No soy un experto en música de Tierra Caliente, de hecho lo que he escuchado ha sido de manera muy informal, pero de repente uno escucha ciertas cosas que lo atrapan de inmediato, que lo hacen escuchar el disco de principio a fin, incluso regresando ciertas partes, determinados temas que le llaman a uno la atención. Eso me pasó al escuchar a Cirilo Casanova en el disco De maguey y maíz, lírica popular de Turicato.
Puedo ponerme muy exquisito y asumir este disco desde la perspectiva del tipo que vive en la ciudad y es medio culturitas y pugna por el rescate del folclor y las tradiciones, puedo hacerlo y a los diez minutos estaré vendiendo cuadros de la Isla de Janitzio en el Jardín de las Rosas. Eso o mejor busco en esas letras a mi ser rural. Opté por lo segundo y fue extraordinario, pues este disco me ha remontado a cosas de mi infancia que ya no recordaba, anécdotas que nunca le he contado a nadie, quizás en espera de que mi hija crezca o tener algún nieto que me tenga más paciencia.
El corrido de Gil Méndez empieza de tal manera, que es la puerta por la que me asomo a mi yo pueblerino:
Yo recuerdo el tiempo de antes,
cuando yo estaba más nuevo,
que no había cuernos de chivo,
mucho menos pistoleros,
que antes lo que se usaba
era el machete y los huevos.
Y es que Cirilo Casanova, albañil, campesino y corridista, retrata su entorno contemporáneo, pero también trae por medio de las canciones el Turicato de antaño, ese que alguna vez visitara Lázaro Cárdenas para después convertirlo en municipio. Pero recordemos que la lírica popular no sólo sirve para narrar las grandes gestas o cantar amores y desamores, también es una voz para la crítica social, para señalar aquello que al autor no le parece, y por eso, aunque siempre resalta la belleza de su pueblo, en piezas como El corrido de la plaza de Turicato señala aquello que está mal, que el gobierno no atiende, como la fuente que tira agua por doquier, la falta de personal en el Centro de Salud, los sanitarios públicos que permanecen cerrados para uso exclusivo de los taxistas de la plaza y esas particularidades que hacen de cada poblado distinto a los demás, y es que el espectro que aborda Cirilo Casanova es tan amplio, que lo mismo narra aventuras de migrantes turicatenses en Estados Unidos que las vivencias de El Pocos Dientes, amigo de El Soplete, o los valientes Chano El Mudo, El Zirahuén o El Billetes, y es que se ha de considerar que en los pueblos nos conocemos todos, muchas de las veces nada más por sobrenombre.
Les decía que me hizo asomarme a mi yo pueblerino porque al escuchar, por ejemplo, Tortillas con sal, cerré los ojos y vi a doña Elena en su cocina de carrizo y piso de tierra, echando las tortillas al comal sobre el fogón, y ahí me vi yo, a los seis años, almorzando con sus hijas y su esposo don Esteban tacos de salsa de chile negro con tomate (que sólo las mujeres de mi pueblo saben hacer).
Disco doble con 47 temas, De maguey y maíz es producto del tesón de los promotores de la música de Tierra Caliente, gracias a los cuales la lírica michoacana sigue viva porque lamentablemente, por los nuevos géneros populares, cada vez es menor la cantidad de jóvenes interesados en las tradiciones de sus regiones, que a final de cuentas han determinado quiénes son ellos, nomás que, claro, en Michoacán, muchas personas prefieren escuchar a Voz de Mando o a Los Players de Tuzantla que a los hombres y mujeres que han dado identidad musical al estado, sobre todo a medida que nos alejamos de la región Lacustre y la Meseta Purépecha, las más socorridas en cuanto a difusión, una suerte de purepechismo institucional, dicho con todo el respeto del mundo a los purépechas y descendientes de este pueblo, no a los vividores de la cultura jicarera.
Si a ese purepechismo le sumamos factores como la violencia que ha asolado a diversos puntos de Tierra Caliente en los últimos años, la promoción cultural se vuelve una labor no sólo titánica, sino incluso peligrosa, lo que hace complicado que quienes tienen esa herencia cultural la transmitan a las nuevas generaciones.
Así, a través de sus corridos, Cirilo Casanova es el cronista del pueblo al retratar diferentes pasajes de la historia, sus personajes, no los célebres próceres locales, sino a los que él conoció, los de la vida cotidiana, así como los cambios que poco a poco se van dando en Turicato, como la construcción de vías de comunicación o la edificación del templo, o bien los cambios políticos, pues rememora cuando el pueblo se unía y votaba por su alcalde, en comparación con los tiempos en que las autoridades locales, como ha sucedido en muchos lugares, son impuestas por coacción de diferentes grupos e intereses.
En fin, don Cirilo no nos muestra una serie de estampas de Turicato, sino una panorámica en la que caben todos los elementos de esta localidad, el sacerdote gestor incluido, para verla de forma más completa y, a través de ello, ver a nuestros pueblos, porque al escuchar el sonido de la guitarra no pude evitar remitirme a la carnicería que durante 50 años tuvo mi papá, donde por alguna extraña razón, no importaba el aparato, la única estación que se sintonizaba bien era Radio Ranchito, radiodifusora no cultural (o más cultural que las culturales) en la que en determinados horarios suelen programar música de Tierra Caliente de Michoacán y de Guerrero, sonido que se confundía con el típico “¿qué vas a llevar mi chula?” de mi papá.
O bien, aquellos caminos de terracería que mi madre recorría, a veces en Jeep destartalado pero las más caminando, cuando era enfermera de campo en las comunidades de Copándaro, Huandacareo, Chucándiro y Cuitzeo, y yo atrás de ella por esos caminos, lo mismo comiendo un huevo asado en un rancho que caldo de charal en otro, “y si te ofrecen, tú acepta, porque si una tortilla con sal te dan, es de corazón, y cae gorda una gente payasa que no quiere recibir”, quizá de ahí me viene lo glotón, quizá por ello no siento que conozco bien a alguien sino hasta que nos vemos comer.
Es por eso que don Cirilo Casanova, cantándonos los corridos de la gente de su pueblo, consigue ese maravilloso efecto de transportarnos, aunque no conozcamos Turicato, hasta los parajes, a las sombras de los tamarindos, donde se cuentan las historias y se tejen los corridos. Salud, para lo cual es obligado un mezcalito de por aquellos lares.