Últimamente he leído -a través de redes sociales- algunos comentarios negativos acerca de la filosofía, los filósofos y los estudiantes de filosofía. He leído estos comentarios en muros de amigos (cuyos autores son personas que no conozco, tal vez). Voy a transcribir algunos (o, mejor dicho, parafrasear): “No he dicho nada de los filósofos (he hablado de oficinistas). No trabajan. Su falta de talento los obliga a escribir versillos”. “Por fin dejaremos de escuchar a toda esa fauna de criticones”. “Hace poco tuve una discusión con un dizque estudiante de filosofía que no sabía pensar por sí mismo”.
Tras leer estos comentarios, me puse a pensar y repensar (actitud muy filosófica, por cierto). Llegué a la conclusión de que todas esas opiniones no sólo circulaban entre literatos, diletantes, artistas, pseudoartistas, esnobs, psicólogos, contadores, padres de familia, sino también entre los mismos estudiantes de filosofía.
Para no exponer el equívoco de prolongar ambigüedades o prejuicios (como lo intentó hacer el exterminador de oficinistas o filósofos) diré que yo estudié filosofía durante cuatro años. Y sin embargo, no me considero un filósofo, no considero filósofos a buena parte de mis profesores, ni mucho menos considero que una facultad de filosofía pueda llegar a forjar a los “pensadores del mañana”. Aclaro: hablo desde mis circunstancias, lo que no quiere decir que para otras personas un doctor o especialista en filosofía sea en sentido estricto un “filósofo”.
Empero, y aunque lo que escribiré a continuación duela a muchos de mis camaradas, no creo que el rol social de un estudiante, catedrático o filósofo se reduzca a no trabajar o carecer de talento, o a escribir “versillos”. Creo más bien que las materias de filosofía en todos los niveles escolares son indispensables porque desempeñan una función muy importante en la vida cultural de un país: la crítica. Y aunque para pensar no es necesario un curso de filosofía, porque incluso un curso de filosofía puede ser contrario al hecho de pensar por sí mismo, eliminar paulatinamente la reflexión filosófica en las escuelas nos catapulta a forjar alumnos sin sentido crítico ni creatividad conceptual.
Nulificaría, en todo caso, hasta la posibilidad de satirizar el papel de los filósofos en nuestro tiempo. Nos encaminaría a la ceguera total.
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