Por Ulises Fonseca
Comparar al padre del socialismo, Marx, con una terrible criatura mítica que devora personas y hacerlo además dentro de un cuento de corte realista es una parte de lo que encontrará el lector en La acusación. Cuentos prohibidos de Corea del Norte. Se trata de una colección escrita por un hombre autodenominado “Bandi”, palabra coreana que en español significa “luciérnaga”.
El libro referido es una colección de cuentos excepcionales, no tanto por la forma en que están escritos, sino por el mero hecho de existir. Además, ha llegado hasta el mundo hispanohablante luego de una larga odisea relatada en el apéndice del propio título.
El hecho de que sea insólita la existencia de esta colección no es difícil de comprender para cualquiera con un mínimo de información. De hecho, sólo basta teclear en el buscador “imágenes nocturnas satelitales de la península de Corea” para constatar la diferencia entre los dos países que “coexisten” en ese espacio.
Y es que, en efecto, mirar hacia Corea del Norte es como voltear los ojos hacia un lago congelado: se percibe lo superficial con una quietud aparente, donde todo aquello que mora en las profundidades permanece vedado a la vista ajena.
¿Qué puede verse en esa superficie? Lo que aparece en medios internacionales, lo que el régimen permite mostrar de su propio país y, a lo sumo, la apreciación de los viajeros extranjeros que han tenido la osadía –y el dinero- de ir a esa prisión colosal, recolectar imágenes y luego colgarlas en plataformas como YouTube.
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Pero conseguir algo profundo se antoja imposible. Es como perseguir un espectro que, si bien se sabe existe y vive, resulta inasible para cualquiera. Es entonces cuando aparece Bandi, hombre que por motivos de vida o muerte ocultó su nombre y no es para menos, ya que sus cuentos son implacables con el sistema político y sociocultural norcoreano.
Entonces, lo interesante de esta colección de cuentos radica en que no se trata de meras observaciones externas, hechas por viajeros occidentales. Al contrario, “la acusación” tiene la visión de una persona originaria de ese país, testigo de primera mano de toda una serie de absurdos y situaciones de pesadilla en el día a día de cualquier norcoreano. En suma, él es una más de las almas condenadas a permanecer bajo el hielo totalitario, que encontró una fisura en el sistema y pudo hacernos saber, mediante sus textos, lo que ocurre en esa profundidad.
Ahora bien, ¿qué ocurre en esa profundidad? La palabra que da título al libro no lo podría expresar mejor: el régimen del proletariado es en realidad el de los “culpables en potencia”. Cualquiera puede ser un traidor, desde un niño que proviene de una familia non grata hasta una anciana que se ve obligada a fungir como títere de la propaganda oficial, so pena de convertirse en objeto de expiación. Para expresar dicha condición humana, Bandi utiliza en todos sus cuentos el recurso de la analepsis -o para decirlo de otra forma, los flash backs-, breves pausas descriptivas y, sobre todo, metáforas referentes a la naturaleza o la mitología.
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Con estas herramientas, Bandi describe ambientes sofocantes por los que se mueven los personajes, atrapados en contextos en los que prevalece la burocracia y donde la humanidad queda aplastada por los protocolos. De esa forma, si un hombre desea visitar a su madre moribunda, no podrá hacerlo debido a que el líder de la nación ha decidido visitar la región y, por tanto, los permisos para traslado son cancelados.
Y es que, al parecer, en Corea del Norte sus ciudadanos deben recorrer una travesía semejante a la que requeriría conseguir una visa para ir al extranjero. Con la excepción de que la necesitan para moverse dentro de su propio país.
Asimismo, como una forma de respuesta a las retóricas y formas utilizadas por los regímenes dictatoriales, el autor recurre a simbolismos que en lugar de celebrar acentúan el fracaso del sistema. Es el caso de un árbol plantado por un fiel seguidor de la utopía comunista en las etapas iniciales del gobierno de Kim Il-sung, que sin embargo acaba desolado por el desengaño varios años después, cuando intenta sobrevivir al invierno en una casa sin calefacción ni alimentos.
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También es de destacar aquella historia en donde Bandi equipara la imagen de los líderes comunistas con un demonio mítico llamado Obi. Una asociación pincelada a través de los ojos de un niño pequeño, al tiempo en que la madre de éste llega a comparar al resto de ciudadanos con una manada de conejitos atemorizados por la fuerza maligna que ve en su hijo. En todos los cuentos la vida y la política totalitaria están íntimamente conectadas, con relaciones trágicas que, por fortuna, no caen en el melodrama. La excepción es el texto final, en el que se nota desesperación y llega a tener un cierto aire panfletario.
Es en este punto queda clara la razón que motivó al hombre para utilizar el pseudónimo “Bandi”, ya que su escritura se convierte en una luz dentro de una oscuridad tan negra “como la tinta”, que inunda Norcorea. Es decir, se trata de una cabeza pensante que se niega a ser aplastada por el sistema, que resiste a través de la escritura, de la creatividad literaria y la emplea para decir “no estoy de acuerdo con el régimen”. O más todavía: “esto soy, pienso de una forma distinta y no soy el único en disentir”.
La acusación. Cuentos prohibidos de Corea del Norte, colección de cuentos escritos por Bandi, contrabandeados por una mujer que logró escapar de Norcorea arriesgando su vida. Publicado en castellano por la editorial española Libros del Asteroide y distribuida en México por librerías como Educal Morelia Palacio Clavijero y El Traspatio cafebrería. O en su defecto, adquirible a través de internet.
Fotos: tomadas de Unsplash