Lejos quedan los tiempos en los que hacer fotos significaba comprar un carrete, colocarlo en la cámara, gastarlo, llevarlo a revelar y esperar varios días hasta comprobar si habíamos sido buenos fotógrafos.
Con la llegada de las cámaras digitales, a partir del año 2000, la industria de la fotografía experimentó una revolución y el proceso se simplificó hasta tal punto que solo tenemos que hacer la foto y esperar un segundo para ver el resultado en la pantalla. Sin embargo, a estas cámaras les ha salido un duro competidor, el smartphone. Y es que muchos consumidores optan por estos dispositivos móviles para empezar a disfrutar de la fotografía. No obstante, aunque para principiantes puede estar bien, los fotógrafos profesionales y los consumidores más avanzados saben que el mejor modo de tomar fotos de calidad es tener una buena cámara.
A principios del siglo XXI las cámaras digitales llegaron a prácticamente todos los hogares. Su principal atractivo era la posibilidad de capturar tantas fotos como se quisiera, poder verlas en la pantalla o en un ordenador, poder editarlas y poder imprimirlas sin tener que esperar al clásico revelado. Tras la irrupción de los smartphones, las cámaras digitales siguieron avanzando para poder ofrecer la principal novedad con la que los móviles intentaban atraer a los fotógrafos, la posibilidad de editar rápidamente las imágenes y compartirlas. Algunos fabricantes también optaron por incluir en sus modelos pantallas abatibles para que el usuario pudiera verse mientras se hacía una autofoto.
No obstante, los estudios demuestran que el público experto y los profesionales del sector no dudan en optar por las prestaciones de una cámara para sus fotografías. Los fabricantes lo saben y han volcado sus esfuerzos en ofrecer la máxima tecnología en todas sus gamas de producto. De hecho, una cámara DSLR y/o con lentes intercambiables desbanca al smartphone de forma clara. Y lo mismo ocurre si se necesita grabar vídeo. Las cámaras superan a los móviles llegando a resoluciones como la 4K en algunos modelos.
Un ejemplo de ello lo encontramos en la Sony A7S II. Es una cámara robusta a la par que poderosa. No es una DSLR pero cuenta con un sensor full frame de altísima sensibilidad y en muy poco espacio. Entre sus fortalezas, además de un visor electrónico de gran nivel, destaca su capacidad de tomar excelentes fotos con muy poca luz, por lo que es muy recomendable para quienes disfrutan con la fotografía de noche. Además, es una cámara muy manejable y cómoda, pues pesa menos de 500 gramos.
Es cierto que un móvil nos cabe en el bolsillo y que siempre nos acompaña. También es verdad que los fabricantes de estos teléfonos cada vez intentan diseñar dispositivos capaces de tomar mejores foto. Pero ninguno de estos motivos es una razón suficiente para que un smartphone sustituya a una cámara profesional. Puede que a los consumidores menos exigentes les baste con la calidad de las instantáneas de su móvil, pero quienes disfrutan con la fotografía en mayúsculas buscan algo más; buscan la sensación de tener en sus manos el poder de capturar la realidad. Y eso solo se consigue con las cámaras de alta calidad como las que eligen los profesionales.