Por Jorge A. Amaral
Ahora que están por empezar las campañas electorales, veremos cómo la ciudad, las carreteras y los pueblos se inundan de publicidad de partidos y políticos.
Siempre he pensado que los partidos son como las religiones: todos fueron fundados argumentando sólidos principios en busca del bien común, sus líderes, todos, dicen tener la razón, la verdad, la capacidad, el compromiso y todas las virtudes que hacen que un candidato sea elegible; en todas hay grupos de poder que toman todas las decisiones, en todas hay una feligresía o militancia fiel, que no cuestionan, que se ponen la camiseta, y aunque su líder esté incurriendo en las peores atrocidades, dirán que de todos modos le son fieles al partido; todos los partidos dicen ser la opción más viable, todas las religiones dicen ser la verdadera; para los militantes, cualquier otro partido es una decisión errada; para los feligreses, cualquier otro culto es una herejía.
En esa dinámica de vender recetas para elaborar agua tibia y relojes con horario de verano, los partidos van a querer vernos la cara, vendernos sus productos caducos, y parta ello recurrirán a las más bajas estrategias de mercadeo, tales como el estudio Whiskas, la guerras de lodo, la competencia de pobres, el fisicoculturismo, el Ciudadano Quién, encontrar las Sagradas Escrituras y otras que quizá por falta de espacio no mencione.
El estudio Whiskas
Este método para reclutar nuevos militantes y mantener a los pocos que quedan es tan sencillo como inútil. Se trata de pagar una inserción en un diario de circulación estatal o nacional, o pedirle el favor a Salvador Jara Guerrero para que se dé a conocer el resultado de una encuesta seriesísima, realizada por la casa encuestadora más prestigiada del país, en la que el candidato de tal o cual partido resulte arriba en las preferencias de los ciudadanos consultados. Así, tenemos que, por ejemplo, de diez ciudadanos encuestados, cinco dijeron que van a votar.
De esos cinco, el 60 por ciento, es decir tres, lo dudaron, y el otro 40 por ciento, o sea los otros dos, están convencidos de que quieren Chon arriba. Así, al considerar que los indecisos terminan votando por cualquiera y Chon es un ciudadano como cualquiera (que tenga un Porche), votarán por él, lo que nos arroja que el ilustre candidato cuenta un respaldo del electorado equivalente a 50 puntos porcentuales, lo que lo pone en una seria ventaja sobre los otros contendientes.
El ejercicio anterior, replíquelo tal cual con cada uno de los candidatos, mismos resultados y hasta misma casa encuestadora, y con ello usted se dará cuenta de que nueve de cada diez candidatos ganan en las encuestas y se mantienen al alza, al menos mientras la encuestadora sale a desmentir lo publicado.
Las guerras de lodo
El nombre de esta estrategia se explica solo ya que consiste en escudriñar en el pasado del contrincante para ver qué ha hecho, qué debe, qué faltas ha cometido. Así, podremos saber si Silvano se atrevió a pedir una aberrante quesadilla sin queso, si Chon le pone Magna a su coche, si a Cocoa le gustan las morelianas. Esta relevante información se dará a conocer en videos, fotos y durante los debates. El que sepa esquivar las bolas de lodo que le lancen o tenga el suficiente cinismo para cacharlas, amasarlas y darles forma de excusa, será el ganador.
La competencia de pobres
Todo candidato quiere ser la esperanza de los pobres sin dejar de ser una garantía para la iniciativa privada. Por eso es que veremos fotos de los candidatos abrazando y sonriendo con gente de aspecto humilde, de preferencia rural, tales como niños indígenas, señoras cubiertas con rebozo y señores de guaraches y sombrero. Y es que los políticos han aprendido que las sonrisas infantiles del ámbito rural le dan credibilidad a sus campañas, que una candidata retratada con mujeres indígenas es una mujer comprometida con el desarrollo de las féminas y por eso les dará apoyos para impulsar el emprendimiento femenino. En caso de no tener fotos del medio rural, el aspirante se tomará fotos con amas de casa, obreros, albañiles, vaya, con el proletariado al que sólo ve de lejos. Y es que en un país tan jodido, donde la mayoría estamos entre la clase media, la media-media y la fregadona y media, los políticos deben hacernos sentir incluidos en sus programas de gobierno.
El fisicoculturismo
Intrínsecamente relacionado con el punto anterior, el fisicoculturismo es el acto de mostrar el músculo. Para ello el partido se vale de eficientes herramientas para convencer a los renuentes ciudadanos a treparse a un camión y abarrotar una plaza. Entre estas herramientas se encuentran las temibles como implacables tortas de jamón, artefactos que, con patente priista, se han convertido en verdaderas armas de destrucción masiva políticamente hablando. Pero también están las playeras, las sombrillas, las gorras, los 100 pesos con viaje redondo todo pagado, la promesa de un artista de moda entre un amplio sector, como la Banda El Limón en el acto de ungimiento de Chon.
El Ciudadano Quién
Ya antes solían aparecer candidatos que les tiraban brea a los políticos de siempre, argumentando que ellos no eran políticos. Ante esto, mi pregunta siempre fue: está bien, no eres político, pero eres candidato de un partido político; ergo, estás haciendo política, ¿qué carajos eres entonces? Ahora, con la aprobación de los candidatos independientes, muchos políticos se pondrán la playera ciudadana y saldrán a tutearnos porque dirán que son ciudadanos como nosotros y que por eso nos entienden y saben de nuestras necesidades, no importa que acaben de renunciar al partido donde no pudieron postularse. Entre esta dinámica y la competencia de pobres no hay gran diferencia si de demagogia hablamos, pues incluso en los partidos habrá candidatos ciudadanos que hasta nos dirán que no son ricos, que están dispuestos a dejar todo para servirnos, porque nos quieren bien.
Encontrar las Sagradas Escrituras
No se trata de dar con otros rollos como los del Mar Muerto, no, se trata más bien de ir al Registro Público de la Propiedad y a la Auditoría Superior para corroborar cuántas propiedades tiene el contrincante, saber si es dueño de ranchos, casas, parcelas, bodegas, haciendas u otros bienes inmuebles. Y es que en un país clasemediero, tener propiedades parece pecado, no importa si la víctima del escarnio es de familia adinerada, si ha tenido un montón de cargos bien pagados que le han permitido hacerse de sus bienes aunque sea legalmente. Y si esa información la mezclamos con Carmen Aristegui, aquello dará para un mes de mesas de análisis.
Esas son algunas de las estrategias de mercadeo político que veremos operando en los siguientes meses, así que no deben tomarlo desprevenido y hágase a la idea de que de aquí a junio seguiremos viendo esas horribles caras en espectaculares, combis, microbuses, los medios de comunicación; en la radio los escucharemos dando entrevistas chayoteras y cada tercer día tendremos una nueva encuesta en la que todos ganan.
En los siguientes meses su puerta no sólo será asediada por los testigos de Jehová, también deberá estar al pendiente de la carne de cañón, las brigadas de promoción del voto de los diferentes contendientes, además de ofrecerle una calcomanía para su carro en cualquier crucero de la ciudad. Por eso no acepte publicidad, y si por alguna razón se la dejan a la fuerza o usted la encuentra tirada, guárdela, y tres días antes de las elecciones, llévela a la sede partidista más cercana y dígales “mira, te traigo tu basura”. Por lo demás, tenga calma y le deseo buena suerte.