Hablando de paraísos, John Milton dice en “Paraíso perdido”: “No ames ni aborrezcas la vida, pero mientras dure, esfuérzate en vivir bien.” Y lo que en apariencia pareciera más una frase de superación personal que de alta literatura, con una visión profunda, sintetiza lo que para mí es la esencia de El paraíso no es aquí, del escritor michoacano Salvador Munguía.
Sus personajes aman la vida y porque la aman la aborrecen y porque la saben efímera se esfuerzan en vivirla bien. Eso no significa idealizar cada acto sino asumirse humanos y como tales experimentar la vorágine de sucesos devenido de elecciones de vida y circunstancias ajenas a su control. Al final llevan a decir como Neruda (sin el improperio, por supuesto): ¡carajo, confieso que he vivido.
Este libro, publicado por la editorial Resistencia, es una muestra de que el relato no sólo tiene vigencia como género, sino que puede seducir tanto como la mejor de las novelas. Por un lado, está el talento en la escritura alejada del mainstream, más cercana –como diría Antonio Ortuño- a la influencia musical (Munguía es un gran conocedor del rock y se desempeña como locutor de radio) que de autores canonizados por los lectores, las editoriales y las academias.
Por el otro, encontramos una pluma que no pretende ser condescendiente y políticamente correcto. Munguía recorre varios tópicos como la paternidad, la violencia, el alcohol y la música como quien quiere contar y lo hace con calidad. Mientras reímos, reflexionamos o mentamos madres con sus historias, cada lector puede decidir qué postura tomar ante ellas; o no.
Aunque ya en circulación desde hace meses, vale la pena echar un vistazo a esta entrevista otorgada a Revés Online para conocer más sobre el libro, sus motivos y él mismo.
Quien te conoce en persona, sabe de tu trabajo como locutor, lee tus redes sociales y tu libro, cae en cuenta de que hay un Salvador congruente entre la palabra y la acción. No me refiero a cuestiones ideológicas, sino a una honesta personalidad que pasa por la ironía, el humor negro, la sensatez y la crítica.
A diferencia de otros autores que parecen sostenerse de un “personaje” para potenciar su obra, contigo no creo que ocurra de esa manera. ¿Este que vemos, leemos y escuchamos eres tú, o cuando entras al terreno público sí existe alguna especie de personaje que pasa al frente?
En las redes sociales abundan personas que se fabrican un personaje. No es mi caso. Lamento confesar que soy el mismo en la radio, en Facebook, con los compas, en casa, con mis hijos. Es cierto que hay similitudes, y que Chuy Juárez funciona como un alter ego. Lo que hice fue exagerar y hacer relucir lo peor de mí. Ni modo: esto es lo que hay.
Dices que Chuy Juárez funciona como alter ego. Más allá de la pregunta cliché y morbosa sobre qué tanto es así, me gustaría saber si este personaje es una catarsis y deriva de una autoexploración o es una manera de plantear tus perspectivas sobre los tópicos de la vida.
Entre Chuy y yo abundan las diferencias. Yo paso la semana en una oficina, aburrido, de vez en cuando me emborracho, los fines de semana estoy con mis hijos, es decir, una cotidianidad sin sobresaltos. Chuy, en cambio, anda en búsqueda de placer carnales, de estados alterados, ávido de intimar con mujeres exóticas, de asistir a lugares peligrosos e inmorales. A Chuy Juárez le suceden cosas cómicas y divertidas, a mí no. La vida real es aburrida y predecible.
Es cierto que la escritura también sirve de catarsis. Me pasó en el momento que supe que sería padre. Yo no quería serlo. Me daban ganas de salir corriendo y no voltear atrás. Escribir te permite apartarte del mundo. Escribir significó tomarme las cosas con más calma. Escribir para no tener que ir por cigarros. Me dio la libertad de poder burlarme de las expectativas, mitos y formalidades que se generan con la llegada del primer hijo. Lo hice echando mano del humor, del sarcasmo y la exageración.
