Después de 10 años se ha anunciado el cierre de la revista Emeequis, uno de los pocos proyectos mexicanos de un periodismo distinto: reportajes con sentido ciudadano, columnas inteligentes, fabulosas crónicas, entrevistas a fondo y mucho sentido del humor.
Su director y fundador, Ignacio Rodríguez Reyna, escribió un editorial donde da cuenta de los orígenes de la publicación: “Pensábamos que este México tan lastimado merecía un medio distinto, que apostara por la excelencia, por la frescura, por cumplir el olvidado principio que un medio de información debe cuidar en un país democrático: ser leal a los ciudadanos. No a los políticos, no a los partidos, no a los grupos de intereses. A los ciudadanos”.
Mientras que otras revistas se ocupaban de hacer entrevistas cómodas y por encargo de políticos, en Emeequis podíamos leer un “reporte punk” sobre algún coleccionista de objetos extraños; mientras en Proceso los narcos lucían en la portada, en Emeequis lo hacían artistas urbanos, luchadores sociales, activistas o compositores. Mientras que en algunas revistas culturales solo escribe una élite de intelectuales, en Emeequis escribieron hasta los lectores, quienes por un tiempo gozaron de “La página en blanco”, un espacio para textos literarios, crónicas, ensayos y fotografías.
En esas páginas leímos el extraordinario reportaje La República Marihuanera, firmado por Humberto Padgett y Dalia Martínez, una vuelta por los sembradíos de hierba en Michoacán que les mereció el Premio Internacional de Periodismo Rey de España 2011. También atestiguamos la polémica que causó el texto El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia), de Alejandro Sánchez, acusado por fanáticos de redes sociales de ser misógino y clasista. Solo un par de ejemplos de la calidad de esta publicación que no por nada fue merecedora de 40 premios nacionales e internacionales.
Plumas como las de Alejandro Almazán, Humberto Padgett, Lydia Cacho, Tryno Maldonado, Fernando Rivera Calderón, Diego Enrique Osorno, Armando Vega-Gil y Marcela Turati dieron el sello distintivo de la revista; secciones como La 69 o Manual de la buena lesbiana la mostraron como una edición promotora de la tolerancia hacia la diversidad sexual; y sus entrevistas exclusivas a personajes tan disímbolos como Fito Páez, Enrique Krauze, Maria Katzarava o José Agustín hicieron algo no tan fácil en una revista impresa: que sus lectores la quisieran coleccionar para releerla en el futuro.
Desafortunadamente los editores de Emeequis han tenido que dar un paso al costado; tal vez ya no hubo forma de financiar una empresa periodística con los gastos que significa, quizá los premios internacionales no alcanzaron para pagar la nómina, o es probable que en estos tiempos enrarecidos Emeequis haya sido otro medio incómodo para el poder.
“Nos preocupamos particularmente por una revista lo mejor escrita posible, por utilizar técnicas narrativas, por buscar enganchar a los lectores contando historias, abordando temas que normalmente no tiene espacio en los medios ortodoxos”, confesaba Rodríguez Reyna en una entrevista.
Es una pena, se va un proyecto de buen periodismo, y se quedan decenas de medios cuadrados, malhechos y tendenciosos.