La inmensa alfombra roja colocada en la ahora llamada Plaza Escala para recibir a los invitados especiales del Festival Internacional de Cine de Morelia es tan curiosa que vale la pena verla nada más como un casual e inútil estudio sobre el comportamiento de las masas. De otra forma, no se entendería que un grupo de adolescentes le gritara con amor y pasión a Yuya, la famosa Youtuber que ameniza las tablets y celulares de millones de jóvenes que viven en otro México, donde no existe el priista Javier Duarte ni el panista Guillermo Padrés, ambos prófugos de la justicia luego de embolsarse tanto dinero que no cabría en una sala de cine.
Al igual que esta chica, por esos pasillos desfiló el gobernador perredista de Michoacán Silvano Aureoles Conejo, amigo cercano del morenista Damián Alcázar, quien en estos días fue noticia luego de que el diario Reforma informara que acumula cuatro faltas consecutivas en la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México. Pero también pasó Brontis Jodorowsky sin rastros de psicomagia, José María Yazpik acompañado de Johanna Murillo, Manolo Caro presumiendo su nueva película, una colombiana cuyo nombre es lo de menos, realizadores michoacanos que algún día serán celebridades, burócratas del gobierno, hombres afeitados y hombres barbones, mujeres con sus mejores vestidos y un montón de gente guapa.
Cuando empezó la ceremonia formal, el alcalde (in)dependiente Alfonso Martínez se declaró cinéfilo y hasta citó a Ingmar Bergman, dejando a todos con la boca abierta e incluso nos puso a pensar que le iría mejor como maestro en el CUEC que como presidente municipal de una ciudad acosada por asaltantes y grupos del crimen organizado, sin mencionar los terribles baches.
El gobernador solo dijo frases hechas pero eso sí, se comprometió a luchar como un perro para defender el presupuesto cultural, pues según él no se puede entender el desarrollo de la sociedad sin el arte y la cultura. Por cierto, un día antes nadie lo vio inaugurando la Feria del Libro, pero bueno, es un hombre ocupado y tampoco le vamos a exigir que se aparezca en todas partes, como si fuera Dios Padre.
La mejor parte de la noche la ofreció el michoacano Gael García Bernal, quien demostró que no solo es un actor de cine, sino un buen lector de poesía, un estudioso de Neruda y, dijo, admirador de otros poetas como Nicanor Parra, Elena Garro, José Gorostiza, Octavio Paz, Gilberto Owen y Ramón López Velarde.
Cuando tomó el micrófono en la ceremonia que antecedió la proyección de Neruda, el orgullo de Huetamo citó un muy bello texto que el chileno le dedicó a México allá en los tiempos del cardenismo:
«Qué orgullo te tenemos, México hermano, México, águila verde,
desde arriba del mapa, como laurel de hierro
dejas caer una hoja que recorre
todo el desamparado corazón de Sudamérica
como un lingote rápido de orgullo,
y de tu sol central como de una granada
salen olas de luz para nuestras banderas.
México, yo me acuerdo
de ti cuando en Madrid volvían
mis compañeros combatientes
de vuelta de la sangre.
Me traían no una flor de trinchera,
me traían no un pájaro recién asesinado
sino un puñado de cápsulas de bronce
detrás de las que pude descifrar con orgullo
la siguiente leyenda: México, 1936
Ellos, los combatientes,
trajeron hasta mí tu flor de fuego,
trajeron hasta mí tu plumaje de pólvora
para decirme México nos ayuda, no estamos tan solos, hermano.
Y entonces
no me sentí hijo de una patria traicionada,
no me sentí habitante de un mundo que acorralaba a España
me sentí hijo de América, y una gota
de tu valiente sangre, México, salió a cantar al mundo»
¿No es hermoso?