Es de agradecer al Festival de Cine Fantástico, de Terror y Ciencia Ficción Feratum que entre su programación incluya joyitas del cine camp mexicano como ocurrió con La venganza de los punks (Damián Acosta, 1987), delirante pesadilla con rockeros satánicos proyectada al mediodía de este viernes en Tlalpujahua.
Curioso fue que la película haya tenido como sede a la Capilla Cofradía, antiguo recinto religioso que prestó parte de su ex altar para que una veintena de espectadores viera cómo una horda de desalmados punketos recién fugada del penal asesine sin piedad a los familiares de un policía honesto a quien erróneamente dejan con vida, por lo que renunciará a su placa para emprender la llamada ley del talión.
Es bien sabido que luego del festival de Avándaro (1971) el rock en México se catalogó como una música diabólica, seguida tan solo por una juventud adicta a las drogas y el sexo fácil. Esta cinta refuerza tal premisa, pues pinta a los melómanos del punk como una jauría de criminales que por encima de todo adoran a Satanás, representado por un curioso muñeco a quien se le iluminan los ojos.
La pandilla de malosos vive en algún sitio semidesértico, donde han construido tremendo campamento atascado de sustancias prohibidas, Bacardí blanco y una grabadora de cuyas pequeñas bocinas inexplicablemente sale un ruido que ensordece a todo el rededor. El jefe de la tribu es Tarzán, poseedor de un cuerpo atascado de anabólicos y cuyo rostro permanece cubierto, signo que hace pensar que se trata de algún luchador mexicano. A él lo obedece una buena cantidad de jóvenes con peinados mohicanos y toda clase de look punketo.
Con esa maldad a cuestas es que entran a la casa del policía para violar y luego matar a su esposa e hijas (más algunos invitados) pero cuando es momento de acabar con la vida del justiciero, el Tarzán abusa de su saña e indica: “Déjenlo vivir, para que recuerde esto el resto de sus días”.
El resto de la historia es una persecución de uno contra todos: ya sin permiso de sus superiores, el policía encontrará el campamento diabólico para intentar acabar con cada uno de esos rockeros, uno de ellos imitador de David Bowie y otro con tremendo parecido a Pocholo, el despistado amigo de Papá Soltero.
El director de esta cinta es conocido por una buena cantidad de producciones B, entre ellas la trilogía El Fiscal de Hierro (con los hermanos Almada), El violador infernal (1988) y Hallazgo sangriento (1985), sin que falte el cine pícaro en cintas como Macho que ladra no muerde (1984) y la alburera Cuando te veo palpito (1991).
Al término de la proyección hubo aplausos y vítores de los asistentes, esto pese a un final bastante desafortunado, y es que en general la cinta resulta entretenida y llena de un rock compuesto ex profeso por el extinto Three Souls in my Mind.
Si la quieres ver, parece que anda disponible en la red.
Francisco Valenzuela