Manu Chao, aquel francés que se hiciera muy famoso en los 90 con su banda Mano Negra y después como solista, tiene una gran fanaticada en México, a pesar de que ya han pasado diez años desde que dio su último concierto en nuestro territorio. ¿Pero por qué el autor de éxitos como Mala vida y Clandestino no ha hecho presentaciones en directo? ¿Es verdad que el gobierno mexicano lo considera una persona non grata y le aplicó el artículo 33 contra extranjeros entrometidos? Aunque se corrió una leyenda urbana al respecto, el periodista Juan Alberto Vázquez nos revela en exclusiva qué sucedió en aquel 2009, cuando el músico europeo visitó el Festival de Cine de Guadalajara y nunca más regresó al cuerno de la abundancia.
Días antes de esta entrevista, Juan Alberto Vázquez publicó en su blog personal el artículo “Por mi culpa, no ha tocado Manu Chao en México”, donde da detalles de cómo una pregunta incómoda desató lo que él mismo llama “una comedia de enredos”.
Corría la primavera de 2009 y el Festival Internacional de Cine de Guadalajara tenía entre sus invitados de honor al creador de Welcome to Tijuana, quien citó a conferencia de prensa para hablar de diversos temas, entre ellos, lo que a su parecer era un marco de represión en México, refiriéndose específicamente al conflicto comenzado años atrás entre habitantes de San Salvador Atenco y el gobierno del Estado de México, encabezado en ese entonces por Enrique Peña Nieto.
Vázquez no era precisamente un reportero de la fuente de cine, pero visitar Guadalajara era clave para él, pues ahí vivía su entonces novia y ahora esposa. Poco acostumbrado a la ola de halagos gratuitos entre la comunidad cinematográfica y su prensa amiga, el periodista llegó a la conferencia del francés con intenciones de cuestionarlo y no aplaudirle por cada ocurrencia. “Al hablar sobre el gobierno mexicano, mencionó que se trataba de un Estado terrorista, y no lo dijo una, sino al menos cinco veces… ahí encontré mi señuelo, ahí estaba la nota, porque yo era un reportero más acostumbrado a lo político, a buscar ese tipo de declaraciones incendiarias”, rememora Juan Alberto, quien tras la perorata de Manu Chao le advirtió que sus declaraciones podrían ocasionarle problemas con el gobierno mexicano vía el famoso artículo 33, que prohíbe a los extranjeros participar en asuntos de política interna.
Instalado en su papel de rockstar de izquierda, Chao le dijo a Juan Alberto que ignoraba tal artículo, pero que le tenía sin cuidado. Hasta ahí todo parecía una simple pregunta incómoda que recibió abucheos por parte de los otros “reporteros”, pero lo que sucedió después es la clave para entender por qué el artista parisino optó por no regresar jamás a México.
Al llamarle a su editor, Vázquez le externó las dudas sobre si Manu Chao efectivamente estuviera infringiendo las leyes mexicanas, así que el jefe mandó a otro reportero a la Secretaría de Gobernación para indagar en el asunto. La respuesta fue ambigua: “podrían a investigar a Chao para ver en qué contexto dijo lo que dijo”. No había ninguna postura concreta; pese a ello, al siguiente día de la conferencia, Milenio optó por una cabeza contundente: “Manu Chao llama fascista al estado mexicano; Segob lo investiga”. Como describe Juan Alberto en su blog, la nota le dio la vuelta al mundo y todos la replicaron sin chistar, sin verificar que en efecto Gobernación estuviera investigando al clandestino compositor. Si acaso la Agencia Reuters aseguró que «una fuente anónima al interior de la Secretaría» confirmó la indagatoria contra el artista, pero nunca hubo posturas oficiales.
Las consecuencias fueron inmediatas: el 28 de marzo se había programado una proyección de las películas favoritas del cantante, complementadas con un concierto acústico del mismo. Pero cuando se acabaron las pelis, el director del Festival salió para anunciar que el show estaba cancelado y al siguiente día Manu Chao lanzó un comunicado oficial en el que externaba su temor por ser detenido a medio recital, exponiendo así la seguridad de los asistentes.
El pánico se apoderó de todos y entonces nació el mito: Manu Chao, el francés que simpatizaba con los zapatistas y otras causas latinoamericanas, era un perseguido por el gobierno mexicano. “Yo desaté la paranoia, pero a nadie se le ocurrió darle seguimiento, preguntar si en verdad había una investigación o todo era un rumor”, reconoce Juan Alberto, a casi una década de distancia. “Como periodista siempre he sido cuidadoso con la veracidad, con no inventar, y yo ciertamente no inventé nada porque las declaraciones de Manu Chao eran esas, y esa fue la respuesta de Gobernación, la de vamos a investigar, pero el caso es que ni investigó nada, porque en su momento dijeron que no lo estaban haciendo”, subraya el comunicador.
La novela sobre el cantante perseguido por los distintos gobiernos mexicanos ha llegado al absurdo de que el mismo Juan Alberto ha recibido peticiones para que vaya a Gobernación y abogue por el parisino. “Es un asunto delirante, imagínate cuántos problemas ha tenido en estos años dicha Secretaría como para que perdieran el tiempo investigando lo que un músico dijo en una conferencia… ¡pues no! No existe ningún expediente abierto, no existe nada; nunca, que yo sepa, lo ha existido”.
Ahora bien, si no existe ningún obstáculo legal para que Manu Chao pise territorio mexicano, la pregunta es por qué diablos sigue sin visitarnos, tomando en cuenta que tiene tantos fans que fácilmente podrían llenar varios conciertos. La respuesta es incierta, tal vez el compositor se creyó la mentira, o tal vez lo ha usado como estrategia para remarcar su papel de artista antisistema.
“A pesar de que Manu Chao tiene muchos seguidores en toda América Latina, México es un país aparte, es clave, sigue siendo extraño que no venga, quizá su temor sea genuino, aunque parezca absurdo”, nos dice Vázquez, quien acepta que tal vez la llegada de un nuevo régimen político pueda facilitar el regreso del europeo. “Si alguien va a Gobernación y pregunta si existe un expediente contra él, seguramente le van a decir que no, que ni saben quién es; él nunca fue un activista de campo, nunca organizó nada como para que le aplicaran el 33; sólo se le fue la lengua… y ahí comenzó una gran novela”.