“art is junk” the urinal
says “dig a hole
& swim in it”
Jerome Rothenberg
POR Josafat Pérez
Currículum vitae
Nombre: Dadá.
Fecha de nacimiento: Cinco u ocho de febrero de 1916 (mis biógrafos no se ponen de acuerdo).
Lugar de nacimiento: Cabaret Voltaire, en el # 1 de la calle Spiegelgasse, Zurich, Suiza. (Frente a la casa de Lenin, para mayor referencia).
Ocupación: Ninguna en especial. Algunos me atribuyen ser el precedente del surrealismo. Reniego. Esos parias comprometidos sólo organizaron mis locuras e improvisaciones para autonombrarse vanguardia. Por eso Tzara se puso tan Tristón con bebe Bretón y el mismo Artaud se hartó de tanto gravamen ampuloso e innecesario: Monsieur Bretón, su (mente en) (r)rea (-lidad no es muy) lista. Otros más me colgaron el saco de anarquista y revoltoso, sólo por leer a Bakunin y causar exabruptos cada que tenía casa llena en el Voltaire. (Pensándolo bien, decían bien). ¿Ocupación? A lo único que le puedo llamar así es al desmadre que mis inquilinos han hecho en mi nombre por varias ciudades del mundo, con el ruin objetivo de joder a la burguesía bienpensante y a la elite snob hipocondríaca. ¡Hay mis muchachos!
Desocupación: Desinstitucionalizar el arte inyectando ironía en cada obra-carcajada; desinfectar a la sociedad de (h)a(m)burguesamiento paulatino y moralitis rubicunda con sobredosis de exhibicionismo saboteador y parloteo autóctono; desterritorializar el valor de la obra de arte, del objeto en sí al gesto o intención del (anti)artista; des-devenir al mundo Anti: antiarte, antisolemne, antipoesía, antifilosófico, antimoral, antihegemónico, antiburguesía, antirromántico, antitradición, ¿antidadá?
Me parezco bastante simpático
Afortunadamente no han aprendido la lección, por eso sigo en boca de todos después de casi un siglo. Por lo mismo tú lees esta receta maltrecha que redactó al vapor cierto joven escritorzuelo que tampoco aprendió la lección. Tus suspiros me causan urticaria, pues no sabes por qué me amas y aún así sigues aquí, añorándome. Has de creerte las parrafadas de un patético crítico de arte llamado Ernst Gombrich, quien se atreve a tacharme de ser un movimiento extremista protagonizado, en su mayoría, por aprendices de artista. Déjame decirte algo, si deseas acercarte a Dadá tienes que desderechizar tu mente y no ser tan mentecato como Bodriombrich para suponer que una revolución artística puede nacer del simple amateurismo y la impróvida improvisación.
¿Arte experimental? Vaya forma de enclaustrar a los monstruos de difícil domesticación. Me pregunto si la Victoria de Samotracia o los frescos de la Capilla Sixtina fueron argamasados con tan insigne adjetivo. Seguramente la mayoría de sus aduladores desconocieron las virtudes de estas obras maestras, sin embargo se silenciaron porque aprendieron -antes de Wittgenstein- que de lo que no se puede hablar es mejor callar. Y no es que compare las obras de mis muchachos (Hugo Ball, Emmy Hennings, Tristan Tzara, Richard Hülsenbeck, Marcel Janko, Jean Arp, Kurt Schwitters, Francis Picabia, Marcel Duchamp, Man Ray, Raoul Hausmann, Hans Richter y compañía) con esa mujer alada sin brazos ni cabeza o con aquella biblia para principiantes hecha mural. Personalmente me importa un bledo cuáles lleguen a ser execrables o democratizables, cuáles más proclives al adefesio que al absoluto, o viceversa.
