Por Francisco Valenzuela
Tercera parte: la película
Mientras que políticos, comunicadores, empresarios e intelectuales camaleónicos ya empiezan a quedar bien con quien suponen será el próximo presidente mexicano (algunas encuestas lo muestran más popular que los Beatles), el director Carlos Bolado se ha metido al casino para apostar sus fichas contra el favorito.
Su película Colosio, el asesinato deja ver las más oscuras prácticas priistas que llevaron a ese partido a una profunda crisis de credibilidad una vez que alguien mató a Luis Donaldo Colosio, un candidato que en apariencia distaba del perfil tecnócrata que había caracterizado a los mandatarios de los últimas sexenios.
Según las investigaciones de varios fiscales, a Colosio lo asesinó Mario Aburto, quien solo habría obedecido a su retorcida cabeza llena de fantasías y sueños guajiros de poder. El veredicto no lo creyó nadie, así que el ocaso de Luis Donaldo se inscribió como uno de los más lamentables capítulos en la historia de un país que recién recibía las promesas del primer mundo vía un tratado de libre comercio firmado y celebrado por Carlos Salinas de Gortari.
La cinta referida se ha estrenado esta semana con cifras más que aceptables en taquilla. Sus creadores construyen una ficción que recae en las dificultades que debe pasar el agente de inteligencia Andrés (José María Yazpik) para intentar resolver un galimatías que incluye a muchos sospechosos en Lomas Taurinas, el hoyo de Tijuana donde balearon al candidato.
Otro papel importante es el del “Licenciado”, interpretado por un sobrio Odiseo Bichir, quien encarna a José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI que también perdió la vida a manos de otro asesino solitario.
Andrés recibirá el encargo del licenciado para investigar el crimen “a fondo y hasta sus últimas consecuencias” (vaya frase tan trillada, pero tan viva) solo que ignoran que las zancadillas vendrán desde la mismísima oficina presidencial, ocupada por el Doctor José Córdoba Montoya, interpretado por un contundente Daniel Giménez Cacho, quien muestra una frialdad y cálculo maquiavélico como el que, se dice, siempre caracterizó al francés nacionalizado mexicano, cuyo cargo de asesor principal de Salinas no era más que un puesto simbólico, ya que su poder era –diiiceeen- más grande que el del llamado Chuapacabras.
El caso Colosio es tan enredoso y con tantas aristas y personajes a su alrededor que abarcar mucho implicaría la inevitable conclusión de no apretar nada. Por eso, creo que el guión de Bolado y Hugo Rodríguez acierta en el sentido de cargar el drama hacia la situación personal de Andrés, eso sí, casado con una periodista que todo lo desbalancea, pues no solo la actuación de Kate del Castillo es gris, sino que encima le ponen unos diálogos y encuadres llenos de cliché ahogado en el lugar común.
En la película aparecen de manera discreta y a veces relampagueante varios políticos bien conocidos: desde Salinas de Gortari hasta su hermano incómodo, además del también hermano Mario Ruiz Massieu, funcionario menor que pasó de la gloria al infierno, acuñador de la inolvidable frase “los demonios andan sueltos”.
La cinta da un mayor peso al intocable doctor Joseph Marie Córdoba Montoya, malévolo jugador de ajedrez que mueve las piezas a placer, sin que nunca nadie lo ponga en jaque alguno.
Desde luego que Colosio, el asesinato no es un documental que destape la verdad sobre el crimen contra el aspirante priista; es, como siempre lo ha sostenido su producción, un relato de ficción que sin embargo deja en claro la forma con que se maneja el poder en México. Lo bueno es que no se andan con disfraces y llaman a todo por sus siglas, aunque dejando que el espectador recuerde nombres y apellidos.
Una película con varios detallitos, irregular, pero que en general hay que ir a ver, sobre todo en estas épocas electorales, donde el mismo partido de la tragedia anuncia un ¿inminente? retorno.