ALGÚN DÍA MI GATO COMERÁ SANDÍA
Omar Arriaga
Murió el año pasado el escritor Germán Dehesa y aunque en estos siete meses no he leído nada de su obra, es cosa que hay que referir, porque los elogios, aun de parte de aquellos a los que ridiculizaba, no han dejado de lloverle. “Arturo Montiel por fin va a descansar”, se dijo con una mezcla de burla y respeto en algunos periódicos a partir del 3 de septiembre de 2010, e inclusive a Felipe Calderón, a quien satirizaba como a ninguno, pudo filmársele en su velatorio.
“Sobre el muerto las coronas”, reza el refrán y, en efecto, las imágenes que de sus exequias transmitieron por TV, exhibían las coronas fúnebres que el Ciudadano Presidente de la República dedicó al interfecto, a quien conocí por sus últimas apariciones junto a José Ramón Fernández en el programa Los capitanes, de ESPN, canal deportivo de cable.
Se ha asegurado que el humor de Dehesa era más fino que el de Monsiváis, otro escritor crítico de México quien, con el injustamente olvidado Carlos Montemayor, engrosa ya el obituario de 2010. No obstante, si la memoria no me falla, al funeral de Montemayor no acudieron ni FECAL ni Joserra ni Carmen Aristegui; si bien, podría equivocarme.
Con todo, las palabras más pulcras sobre Dehesa las profirió un analista deportivo que le va al Atlas, equipo de futbol que hace medio siglo no levanta un título. Hablamos de Héctor Huerta, también de Los capitanes, quien, sin red de protección alguna, arriesgó: “Pensar es exagerar”, exponiendo que el recargado y satírico humor de Dehesa invitaba a reír al tiempo que funcionaba como un fortísimo golpe a la consciencia que hacía reflexionar de improviso a los que sufrían de sus cachetadas con guante blanco.
Quienes lo conocieron afirman que el ingenio de Dehesa era su arma más mordaz y penetrante, moneda que ahora que yace bajo tierra le pagan los políticos con sus elogios y el señor presidente con esa suerte de inspección post-mortem… Inspección tan suspicaz y equívoca como el festejo histórico del Bicentenario de la Independencia por parte del PAN el año pasado.
¿Alguien dudaba que en esos días enrevesados de PAN y circo en los que el gobierno federal andaba regalando álbumes de microhistoria y banderitas a domicilio se pudiera hablar de otro asunto? Porque la risa y el elogio parecen los únicos dos mecanismos contra los que el ser humano no esgrime su obstinada intransigencia.
Si alguna vez se ataca a alguien, éste se pone rápidamente en guardia. Pero, ¿qué se puede hacer ante el elogio, como comentaba el poeta francés Paul Valéry? Nada, sonreír como imbécil, como si a uno estuvieran confiriéndole el cariño que le faltó de niño.
Estas motivaciones podrían explicar el éxito de la sátira política en un país donde, efectivamente, no hubo ni hay nada que festejar, como aseveraba el cartel de El infierno, película de Luis Estrada cuya estirpe se remonta a Calzonzin inspector, Los supermachos, Los agachados, Goya Goya Salinas Almoloya o La ley de Herodes, del propio Estrada, la cual, por fin pude ver este sábado.
El trasfondo de El infierno era claro: ¿qué más hacer ante la ridícula violencia que priva en el país si no reírse, acaso tomar una metralleta y salir a matar a los policías y a los políticos corruptos? Jajajaja. El infierno parece una mayúscula exageración de dos horas y media que, finalmente, nos deja pensando en aquellas palabras de Arthur Schopenhauer sobre el patriotismo.
“Quien no tiene nada de que sentirse orgulloso por sí mismo, se jacta de haber nacido aquí o allá”. O, parafraseando a Borges: quienes se sienten orgullosos de nacer en un lugar se sienten orgullosos de ser allegados de la fauna local.
No hay que olvidar que en el origen del despotismo y del nacionalismo se esconde el discurso de la ineptitud, el miedo, la ignorancia… Aparente discusión eterna que en México nunca queda zanjada, pese a quienes dicen que la identidad del mexicano ya no es una cuestión relevante.
Pensé que ya lo había visto todo en este país, pero hacer una película identitaria basada en un grupo de narcos que se equiparan a superhéroes gringos para ir a rescatar al hermano de uno de ellos a Irak, cruzando Turquía con un disco de “El sinaloense” (Salvando al soldado Pérez, de Beto Gómez: http://www.verpeliculasonlines.com/2011/03/ver-rescatando-al-soldado-perez-online.html), es la cosa más inesperada, por decir lo menos, de lo que va de este 2011 en cuanto a cine nacional se refiere.
Pero, volviendo a El infierno, quizá no haya sido un filme tan elogiado y visto como merecía, porque a su director aún le falta el requisito de don Germán Dehesa: estar tieso en un ataúd de Gayosso.
Si así fuera, las risas proseguirían y el gobierno le otorgaría muy probablemente a Estrada una de esas frases más sobadas que la panza de la Sulamita.
Mientras tanto, mientras a todos nos llega ese momento: “Aquí nos tocó vivir. Qué le vamos a hacer”, como dice Carlos Fuentes desde su departamento en Paris.