De qué manera configuraste a los personajes de cada cuento, ¿existen en función de la trama, sirven a la trama o son víctimas de las circunstancias a las que pertenecen?
Hay escritores que ya saben todo antes de comenzar a escribir. Yo siempre comienzo por el final, siempre me imagino los últimos diálogos, la última oración, y de ahí parte lo demás, aunque sin saber con certeza por dónde irá la historia. No me interesa escribir libros con temas, aunque este lo parezca, por el tema de la paternidad.
Pasó que la SECUM alguna vez propuso a un grupo de escritores “jóvenes” michoacanos para asistir a un encuentro a una ciudad del norte, con todo pagado (obvio por el gobierno de esa otra ciudad). La única condición era la edad y tener al menos un libro publicado. Ahí valió madre. Hasta entonces sólo había participado en antologías, revistas y suplementos. Me dijeron que para la otra.
Entonces me puse a reunir lo que había publicado por aquí y por allá. Todos los relatos y cuentos conservaban un tono humorístico y un ritmo semejante. Deseché, reescribí, agregué nuevos textos, ya enfocados en el personaje de Chuy Juárez. Esperé el año. Nada. Esperé otro y tampoco. Cuando por fin me llamaron, ya no tenía la edad, para entonces ya jugaba fútbol en la liga de veteranos.
El paraíso no es aquí me parece una comedia negra y quiero que quede claro que, aunque la palabra comedia está muy menospreciada en el español, me refiero a ella como un género no sólo mayor sino como uno de los más difíciles de lograr. En tus cuentos hay horror, lamentaciones, frustraciones, fracasos, crisis individuales y colectivas, vaya, toda una colección de tropiezos a los que dotas de una ironía que permiten al lector sobrellevar con interés el pesimismo.
Personalmente disfruto mucho de este tipo de literatura porque no es condescendiente, sin embargo, podría decirse que algunas historias podrían parecer políticamente incorrectas, juzgadas por ideologías en auge, movimientos sociales o por los inquisidores de la alta literatura. ¿Escribir este libro te hizo pensar en probables implicaciones?
Escribirlo no, publicarlo sí. Sobre todo cuando lo envías a dictamen y las editoriales te mandan a la chingada, de buena manera, claro: “está muy padre tu libro, pero por el momento no estamos interesados”. Una editorial dijo que si fueran los noventa el libro se publicaría sin pedos, pero que en estos tiempos hay cosas que dejaron de ser graciosas. Otra editorial me dijo que el personaje era misógino, solicitaron moderar el lenguaje, la temática, trabajar los finales.., y se ofrecieron, por una cantidad de dinero, a trabajar conmigo en cada relato.
Ahora fui yo el que les mandó un mensaje bonito agradeciendo sus atenciones: “muchas gracias, cuando escriba sobre coaching y desarrollo personal los tomaré en cuenta, besitos, bye”. La frustración hizo que un día mentara madres en Twitter en contra de las editoriales (para eso sirve Twitter, ¿qué no?). Aldo, un tipazo, que hasta ese momento sólo conocía por la red social, me envió un mensaje privado diciéndome que él trabajaba para la editorial Resistencia, y que podía echarle un ojo.
Semanas después me dijo que le gustó, pero que su recomendación no era suficiente, que se iría a dictamen, como era el proceso. Pensé de nueva cuenta que había valido madre. Dos meses después, con todo y que había temas que no eran políticamente correctos, el libro fue aprobado.
Pareciera inevitable que la violencia por el narcotráfico se cuele en la literatura michoacana (podría aplicarse al país en general) y en tu caso no es la excepción. Viviendo en un estado donde los asesinatos y desapariciones no paran, y por el contrario aumentan, ¿no te sientes vulnerable al tocar el tema aunque sea dentro del género de ficción?