Mi po-ética es una estética provisional -ajena a cualquier programa- que tú has tomado como permanente; por eso mi escarnio entrevera tus neuronas a tu sensibilidad dejándote obnubilado e idiota: Dadá trabaja con todas sus fuerzas por la instauración del idiota en todas partes. Pero concientemente. Y él mismo tiende cada vez más a volverse idiota (Tzara dixit). Si acaso, me interesa regenerar la escisión que dejó a la vida y al arte como dos muñones a su suerte en esta intemperie del espíritu. Como ves mi provocación no es gratuita, al revés, regurgita antidogmatismo y reniega de rabietas intelectuales como interpretaciones del mundo. ¿Me preguntas por el progreso? Desde las trincheras de esta enorme Carnicería Mundial no me queda más que vituperar esa bastarda ideología y orinarme sobre la tumba de los valores que occidente osa defender. La razón me da comezón en los huevos, antes apostados a la menor provocación de mi nacionalismo. Entiendo que negando la razón estoy afirmándola, por tanto no la niego; la aborrezco y hago befa de los imbéciles que la veneran litúrgicamente: mancillo su título de Gran Concubina del orden y la mesura.
Yo antiarte
Ah sí, claro, Hegel ya había matado al arte hace tiempo. Yo no quise volver a hacerlo, con meterle un buen susto basta. Sí, los muchachos hicieron de las suyas con las disciplinas canónicas enfermas de artritis reumatoide: los muy cabrones las obligaban a bailar salsa. Entre varias puntadas, tuvieron la gracia de renovar el happening que, desde Diógenes el cínico, no causaba ya tanto alboroto (por cierto, un tal Jodorowsky dice ser el creador de los efímeros; seguramente nadie le habló de la tradición). También probaron con el dibujo y la escritura automática; posteriormente el surrealismo y el psicoanálisis realizarían investigaciones similares con fines más específicos. La música ruido y el ensamblaje son contribuciones de nuestra revuelta, así como el ready made y la poesía absurda. Un serie nada seria de potentes patentes. Me olvidaba, la cacografía también fue dada por dadá.
Este prurito anarquizante, llevado a la praxis como expresión de nuestra voluntad negativa, es el antiarte. Desestabilización que aspira ser disuasión de lo establecido: sísmica negación. Retruécano que le retuerce el cuello a la tradición para saber hasta dónde puede llegar y qué tanto puede llagar. El antiarte es un tuteo irrespetuoso con el valor agregado que adquieren los objetos al ser declarados “obras”. Un loable ejemplo es lo que Duchamp hizo con una copia de la Mona Lisa: escribirle un bigote y pintarle una obscenidad. La pintura más famosa desacralizada por una maña de lírica ociosidad que implora a risotadas no tomarse el arte tan enserio. Así soy, convulsivo, desinhibido, chocarrero, ana(r)coreta, mamón y diletantemente delirante. Un producto de mi holo-cáustica época; el más auténtico de todos, quizá. Así soy, qué esperabas.
Ya me cansé, sabes. No de seguir siendo Dadá, sino de este soliloquio. Algunos quisieran verme muerto. ¡Jamás! Los Fluxus pensaron que había felpado (tirado la toalla) y buscaron mi estafeta al traducirme y plagiarme hasta el hartazgo. No lo niego, esos jovenzuelos tienen algo que me recuerda a mis muchachos en sus buenos tiempos, el fulgor de sus ojos, tal vez. Han sido lo más próximo, sin ser por ello lo mejor. Deberían dedicarse a otra cosa, pues algunos todavía viven. Creo que George Manciunas no entendió del todo la lección: Dadá no es una doctrina para poner en práctica (Tzara dixit). Me idealizó, lo sé. Su genialidad no bastó para sortear mis seductoras trampas. Lo siento. Al igual que tú no pudo escapar:
Nadie puede escapar al destino
Nadie puede escapar a DADÁ
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Tan sólo DADÁ puede hacerle a usted
escapar al destino.§
- § Silogismo colonial (fragmento) de Tristan Tzara.
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