“El amor entra por el estómago” dice la conocida frase que hace alusión a la influencia de los alimentos en las relaciones humanas. Hay quien de manera inconsciente asocia la comida con la figura materna o también existen los entendidos que buscan descifrar el placer que producen los olores y sabores que ingresan a su organismo. Estos deleites sensoriales forman parte de El sabor de la vida (La passion de Dodin Bouffant, 2023), séptimo largometraje de Tran Anh Hung (si respetamos el orden tradicional de los nombres vietnamitas, escribiendo primero el apellido), cuya labor en la dirección fue reconocida en la pasada edición del Festival de Cannes.
El cineasta francés de origen vietnamita escribió el guion a partir de la novela La vie et la passion de Dodin-Bouffant, gourmet, del autor suizo Marcel Rouff (aún sin editarse en español, aunque se pueden leer fragmentos en línea). Publicado originalmente en 1924, el libro es una clara muestra de los variados intereses de Rouff, los cuales incluían el periodismo, la historia, la poesía y sobre todo la crítica gastronómica. No es casualidad que en sus páginas haga referencia a dos figuras de la cocina francesa: Antoine Carême y Auguste Escoffier, cuyos nombres se cuelan hasta la versión cinematográfica.
La película está ambientada en la campiña francesa en el periodo entreguerras. Los protagonistas son Dodin-Bouffant, un hombre rico que disfruta de los placeres culinarios, todo un gourmet y Eugénie una extraordinaria cocinera. Juntos han compartido a lo largo de veinte años una pasión por la comida que ha derivado en una relación personal, que finalmente en el otoño de sus vidas han decidido formalizar, aunque la sombra de una grave enfermedad amenaza la felicidad de la pareja.
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Al tener una pasión en común y una simpatía correspondida, los protagonistas se preguntan cómo es que no han dado el siguiente paso en su relación. Las respuestas las brindan ellos mismos, Eugénie, una mujer independiente, la ve como una formalidad innecesaria, “pasamos más tiempo juntos que la mayoría de los matrimonios”, mientras que Dodin, a pesar de su insistencia, define al matrimonio como “una comida que comienza por el postre”.
Esta comunión culinaria en donde los sentimientos se transmiten a partir de los sabores, los olores y las texturas, es tan fuerte que, ante la inminencia de su interrupción, la cocinera busca su continuidad en una joven aprendiz. Pero los sabores curan las heridas y después de un periodo de duelo, la reticencia inicial de Dodin para reemplazar a su amada, cede ante el descubrimiento de una nueva experiencia gastronómica.
El cineasta se apuntó un gran acierto en la selección de los actores, Juliete Binoche y Benoît Magimel. Ambos protagonizaron Los amantes del siglo (Les enfants du siècle, 1999) de Diane Kurys, en donde se aborda el tórrido romance entre la novelista George Sand y el poeta Alfred de Musset. La pasión se prolongó más allá del rodaje y sin pensar en la diferencia de edad, se casaron en el año de estreno de la película. El matrimonio terminó cuatro años después del nacimiento de su hija Hannah. Aunque ambos son actores experimentados y profesionales, esta relación previa pudo ser el punto de partida para abordar sus respectivos personajes, quienes tienen muchos intereses comunes pero que al mismo tiempo saben conservar cierta distancia.
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A los doce años Tran emigró a Francia, desde entonces ha asimilado el idioma y la cultura de su país adoptivo, la comida, por supuesto, forma parte de ese bagaje. Se nota la admiración del cineasta por el arte culinario, sobre todo en la larga secuencia inicial que muestra la preparación de un banquete con todos sus detalles bellamente coreografiados, en una cocina impoluta y con unos personajes apresurados pero sonrientes.
La cocina suele ser un lugar de tensiones, pero no para Tran, quien tiene la intención de mostrar una representación de la realidad que invoque a la belleza y la armonía. Esto es evidente en al menos dos de sus primeros trabajos, El aroma de la papaya verde (Mùi du du xanh, 1993) y En pleno verano (Mùa hè chieu thang dung, 2000), en donde un entorno colorido y brillante envuelve a una serie de personajes que buscan sobreponerse a sus conflictos.
El sabor de la vida es la vuelta del cineasta a los grandes escenarios, después de que sus tres películas más recientes recibieron una fría acogida por parte de la prensa y el público. Es una película que busca conciliar el arte culinario con el amor duradero, sorteando con dificultades los abismos de la cursilería para mostrarnos una relación en donde el amor sosegado marcha un paso atrás de la elaboración de un menú, después de todo, la comida es una parte fundamental de la vida de los seres humanos, sobre todo para un gourmet y su talentosa cocinera.