Políticos corruptos y cínicos, reformas que nadie pidió, una ciudad caótica y homenajes de lo más hipócrita. Así se vive un día cualquiera en Michoacán. Lo bueno es que para sobrevivir a esto hay buena música, como un par de discos manufacturados por el viejo Carlos Santana…
Por Jorge A. Amaral
El martes pasado tuve que salir al Centro a hacer unas compras y, al pasar por el Monumento a Lázaro Cárdenas, vi que el gobierno local ya tenía lista una carpa, sillas y la mesa donde don Willy y su séquito presidirían el acto conmemorativo de la Expropiación Petrolera. Vaya payasada, pensé, tomando en cuenta que el Ache es priista, que el gobierno estatal es tricolor y que el gobierno federal también ostenta las siglas del Revolucionario Institucional, lo cual, considerando la aprobación de la Reforma Energética, da como resultado una conmemoración basada en el cinismo más majadero que puede haber.
No sé por qué, pero sentí tanta rabia al ver que el Ayuntamiento de la “suma de voluntades” ya tenía montado su teatrito, que sólo pude soltar mentadas de madre a diestra y siniestra, a tal grado que hasta un pobre cafre que se me atravesó se llevó su “¡por lo menos saca la lengua güey!”, seguido de mi reflexión de siempre: “Si yo tuviera un lanzallamas para arrasar a los pendejos…”. Ya por la tarde me enteré de que Gasparín, o sea nuestro gobernador de ultratumba, había estado con los más altos pedorrajes de la política estatal en Jiquilpan, tierra de don Lázaro Cárdenas, y no para jugar a la Ouija, sino nada más ni nada menos que para festejar el legado del general que el partido en el poder se encargó de sepultar en otra fecha emblemática para los mexicanos: el 12 de diciembre.
No voy a entrar en detalles sobre la Reforma Energética, es un tema más que visto y leído y todos, eso creo, sabemos de qué va el asunto, a menos que se la pasen viendo a los imbéciles de Werevertumorro o cualquier otro video blogger mexicano (excepto La Tuta y El Escorpión Dorado, ellos son casos aparte).
Lo que a muchos nos da coraje de esas conmemoraciones es que son como cuando el asesino va al funeral de su víctima y todavía da las condolencias a la viuda: “Mi más sentido pésame, señora, era un gran hombre pero lo maté porque estorbaba a mis intereses; además fue por bien de usted y de sus hijos, se había vuelto un lastre para el desarrollo económico de usted y su familia pues su marido era un dogma ideológico del pasado que me impedía cogérmela por Detroit, así que debería agradecerme”.
El cinismo del gobierno es tal que hasta guardias de honor montaron en torno a la figura de Lázaro Cárdenas, quien seguramente se está revolcando en su tumba al ver que el logro gubernamental del siglo XX, su logro, fue echado por tierra en aras de mover a México, aunque no han dicho bien a bien hacia dónde.
Y así, mientras son peras o son manzanas, el gobierno federal acumula asesinatos como para igualar al calderonato a fin de sexenio, Hipólito Mora recibe un auto de formal prisión y es trasladado al penal de Mil Cumbres, donde seguramente ya lo esperan templarios ansiosos de darle la bienvenida; los grupos de autodefensa se sumen en pugnas internas por el poder, en más municipios se expulsa a los policías municipales y los ciudadanos toman el control de la seguridad con todos los riesgos sociales que ello implica, ya lo hemos visto; el PRD estatal vuelve a dividirse por la eterna competencia entre las tribus, el Congreso se regodea con la detención de un ex funcionario perredista (para que sufra la canalla), el Poder Judicial navega con bandera de pendejo pues se sigue haciendo bolas con lo del Nuevo Sistema de Justicia Penal, los democráticos siguen en el Centro, los nicolaitas pelean por la gratuidad, Morena ya no sabe qué más hacer para que el pueblo despierte del letargo y todo eso que tiene a Michoacán sumido en el fango entre balaceras en algunos lados y la incertidumbre en todos. Y mientras eso sucede, el gobierno se atrevió a conmemorar una fecha en la que ya lo único que queda celebrar de manera colectiva es el cumpleaños de La Chimoltrufia, y eso si Chespirito no nos cae como reforma estructural.
La recomendación de la semana (al 2×1)
Grabaciones de conciertos hay muchas (algunas de ellas geniales), discos de Santana en vivo también los hay y son bastante buenos, así que hoy la recomendación es doble: Carlos Santana & Wayne Shorter. Live at the 1988 Montreux Jazz Festival (1988) y Sacred fire. Live in South America (1993). La razón por la cual recomiendo dos discos es que ambos, a pesar de ser del mismo artista, son sumamente distintos por el contexto en que fueron hechos. Vamos uno por uno.
Carlos Santana & Wayne Shorter. Live at the 1988 Montreux Jazz Festival, al ser grabado durante la presentación de ambos músicos (el 14 de julio de 1988) en uno de los festivales de jazz más importantes del mundo, si no es el que más, es, ante todo, un disco de jazz fusión, por lo que no escucharemos “Black magic woman” ni “Soul sacrifice”. Y es que la faceta jazzista de Santana es muchas veces la menos explorada pues se le tiene más catalogado como guitarrista de rock, aunque bajo los influjos del jazz ha hecho grandes discos como Caravanserai, Iluminations o Borboletta, por mencionar algunos. Otro pequeño gran detalle de este concierto es que en él estuvo nada más ni nada menos que Chepito Areas, el mítico timbalero nicaragüense de los clásicos Santana, Abraxas y Santana III, en los que aún está presente la era Woodstock del guitarrista. Y si a la cara jazzista de Carlos Santana, la excelsa ejecución de Chepito Areas en los timbales y el portentoso sonido de Chester Thompson en los teclados, agregamos el virtuosismo del saxofonista Wayne Shorter, tenemos un agasajo a los oídos que se prolonga durante dos horas en las cuales constataremos por qué ambos músicos se consideran herederos de John Coltrane, consideración que sustentan a la perfección.
La otra recomendación es Sacred fire. Live in South America, grabado primordialmente en el Palacio de los Deportes, en la Ciudad de México. En este disco sí encontramos a Carlos Santana en su estado más puro, con las canciones que ya conocemos de él y que se han vuelto clásicos del rock. Con su hermano Jorge Santana en la otra guitarra, la curiosidad que este álbum nos regala es “Esperando”, un cadencioso reggae compuesto exclusivamente para esta gira y que sólo en este disco aparece (hasta donde pude comprobar al revisar los 40 discos de Santana que poseo [soy grupie, lo admito]).
Dos discos ideales para escucharse mientras maneja, bebe o camina en medio del plantón de la CNTE, así que al carajo con los políticos, súbanle el volumen.