Los mayores dramas se encuentran siempre en lo cotidiano. Esta postura parece muy bien asimilada por los cineastas Luc y Jean-Pierre Dardenne, que para estas fechas estrenan en el país Dos días, una noche (Deux jours, une nuit, 2014).
Por Armando Casimiro Guzmán
Se trata del noveno largometraje de ficción del tándem de cineastas de origen belga, película que se presentó en la Selección Oficial del Festival de Cannes (certamen en donde, pese al consenso general, no se alzó con ningún reconocimiento), sin embargo, tomó un segundo aire cuando su protagonista resultó nominada a los premios Oscar, en la categoría de Mejor Actriz. El filme ya pudo verse anticipadamente en la pasada edición del FICM y además forma parte de la 57 Muestra Internacional de Cine que en algunas semanas más llegará a territorio michoacano.
La historia gira en torno a Sandra, una joven madre de familia que después de haber sufrido un grave episodio de depresión, se encuentra con que debe convencer a sus compañeros de trabajo para que renuncien a una importante gratificación a cambio de que ella pueda mantener su empleo. Para completar dicha misión tiene apenas una apresurado fin de semana (de ahí el título del filme).
La idea que dio origen al guion (escrito por los mismos Dardenne), partió de una nota periodística del año 2000, en donde una fábrica francesa presionaba mediante bonificaciones extraordinarias, a que los mismos trabajadores influenciaran para la renuncia o despido de sus propios compañeros que no lograban las cuotas mínimas de producción. Los cineastas se enteraron de casos similares en otros países como Bélgica, Italia y los Estados Unidos, una lamentable práctica que contrapone valores como la solidaridad laboral contra beneficios económicos ocasionales.
Los Dardenne decidieron que querían trabajar con Marion Cotillard durante el rodaje de Metal y hueso (De rouille et d’os, 2012), cinta de la cual fueron productores. Nunca habían trabajado con ningún actor que no fuese de origen belga, mucho menos con alguna actriz tan famosa, por lo que consideraron un reto muy interesante poder transformar el acento y el cuerpo (mucho más delgado para este trabajo), de una figura extranjera tan reconocida.
Los hermanos Dardenne crecieron en Valonia, región del sur de Bélgica de habla mayoritariamente francesa, que cuenta con una industria no necesariamente próspera y una población de inmigrantes mucho mayor que el resto del reino. La cinta retoma estos elementos, mostrando barrios nada pintorescos con habitantes que deben tomar dos o más empleos para sobrevivir (“apenas llego a fin de mes”, se quejan varios de ellos), captando con una cámara muy cercana a los actores, las dudas y frustraciones de un dividido equipo de trabajo.
Dos días, una noche se sitúa junto a Rosetta (1999) y El hijo (Le fils, 2002), como lo mejor de los hermanos Dardenne. Es una película humana y natural, es cine que invita a la reflexión en estos tiempos de globalización económica e individualismo. Si eres de los que no disfrutan las malas adaptaciones cinematográficas de novelas aún más malas, esta es una buena opción para acudir a las salas de cine.