No, yo hago ficción, no reporte policíaco. Pero en este país nadie está a salvo. Vivimos, tú y yo, en dos de los diez municipios más peligrosos del puto mundo. Permanecer en Uruapan, o en Zamora, es permanecer indefensos, es arriesgarnos a estar en el lugar incorrecto a la hora equivocada, el problema es que las posibilidades se incrementaron, puede ser a cualquier hora y en cualquier parte. Son pueblos sin ley, y los que hay están bajo la nómina del crimen organizado. En Michoacán, como en otros estados, ejercer periodismo es muy peligroso, siete periodistas han sido asesinados en lo que va del año. Es terrible.
Si el paraíso no es aquí, ¿entonces dónde está?
El paraíso es estar un rato con mis hijos (no tanto porque enfadan), escucharlos, están en la edad en que todavía caen bien, son chistosos y ocurrentes, porque llegará la adolescencia y es mejor estar muerto. Corrijo: el paraíso es cuando mis hijos duermen. El paraíso es estar con la gente que quieres, comer con la madre, beber ron con el padre. El paraíso es la cabina de radio y poner rocanrol y cumbia. El paraíso es ir a La Enramada con los amigos.
Emmanuel Cárrere dice que la literatura es el lugar donde no se miente pero al mismo tiempo constantemente se pregunta ¿qué debo callar? ¿Cuál sería tu perspectiva como escritor al respecto?
Es complicado, a mí todavía nadie me demanda -como sí es el caso de Cárrere-. Hasta hoy solo he recibido reclamos y que me eliminen de Facebook. No dudo que mis hijos, de los cuales usé sus nombres en el libro, al tener conciencia de lo que escribí me demanden. No los culpo.
Volviendo a Chuy Juárez, conocemos el licenciado Serafín, un abogado austero, disciplinado, justo y audaz que termina corrompido por un pueblo y los placeres de la carne. Al padre que abandona a su familia por el fracaso de un concierto. Al calvo, panzón y medio ciego hombre enamorado de una mujer que se mutila y transforma para estar a su altura sin lograrlo.
Podríamos llamarlos antihéroes- además de atraer a lector considero son representaciones de buena parte del mexicano común que la sociedad procura esconder porque vivimos en un auge nauseabundo de positividad, de creer que todo fracaso tiene que ser considerado como un aprendizaje.
Me gusta esto que dice Leila Guerriero de que “¿cuántas toneladas de autoayuda y mindfulness hemos tragado para engendrar esa necesidad maníaca de encontrarle a todo una enseñanza? El dolor, a veces es simplemente dolor. No purifica, no nos hace mejores. Solo daña”. ¿Qué crees que dejen tus cuentos después de su lectura?
Risa y cierta nostalgia. Es un libro sin pretensiones ni lecciones de ningún tipo. Tienes razón, en el libro hay muchas representaciones del mexa promedio. Somos el país del sí se puede, ese grito optimista y mediocre, que surgió en un partido de la Selección Mexicana. La selección representa lo que significa el fracaso: el ya merito, jugaron como nunca y perdieron como siempre, perder en el último minuto, nunca dar el estirón, ser las eternas promesas, aspirar sólo al quinto partido, irnos de putas antes de jugar contra Alemania. La selección es nuestra apología de la derrota, sólo que nosotros ganamos el salario mínimo.
Me pareces un escritor atípico que no busca la nacionalidad de la República de las Letras. ¿Qué piensas de quienes la habitan, no se diga ya los grandes autores, sino estos grupos de escritores contemporáneos que pareciera quieren abarcar todo y crean redes de amiguismo y confabulación para darse palmadas en la espalda?
A estas alturas es absurdo pretenderlo. Por otro lado, las redes de amigos funcionan en todos los ámbitos. Alguien llega al poder y se rodea de amigos, por muy ineptos que estos sean. El flamante gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, en cuanto tomó posesión incluyó en su gabinete a dos de sus compadres, Germán Villa e Isaac Terrazas, ¿saben algo de gestiones de gobierno? ¿Sobre políticas públicas?, es lo de menos…y para chingarla son americanistas.
¿Cuál es tu radiografía de la literatura michoacana?
A veces, leo a mis compas. Pinche red del amiguismo.