Por Armando Casimiro Guzmán
Comenzó el 2011 y vamos a dar un repaso a lo más destacado de la cartelera moreliana en este inicio de año, así es, ahora que todo es global, damos un paso atrás y nos anclamos a lo local, tan sólo por el gusto de hacerlo.
De manera inusual, se estrenaron simultáneamente las dos versiones cinematográficas de la novela de vampiros de John Ajvide Lindqvist: Déjame entrar. La versión sueca (Låt den rätte komma in, 2008), nos llegó con un par de años de retraso y es una extraordinaria adaptación de la obra del escritor sueco, que además contó con guión del propio autor. Sorprende por su aparente sencillez, la sólida dirección de Tomas Alfredson y la destacada actuación de la pareja infantil. No hay duda, quien pega primero, pega dos veces y además, en este caso, el gran documento visual que representa la película hacía innecesaria una segunda versión.
Ahora bien, sabemos que a los norteamericanos no les gusta leer subtítulos, y en un par de años apresuraron su versión en inglés (Let me in, 2010). De entrada habría que mencionar a su favor un punto muy importante, en vez de ser una copia al carbón de la versión nórdica, los norteamericanos retoman el texto original y hacen una serie de cambios que le dan un alcance distinto a la historia, ojo, no es mejor, solo diferente. Ahora nos vamos a lo negativo, el director es el desconocido Matt Reeves, director de la mediana cinta de monstruos (muy a lo Bruja de Blair) Cloverfield (2008) y lo que es peor, para esta nueva versión, se pierden algunos elementos fundamentales que atenúan su original tono sombrío, es como si al hacer la traducción extraviáramos los matices más oscuros, sobre todo en esta obra, en donde el opresivo ambiente gélido, de pobreza y alcoholismo es muy importante para contar la historia.
Por último, debemos destacar el valor de la novela de Lindqvist (que afortunadamente se puede conseguir en cualquier librería), un gran punto de partida para ambos cineastas. Su violencia e ironía la separan del resto de la pobre y repetitiva literatura de vampiros pubescentes, volviéndola incluso muy atractiva para quienes no somos amantes del género.
El siguiente estreno destacado fue sin duda Cisne negro (Black swan, 2010) de Darren Aronofsky. Si bien es una película pequeña, su realización tomó mucho tiempo, sobre todo por el gran trabajo técnico con los actores, ya que la danza clásica (concretamente El lago de los cisnes de Tchaikovski) es el tema central del filme. Cisne negro funciona como una especie de complemento a la cinta anterior del realizador neoyorquino, El luchador (The wrestler, 2009). En ambos trabajos se destaca la labor del cuerpo humano como forma de expresión, es decir, los extremos opuestos de una cadena: la lucha libre el elemento rústico y el ballet la parte sensible. Las similitudes no paran ahí, en ambas, casi el peso total de las cintas recae en un solo personaje: Mickey Rourke en El luchador y Natalie Portman en Cisne negro.
Portman siempre ha contado con una gran base de fans en la industria norteamericana y si a esto le sumamos su gran desempeño, no resulta raro que el filme haya sido nominado a infinidad de reconocimientos este año, entre ellos los mediáticos premios Oscar.
Con todo, no podemos decir que sea el mejor trabajo de Aronofsky, por momentos da la impresión de ser tan sólo una anécdota que se alargó hasta darle forma de película. No obstante, Cisne negro con su carga de paranoia y violencia psicológica, cuenta con los elementos suficientes para tomarse en cuenta por encima del resto de la cartelera. Este es el momento de ver a Aronofsky, antes que llegue a las pantallas su nuevo proyecto: Wolverine.
Pocas veces las cintas dirigidas a los adolescentes pueden resultar entretenidas para quienes ya no estamos en ese rango de edad, Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de mis sueños (Scott Pilgrim vs. the world, 2010), es una de esas raras excepciones. Una mezcla vertiginosa de teen movie, videojuego y musical, que destaca por su destreza visual y su muy peculiar sentido del humor. Muy al estilo de lo que nos tiene acostumbrados el director Edgar Wright, y que, contra todos los pronósticos (la cinta resultó un fracaso en taquilla a nivel mundial) pudo robarle un par de semanas a la cartelera moreliana.
Directo del Festival de Cine de Berlín (con escala en Sundance) llegó el nuevo filme de Michael Winterbottom, El asesino dentro de mí (The killer inside me, 2010), cinta retro ambientada en la Norteamérica rural y basada en la novela homónima de Jim Thompson (vale la pena darle una leída a su obra, que está disponible en español, un autor clásico de la literatura pulp policíaca). Venía etiquetada como una película misógina, violenta y sexualmente explícita. Al final no lo fue tanto y quedó inscrita solo como una película más del género, aunque es un punto de partida interesante para quienes no hayan podido ver los trabajos previos del realizador. Como apunte final, me sorprendió una escena de explosión que (ustedes lo verán) se ve francamente chafa, dado el gran trabajo de escenografía, vestuario y un reparto que cumple (Casey Affleck, Kate Hudson… salvo Jessica Alba) extraña que se hayan ahorrado unos dólares para no hacer volar una casita.
Hace unas semanas se estrenó Sonata para un hombre bueno (John Rabe, 2009), en ella se cuenta la historia de John Rabe, un comerciante alemán, radicado en China entre 1930 y 1938, quien hizo lo que estuvo en sus manos para atenuar la terrible ola de matanzas y violaciones en masa de chinos por parte de los soldados japoneses. A pesar de contar con un gran presupuesto y una ambientación impecable (el director es el alemán Florian Gallenberger, ganador de un Oscar en el renglón de cortometraje con una producción mexicano-alemana), la verdad es que algo le hace falta a la cinta, se siente lejana, más como una descripción de hechos que una película. Como sea, es un buen acercamiento hacia un asunto que aún sigue causando fricciones entre chinos y japoneses, pero que seguramente pasará inadvertida para todos aquellos que no tienen interés en temas históricos.