó por fin La leyenda del tío Boonmee (Loong Boonmee raleuk chat, 2010), quinta producción del cineasta tailandés Apichatpong Weerasethakul, quien se estrena en la cartelera moreliana, aunque el resto de su filmografía ya se ha podido ver en festivales.
Apichatpong Weerasethakul (quien se hace llamar Joe para todos aquellos que no podemos pronunciar correctamente su nombre) no es nuevo en el oficio, de hecho dos de sus filmes anteriores ya habían sido premiados en Cannes y su filmografía despierta admiración y rechazo por igual. Arquitecto de profesión, acostumbra rodar sus películas en el campo con actores no profesionales. En Tailandia es considerado un provocador y sus películas han sufrido los amagos de la censura debido a sus temáticas muy personales y su homosexualidad.
La leyenda del tío Boonmee es un compilado de escenas casi sin sentido que tienen como protagonista a un hombre con padecimientos renales, el fantasma de su esposa y el simiesco espíritu de su hijo desaparecido hace varios años. Todos ellos se reúnen en una casa de campo bajo la excusa de que el protagonista es capaz de ver sus vidas pasadas. La anécdota se desarrolla a partir de un libro escrito por un monje budista acerca de una persona que podía recordar sus vidas pasadas después de un alto grado de meditación.
En La leyenda del tío Boonmee encontraremos todo tipo de escenas en las que sobresalen un bagre parlanchín que se une sexualmente con una princesa y una criatura simiesca de ojos rojos que deambula por el campo. La cinta está plagada de planos largos, interpretaciones naturales y diálogos muy cortos, casi no hay movimientos de cámara. Si nos fuéramos a una clasificación fácil podríamos decir que forma parte de la reciente ola del cine contemplativo en la que abundan los farsantes.
A pesar de lo ininteligible de la propuesta, hay que decir que sobrepasa el exotismo folclórico tan común en algunos cineastas orientales. Si uno acepta la invitación para dejarse llevar por la sucesión de imágenes plagadas de color terminará con relativo agrado las poco más de dos horas que dura la película (con uno que otro bostezo, hay que decirlo), pero por otra parte, puede ser una tortura para aquellos acostumbrados a las comedias fáciles o la acción sin sentido de las películas de Hollywood.